“El embate”, el nuevo mantra del nacionalismo catalán
Los partidos independentistas quieren centrar la acción de la Generalitat en lo que definen como el próximo “desafío al Estado”
El independentismo catalán ha sido una fuente inagotable de eslóganes propagandísticos para motivar a sus votantes. “Derecho a decidir”, “la revolución de las sonrisas”, “desconectarse del Estado”, “el mundo nos mira” o “esto va de democracia”: durante los años que fueron de preparación para la fallida independencia unilateral, entre 2012 y 2017, estos y otros muchos conceptos tuvieron tanto éxito como los mejores lemas publicitarios. La nueva palabra mágica que los partidos del nacionalismo catalán repiten por tierra, mar y aire es “embate”, y más en concreto, “el embate democrático contra el Estado”.
La planificación en comunicación fue determinante durante la carrera para la separación unilateral de España. La legislatura que tuvo a Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat, entre 2016 y 2017, contó con lo que fue bautizado como el “Estado mayor”, un cenáculo de poder paralelo en el que se reunían representantes de la Generalitat, de los partidos y de sus brazos de movilización de la sociedad civil, la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural. En este Estado Mayor se coordinaba la estrategia y las campañas de comunicación que había que difundir.
A partir de diciembre de 2017, con la declaración ilegal de independencia, la intervención de la Generalitat por parte del Gobierno central, la huida de Puigdemont y parte de sus consejeros a Bélgica y la detención de otros dirigentes como el vicepresidente Oriol Junqueras, aquel Estado mayor se disolvió y el nacionalismo catalán entró en lo que la presidenta de la ANC ha definido como una etapa en la que “el independentismo siempre ha actuado a la defensiva”. No por esto han dejado de acuñarse nuevos términos. Algunos de los más reiterados en discursos y tribunas de opinión, todavía hoy, han sido “hacer efectivo el mandato del 1-O”, en referencia a la consulta ilegal del 1 de octubre de 2017, “implementar la república” o “lo volveremos a hacer”.
El nuevo mantra se ha planteado como un “embate democrático contra el Estado”. La idea surgió en las negociaciones entre Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y la CUP para investir presidente de la Generalitat al vicepresidente del Govern, Pere Aragonès. El 26 de febrero, tan solo dos semanas después de las elecciones autonómicas, Sergi Sabrià, líder del equipo negociador de ERC, afirmó en Catalunya Ràdio: “Con la CUP hemos hablado de prepararnos para el embate definitivo y desbordar los límites autonómicos”.
La épica del embate pasó a ser uno de los puntos en el documento que un mes más tarde, a finales de marzo, presentaron ERC y la CUP como acuerdo de investidura: “La CUP y ERC nos comprometemos a generar las condiciones necesarias para que podamos plantear el nuevo embate democrático durante esta legislatura”. En este acuerdo, ambos partidos se conjuraban para “generar” un nuevo Estado Mayor, al que llaman en esta ocasión “mesa de dirección estratégica del independentismo”. Esta mesa “tiene que servir para trazar las líneas estratégicas, preparar las condiciones para el nuevo embate democrático contra el Estado”.
El concepto ha ido más allá de las dos fuerzas de izquierdas del independentismo y también lo ha hecho suyo Junts per Catalunya, el partido capitaneado por Puigdemont. El Consell per la República, la organización que preside Puigdemont en Bélgica, emitió un comunicado a finales de marzo en el que sumaba el embate a su vocabulario habitual: “El Consell surge de la necesidad de vehicular a través de una institución republicana la acción unitaria para continuar con el embate democrático hasta el reconocimiento de la República catalana”. Pilar Rahola, opinadora próxima a Junts, subrayó en TV3 que el objetivo del partido de Puigdemont es “una posición de confrontación contra el Estado en Madrid y marcar una hoja de ruta durante estos cuatro años de legislatura respecto a lo que se hará en el embate contra el Estado”.
Desobediencia contra “el régimen del 78″
¿En qué consiste este embate? Lo explicó el propio Aragonès en el segundo debate de su investidura fallida, el 30 de marzo: El “embate de ruptura” sería un eufemismo de independencia, previo referéndum de autodeterminación y amnistía para sus dirigentes condenados por el Tribunal Supremo. La número dos de ERC, Marta Vilalta, incidió en que este “nuevo embate democrático” también tiene un componente de “desobediencia civil”. La diputada de la CUP Dolors Sabater añadió que el embate debe “cuestionar al régimen del 78” (en referencia a los poderes públicos que emanan de la Constitución de 1978) con una “confrontación democrática al Estado demofóbico”.
Francesc-Marc Àlvaro, influyente analista en el nacionalismo catalán, valoró críticamente en La Vanguardia el nuevo giro discursivo del independentismo, tildándolo de “retórica de choque, basada en referencias vagas, espejismos y palabras fetiche como embate”. Pau Canaleta, profesor de comunicación política de la Universidad Pompeu Fabra, explica que en Cataluña existe una tradición del eufemismo como recurso político desde los gobiernos del expresidente de la Generalitat Jordi Pujol: “Convergència i Unió era un catch all party, un partido que sumaba votantes muy diferentes. Estos conceptos son útiles porque son poco concretos y todo el mundo puede interpretar a su manera. El independentismo los has perfeccionado y los ha utilizado para crecer”.
Adrià Alsina, coordinador de comunicación de la ANC, afirma que el “embate democrático” de ERC y la CUP es una respuesta a otro invento retórico, la “confrontación inteligente” de Puigdemont: “Obedece a la necesidad de todos los partidos de no hablar del todo claro en sus pactos y de ir introduciendo la idea de un referéndum con cierta suavidad y sin entrar en detalles de cómo hacerlo”. “El concepto embate parece dar un componente épico a unos votantes deprimidos y que necesitan recuperar los ánimos”, valora Berta Barbet, politóloga e investigadora postdoctoral de la Universidad Autónoma de Barcelona. “Antes de octubre de 2017, el independentismo podía jugar mucho con ideas difusas en las que todo el mundo podía ver lo que quería. A partir de 2017, se reclama que el discurso sea más concreto, pero la situación lo hace difícil”. Canaleta apunta que las diferencias entre los partidos independentistas hacen más complicado consensuar eslóganes tan prolíficos como antes, y por eso los hay más moderados, en el lado de ERC, o más rupturistas, en el caso de Junts.
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