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Sobrevivir a guerras, inundaciones y virus

Casa Pijaume sigue, tras 145 años, dando un trato cercano a su clientela en la Rambla de la Llibertat de Girona

Leonor Sureda en Casa Pijaume, durante trabajó durante 48 años.
Leonor Sureda en Casa Pijaume, durante trabajó durante 48 años.Agusti Ensesa

En 1875 Vicenç Pijaume Soler, artesano hilador de 23 años, dejó Rupià y se trasladó a Girona, donde fundó Casa Pijaume, en el número 9 de la Rambla de la Llibertat. Empezó siendo una alpargatería especializada en espardenyes de vetes de cáñamo –de las que podía vender 150 al día a agricultores, a 0,70 céntimos, y duraban 20 días–, zuecos, cuerdas y cordeles. La cuarta generación sigue vendiendo las clásicas espardenyes, pero también zapatos para pies delicados y todo tipo de calzado para hombre y mujer, de moda cómoda. Casa Pijaume, entre la Rambla y el río Onyar, ha sobrevivido a guerras, inundaciones y, ahora, al embate del virus. Gracias a una fiel clientela esperan seguir abiertos muchos años.

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Can Pijaume era uno de los comercios más populares de Girona. Su privilegiada situación le ha permitido tomar el pulso a la ciudad durante 145 años. Hasta hace poco conservaban un cristal que fue atravesado por una bala en la Guerra Civil. Las cuerdas también tuvieron protagonismo. La bisnieta del fundador, Nuri, explica cómo su padre, Vicenç Pijaume Juanola, le contó que de pequeño su padre –el abuelo de Nuri–, Ramon Pijaume Vives, le decía: “Venga, vamos a la catedral”. Iba a cambiar las cuerdas del reloj. También reponía las del telón del teatro y amplió el negocio con material de pesca de río con redes que él mismo tejía.

Con Ramon Pijaume la tienda también acogió singulares tertulias entre médicos, clérigos, guardias civiles… “A veces había clientes que no entraban porque creían que estaba lleno, ¡y estaban de tertulia!”, exclama Nuri. “Sin teléfonos ni Internet, ¿qué iban a hacer? ¡Ir a la Rambla!”, dice, sonriendo.

Sin darse ni cuenta llegaron las suelas de goma y las deportivas. Era reacio al cambio, pero su nuera, Leonor Sureda, la Leo, quien le ayudó al frente de la tienda desde 1961, fue quien poco a poco y a escondidas –cuenta Nuri– modernizó el negocio y alquiló el número 13 de la Rambla. La chiruca substituyó al zueco. Leo despachaba y sus hijos comían en la trastienda, con vistas al Onyar. Han esquivado las crecidas del río varias veces. Los años siguientes el eje comercial dejó la Rambla.

En los ochenta tomaron las riendas del negocio Nuri y su hermano Vicenç, de 57 y 54 años, respectivamente. La cuarta generación. Él, en el número 9, y ella, en el 13. Siguen las cajas de zapatos forrando las paredes y el trato cercano y profesional que ha caracterizado a Casa Pijaume durante siglos. Entre su fiel clientela, el president Torra, el cantante Gerard Quintana o Francesca, que hace 60 años que compra sus zapatillas allí. También venden abarcas y mantienen la demanda de espardenyes de vetes –o “catalanas” como las llaman los franceses– para pastorets, sardanistas, etc. “No se han dejado de vender en 145 años, somos un referente”, dice la empresaria. La pandemia ha azotado los comercios de la Rambla y Argenteria. De los 80 un 25% se ha visto abocado al cierre y ellos han bajado un 50% las ventas. Está convencida: “El no tener empleados y pagar solo un alquiler nos ha permitido mantenernos”.

Están agradecidos a su clientela: “Hemos dependido de la gente de Girona y provincia que nos han recordado y han venido a comprar”, reconoce Nuri. El comercio sufre, pero unas tiendas más que otras. Las más afectadas son las que dependían de los turistas; las favorecidas, las de ropa del hogar, pijamas y ropa interior.

En la pandemia, Casa Pijaume ha ganado presencia en las redes sociales pero no venderán online. “Apostamos por el trato cercano, por no perder el de tú a tú. A veces entran por unos zapatos y me cuentan su vida. Quizás aquella persona lo necesitaba y le has hecho un bien”, dice Nuri. Además se pregunta: “Si no vamos a las tiendas y todo es por Internet, ¿qué se quiere, tiendas cerradas y calles vacías? Pues hagamos algo por el comercio local.”

“El futuro será la vacuna, que abrirá fronteras”, augura. Está segura de que “los turistas volverán y no será como antes. Por suerte, porque no íbamos bien”. “No quiero aquella turistada en autocares que solo atascaba wáteres y calles. En un día les hacían ir a

Girona, Olot, Banyoles y Besalú, ¿eso que es?”. Quiere un turismo más familiar, de amigos, de fin de semana. Cree que el virus quizás ha traído algo bueno, “el tan reclamado cambio en el sector turístico del Barri Vell”, y se alegra de que “los sábados que no puedan ir a las segundas residencias, la gente vuelva a la Rambla y recupere la vida para la ciudad”.

Año de apertura: 1875.

El producto más destacado de la tienda: Alpargatas de esparto.

Proyecto inmediato: Subsistir sin perder su esencia.

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