Choque de impotencias
Salvador Illa y Pere Aragonès, dos socialdemócratas sin la más mínima complicidad, se encaran, y uno le reprocha al otro falta de apoyos
Lo más agradable del pleno del Parlament de esta semana ha sido ver por fin, tras más de un año, todo el hemiciclo lleno. Diputadas y diputados se han sentado en los escaños, aprovechando también las tribunas de prensa e invitados para mantener las distancias de seguridad. Como en el concierto de Love of Lesbian, sus señorías han regresado Allí donde solíamos gritar. Aquí no ha habido test de antígenos, y al no ser los políticos personal esencial —no expriman demasiado esta frase— la gran mayoría no están protegidos aún por la vacuna. Pero si el resultado es el mismo que en el Palau Sant Jordi, se abriría una vía a la normalidad.
Bueno, la normalidad, por el momento, es el choque de impotencias que mantiene la política catalana como un video de internet buscando red, con el circulito dando vueltas y los protagonistas haciendo el mannequin challenge. Salvador Illa y Pere Aragonès, dos socialdemócratas sin la más mínima complicidad, se encaran, y uno le reprocha al otro falta de apoyos. ¿Quién a quién? Da igual, en ambos casos es cierto.
Josep Maria Jové se ha estrenado como portavoz de ERC urgiendo un acuerdo de Gobierno, y también ha sonado la cantinela “lo más pronto posible”, tan inconcreta como los avances en la negociación. En Junts per Catalunya hacen como quien oye llover o como quien bloquea en twitter. Se les ve encantados en su posición. Por un lado, la presidenta del Parlament, Laura Borràs, se ha librado de Jaume Alonso Cuevillas “El Tibio” y ya ha logrado que su plaza en la Mesa la ocupe Aurora Madaula; la nueva secretaria ha ido a votar —votarse— sonriéndole a su amiga y alzando el pulgar como si le mandara un emoji de whatsapp.
Por otro lado, Albert Batet, portavoz de Junts, guía el faro de la memoria del procés y de los procesos y persecuciones a independentistas, con lo que Aragonés se ve forzado a ir a remolque y hacer de eco de la protesta, porque la lucecita de Waterloo sigue permanentemente encendida. En tercer lugar, mientras el presidenciable presume de keynesianismo y medidas contracíclicas, Junts luce palmito bussiness friendly —trabajado con horas de fitness en el DIR—; en cambio, a quien la CUP acusa de complicidad con el Ibex 35, es a ERC.
El panorama es desolador para un candidato sometido al suplicio de Tántalo, con unas frutas que se alejan cuando trata de agarrarlasEl panorama es desolador para un candidato sometido al suplicio de Tántalo, con unas frutas que se alejan cuando trata de agarrarlas
Vaya, que el panorama es desolador para un candidato sometido al suplicio de Tántalo, con unas frutas que parecen al alcance pero se alejan cuando trata de agarrarlas. Pere Aragonès está viviendo el fenómeno inverso que Josep Tarradellas: el mítico president recuperó el cargo y la institución aunque no tenía competencias ni gestionaba apenas nada. El actual líder republicano tiene que gestionar sin que le reconozcan el status.
Pero el socialista Illa no está mejor: empieza a poner cara de Inés Arrimadas en 2017. En esta sesión, ya ni En Comú Podem ha tenido un detalle con él: el diputado Marc Parés, tras cargar contra la estrategia policial del consejero Sàmper, ha pedido un Govern ERC-Comunes-CUP, sin ninguna referencia al PSC; que, por cierto, acababa de votar al propio Parés como candidato a secretario de mesa. La evidencia del cul-de-sac en que está el ex ministro es lo que le ha exigido a Aragonès: “Hágase a un lado, súmese a la mayoría de izquierdas existente…” Que se aparte y que se sume a la vez: algo chirría en esa oferta.
En fin, los choques de impotencias pueden desembocar en una oportunidad o ser un muro infranqueable. Depende del contexto. En la serie Borgen, un choque de impotencias beneficia al tercer partido.
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