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El Ayuntamiento vallará el Turó de la Rovira para frenar su deterioro

Se cerrará el conjunto de las baterías antiaéreas y las antiguas barracas y se dejarán abiertos los caminos perimetrales

Tres personas en uno de los espacios de las antiguas baterías antiaéreas del Turó de la Rovira.
Tres personas en uno de los espacios de las antiguas baterías antiaéreas del Turó de la Rovira.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)
Clara Blanchar

Descubierto hace unos años por los turistas, y durante el confinamiento por muchos barceloneses, el Turó de la Rovira es un estupendo mirador de Barcelona y está muchas veces repleto de gente. De día y de noche. Tanto es así que el conjunto de las antiguas baterías antiaéreas y los restos de barracas (habitadas hasta 1990) se están deteriorando. El Ayuntamiento de Barcelona ha aprobado inicialmente el proyecto para vallar el espacio. Está previsto que las obras se hagan el próximo verano, pero antes la iniciativa tendrá que pasar por el plenario.

El debate sobre qué hacer en un espacio como los antiguos búnkeres no es nuevo. El del Carmel es el clarísimo ejemplo de un enclave que pasó con discreción sus primeros años una vez fue arreglado, que acabó popularizado y que el turismo acabó masificando, con su consecuente deterioro. Los expertos en turismo hablan de que los espacios tienen una cierta “capacidad de carga”. Los grafitis en la zona son más explícitos: “Tourist go home”, ha pintado alguien en el recinto.

La solución es controvertida. Llegar hasta el punto de tener que cerrar el espacio público es una lástima, pero no hacerlo pone en peligro el patrimonio. Además, la masificación causa molestias entre los vecinos. Antes de la pandemia, en verano y los fines de semana había incluso lateros vendiendo cerveza a los presentes, afanados en dejar testigo de la visita en Instagram. La etiqueta #turodelarovira en la red social tiene casi 8.000 publicaciones.

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La asociación vecinal del Turó de la Rovira ve el cierre con muy buenos ojos. Pero otros vecinos, como los agrupados en la Plataforma de Viviendas Afectadas por el plan de los Tres Turons, lo rechazan y creen que hay otras formas de gestionar un espacio que se ganó para la ciudad hace unos pocos lustros.

El proyecto ejecutivo aprobado inicialmente por el Gobierno municipal tiene un presupuesto de 670.000 euros. Contempla cerrar el acceso a los últimos metros de la colina, el espacio que queda en el interior de los caminos que, cimentados, conectan con los diferentes accesos: la calle de Marià Labèrnia, Labèrnia, Turó de la Rovira y Mülhberg. En total habrá seis puertas y las vallas (de listones metálicos de dos metros de altura, como en algunas zonas del Park Güell) se cerrarían de noche, como en otras zonas verdes de la ciudad, y se podría caminar por el perímetro a cualquier hora.

Con todo, el horario y la gestión del cierre todavía se tienen que perfilar, apunta la concejal del distrito de Horta-Guinardó, Rosa Alarcón. “Si se cierra también durante algunas horas de día y quién hará el control de paso está por decidir, seguramente se encargará la empresa municipal BSM, como sucede en el Park Güell, pero en ningún caso será de pago”, aclara. Para visitar la zona monumental del parque ideado por Antoni Gaudí, muy próximo, hay que pagar entrada.

En una primera fase se vallará el perímetro que marcan los caminos actuales, los ya cimentados. En una segunda, el proyecto mostrado a la asociación de vecinos prevé también acondicionar un nuevo camino y colocar escaleras en la vertiente sur, la que mira al barrio del Carmel y que desciende hacia las calles del Turó de la Rovira y Gran Vista.

Incivismo

Desde la Asociación de Vecinos del Turó de la Rovira, Conxita Lozano celebra el proyecto de vallar el entorno. “Por los daños al patrimonio y por las molestias y el incivismo: pasan a cualquier hora, gritan, suben en moto, montan juergas... En verano, cuando había turistas, habíamos tenido algún incidente con ellos, uno incluso se cayó”, relata desde la misma calle de Marià Labèrnia, urbanizada en 2015.

El también vecino y portavoz de la Plataforma de Viviendas Afectadas por el plan de los Tres Turons, Fran Bernal, rechaza el cierre. “Los efectos negativos actuales no se pueden leer sin lo que ha pasado antes, la historia nos dice que el urbanismo nunca está al servicio de las clases populares. La administración promociona un lugar, sabe los efectos que tendrá y acaba consiguiendo que los vecinos pidan lo que se perseguía de inicio”, dice. Bernal recuerda que hay “otros espacios que se desalojan cada noche, como la plaza de les Dones del 36, en Gràcia, sin cerrarlos”. “No olvidemos que las baterías son un símbolo de la defensa antifascista y las libertades”, lamenta.

El espacio musealizado de las baterías, abierto tres días a la semana

En horario de invierno, el espacio musealizado de las baterías antiaéreas (donde se construyeron las plataformas de cuatro cañones, centro de mando, espacios para la tropa y los oficiales, duchas, baños y cocinas) abre los miércoles, sábados y domingos en horario de mañana. La visita es libre y desde la pandemia no hay recorridos guiadas, explican en el Museo de Historia de Barcelona, del que depende el espacio, inaugurado en 2011. La batería fue construida durante la Guerra Civil para intentar defender Barcelona de los ataques de la aviación fascista. Después de la guerra, las estructuras fueron aprovechadas para construir las barracas de los Cañones, que mira al Guinardó por el lado sur y al Carmel por el lado norte, y cuyos últimos habitantes se marcharon antes de los Juegos Olímpicos. La restauración del espacio patrimonial recibió el Premio Europeo del Espacio Público Urbano en 2012.



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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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