La mirada de la Justicia
Lo que afecta a nuestra vida en realidad son la especulación de la vivienda, los alquileres inasumibles por los jóvenes y gente en general de pocos recursos y sueldos miserables
No creo que nadie piense que los chicos que salen a la calle a manifestarse estos días lo hacen en honor de las dotes artísticas del rapero que se hace llamar Pablo Hasél. Otra cosa son los incendiarios de contenedores, cajeros de banca, hurtadores de ropa de moda (y de lo que se les ponga a mano), estos son como los pirómanos que disfrutan con sus propias llamaradas destructoras. Si no, cómo tildar, si no es como disfrute, éxtasis, a esa pareja de enamorados fotografiados que se besan frente al fuego que acaban de colaborar a encender.
Unos evidentemente salen a la calle a manifestarse pacíficamente porque están rematadamente convencidos de que lo hacen en defensa de la libertad de expresión, cuando en realidad lo hacen contra todos los que hemos colaborado a votar a quienes los han dejado en la estacada de un presente negro y un futuro mucho peor (si alguien no lo remedia). Los otros, los chicos violentos (que no “niñatos”, como los calificó con enorme ignorancia sociológica la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso), son los que ya están rabiosamente instalados en aquel futuro que ya están sufriendo. Sea como sea, lo cierto es que ambos grupos han elevado a los altares del martirologio a un tipo irrelevante que ha usado su supuesta sensibilidad musical para ensalzar los tiros en la nuca y ver bien que a un torero lo masacre un toro justiciero.
Las performances del rapero son tan irrelevantes desde el punto de vista estético y ético que no creo que haya que seguir insistiendo en ello. Pero lo que no es irrelevante es que un sector de la Justicia española siga siendo la proveedora de argumentos para este estado de cosas, incluidas las condenas a los líderes del agotador procés. Y sobre todo, hasta ahora, tampoco es nada irrelevante que su actuación se centre tan inoportunamente en algunos asuntos y en otros no.
Daré dos ejemplos muy recientes que todavía están en nuestras perplejas retinas. En primer término, unos militares de alta graduación retirados hablaron de matar a 20 millones de españoles para resolver los graves problemas que acechan a España. Y no hace muchos días, una niñata (esta me parece que sí lo es, aunque la presidenta de la Comunidad de Madrid no le haya dedicado ninguna crítica) acusaba a los judíos de ser culpables. No concretó de qué son culpables, pero me temo que será por los mismos motivos por los que los consideraba culpables Adolf Hitler, motivos que estoy seguro que la niñata ignora, aunque no sé si ignora los cinco millones y medio de judíos gaseados en los campos de exterminio y los 60 millones de muertos en cinco años que causó la guerra mundial que inició su mentor ideológico. Es altamente probable que esta chica lo ignore todo. Si tuviera un conocimiento histórico exhaustivo de ello, quiero creer que nunca hubiera dicho lo terrible que vociferó como si estuviera entonando un rap.
La Justicia española todavía no tomó cartas en el asunto. Cuando lo haga, ¿quiero que la condenen como al rapero? ¿O a los que urdieron una independencia unilateral, ya que estamos? Todos ellos son culpables de palabras y hechos de una grave imprudencia, pero que no afectan sustancialmente a nuestra vida cotidiana, porque lo que afecta a nuestra vida en realidad son la especulación de la vivienda, los alquileres inasumibles por los jóvenes y gente en general de pocos recursos y sueldos miserables, los implacables desahucios, el asesinato de mujeres a manos de sus parejas, el poco presupuesto dedicado a la investigación, y ahora mismo el coronavirus. Si en lugar de ser la Justicia la que tuviera el protagonismo que tiene, fueran los ministerios de Economía, de Interior (corrigiendo las leyes que regulan la inmigración haciendo que los trámites fueran más flexibles y rápidos para insertarlos lo antes posible en el mercado laboral y evitar el trabajo en negro), un Ministerio de Justicia que debería acelerar la revisión de algunos delitos o garantizar la más amplia libertad de expresión, o de Cultura (ministerio al que no se le conoce ni se le espera, da toda la impresión).
Hay una teoría en el campo de la justicia que defienden algunos especialistas norteamericanos, que proponen que los jueces, a la hora de formular sus condenas, miren antes a los acusados, los miren bien a los ojos y traten de leer algo que les indique que no pueden ser culpables de lo que se les acusa. O sí, que pueden serlo sin ninguna duda. Si los jueces que sentenciaron a cárcel al rapero o los miembros del Tribunal Supremo que sentenciaron a los líderes independentistas hubieran mirado a los ojos de sus condenados, tendrían que haber visto en ellos a unos pobres mesías que no han hecho daño a nadie, salvo a ellos mismos.
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