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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Quince años después

El ‘procés’ no ha terminado y es urgente ponerle fin, no prolongarlo con componendas que no conducen a resolver el problema. El secesionismo no dará marcha atrás y se le debe obligar a rectificar

Francesc de Carreras
Arcadi Espada, en el acto de fundación de Ciudadanos, en 2005.
Arcadi Espada, en el acto de fundación de Ciudadanos, en 2005.Marcel·lí Saenz

Para sorpresa de muchos, y con sólo dos excepciones, los firmantes de un manifiesto hecho público en junio de 2005, y que un año después dio origen al partido Ciudadanos, han ratificado las ideas básicas que entonces expusieron y han considerado que dicho partido es quien mejor las sigue defendiendo.

¿Por qué se produjeron estas sorpresa? Quizás porque algunos de estos firmantes —entre los que me cuento— habían discrepado en público de la aplicación de estas ideas por parte de la dirección de dicho partido y, en consecuencia, a algunos no les cabe en la cabeza que, a pesar de ello, en su comunicado de la semana pasada, dichos firmantes manifestaran que Ciudadanos seguía siendo un partido útil y necesario para asegurar la imprescindible estabilidad en la política española y catalana.

Otorgar el voto a un partido no implica compartir la totalidad de sus decisiones políticas

Muchos acostumbran a confundir la crítica de ciertos errores con la traición y la discrepancia parcial con el rechazo total. Eso ha sucedido en el interior de Ciudadanos y sucede en todos los partidos: quien no está conmigo está contra mí o quien se mueve no sale en la foto. Sin embargo, lo normal entre personas con libertad de criterio debería ser que al otorgar el voto a un partido no sea necesario compartir la totalidad de sus decisiones políticas. Simplemente debería bastar la coincidencia con sus directrices básicas, ver el papel que pueda desempeñar en la actual coyuntura y, finalmente, sus probables alianzas con otras fuerzas tras las elecciones.

Esto es, me parece, lo que han considerado mis compañeros de fatigas en los tiempos iniciales de Ciudadanos al firmar el reciente comunicado y, en todo caso, esta es mi posición. Tras más de 15 años de aquel manifiesto, y viendo el panorama catalán, hay todavía más argumentos para considerar adecuadas las ideas y propuestas de Ciudadanos. Recuérdese lo que nos motivó a emprender aquella extraña aventura: el pacto de gobierno en Cataluña del PSC con ERC e Iniciativa —el famoso tripartito— cuya intención primordial, y casi única, era aprobar un nuevo Estatuto, obvia trampa, tal como después se ha visto, que dio lugar con el paso del tiempo a esta etapa negra llamada procés.

Desde entonces, la situación política ha cambiado, en parte a peor y en parte a mejor. A peor porque si se repite, como parece ser la intención inconfesada de los socialistas, otro pacto al que siguen empecinados en llamar de izquierdas, al modo que también se denomina de izquierdas el gobierno de Pedro Sánchez, el trío de partidos catalanes que pueden formar gobierno muestra muchos más riesgos que entonces.

Primero, porque IC, aunque algo teñido de nacionalismo identitario, era un partido, como demostraron sus dirigentes parlamentarios, incluso en septiembre y octubre de 2017, frontalmente opuesto a la secesión y, además, de carácter no populista. Quien ocupa hoy este lugar son los comunes, representantes de Podemos en Cataluña y que se muestran ambiguos en muchos aspectos pero, en especial, en el de la secesión. Segundo, porque Podemos está coaligado con el PSOE en el Gobierno central y los comunes son pieza importante del mismo: Castells como ministro y, especialmente, Assens como portavoz parlamentario. Por tanto, para mantener estos dos débiles gobiernos las cesiones mutuas, tan peligrosas, serían constantes.

Hay que buscar la alianza de las fuerzas unionistas que sepan frenar este insensato proceso

Pero la situación también es mejor porque en los últimos 15 años la sociedad catalana ha cambiado. Una parte de ella se ha fanatizado con el señuelo de la independencia pero otra ha tomado conciencia del daño que está causando el procés, de la decadencia económica de Cataluña, de los engaños de los dirigentes independentistas y del rechazo de los demás Estados de la Unión Europea y del mundo internacional. La independencia no sólo es un sueño imposible sino que el camino emprendido para llegar a ella ha resultado ya sumamente perjudicial.

Por ello los antiguos firmantes del Manifiesto de 2005 se han puesto fácilmente de acuerdo: el procés no ha terminado y es urgente ponerle fin, no prolongarlo con componendas que no conducen a resolver el problema. El secesionismo no dará marcha atrás por sí mismo sino que se le debe obligar a rectificar. De lo que se trata, en consecuencia, es de buscar la unión parlamentaria de las fuerzas políticas unionistas que sepan frenar este insensato proceso y devuelvan la normalidad a Cataluña. Tras 15 años, el papel de Ciudadanos sigue siendo decisivo.


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