Caïm Riba: “Acepté que podía morir”
El músico presenta ‘Llunes de Plutó', su tercer disco, tras superar una grave operación
Podría haber sido un himno del confinamiento. A la ciutat es una canción sencilla y tierna que en tono íntimo refleja las mejores sensaciones de aquellos días en los que el ajetreo dio paso a la calma, pero se ha publicado meses después de aquel frenazo. “Estaba sin discográfica y armando el disco, además me gusta publicar discos más que canciones, así que no la publiqué”, dice su autor, Caïm Riba (Formentera, 47 años). Estaba convaleciente de una operación en la que se le extirpó un tumor muy agresivo que se lo podía haber llevado por delante, y en plena recuperación llegó el confinamiento. “Todos coincidieron en decirme que me tomase las cosas con calma, que es lo que hice. Me traje instrumentos a casa y seguí trabajando, pero con tranquilidad”. El disco, Llunes de Plutó, tercero de su discografía, ya está en la calle y se presenta el 9 de abril en Barcelona, el 10 en Fornells y el 11 en Tarragona.
Y es un disco muy vitalista, reflejo de cómo se toma la vida su autor: “Me cayó encima mucha mierda y no tenía ganas de recrearme en la desgracia, necesitaba alegría, esperanza y hacer música alegre, no introspectiva”, aclara. No se apunta a la trillada autoayuda ni al tópico de la reconsideración vital tras los sustos de salud: “La enfermedad no me hizo ver la vida de otra manera, más bien ha reforzado mi carácter”, prosigue antes de afirmar lo evidente: “Soy de los que no se ofuscan con los contratiempos y las desgracias, procuro aceptarlos y pensar que las cosas bien podrían ser peores”. ¿Pensó que podría morir? “Claro, procuré mentalizarme y acepté que podía morir, pensando que al menos no tenía 20 años y que ya había hecho bastantes cosas en la vida, entre ellas tres hijos”. En las letras del disco, esta aceptación esperanzada se refleja en canciones como Em sembla bé, donde afirma: “Sentir-me sol i caure malalt és pot ser el millor que tinc... i ja em sembla bé”.
Este es el tono general de un disco sin ambición más allá de una apabullante sinceridad que propone aceptar las cosas tal y como vienen por medio de canciones transparentes con el amor y la belleza como asideros. En estas composiciones Caïm toca todos los instrumentos. “Es un disco reflejo de lo que puedo hacer con mis medios, una mezcla de instrumentos acústicos y electrónicos, que es lo que siempre me ha atraído. Ahora se lleva mucho, pero yo lo hacía antes de que se aceptase”, afirma con orgullo un Caïm que, pese a su nombre, no puede ocultar su bonhomía: “Sí, me lo dicen, me dicen que soy demasiado bueno, pero he comprobado que eso no tiene premio”, dice, riendo. ¿Y cómo se lleva lo de llamarse Caïm? “De pequeño mal, muchas bromas en el cole, donde durante todo un año me llamaron Raïm”, dice, sonriendo, “pero de mayor muy bien, mucha gente dice que es un nombre bonito y desde luego es singular. He tenido que firmar documentos para declarar que no me ha supuesto ningún problema. Desde luego es menos pesado que ser hijo de Pau Riba, te cansas de que la gente se acerque a ti para explicarte una y otra vez batallitas que ya conoces. Al final les suelo decir: ‘Oye, que estás hablando conmigo, no con mi padre’”. Caïm se lo toma con relativismo, como todo en una vida cuya filosofía palpita en Llunes de Plutó, un disco sin dobleces.
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