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La Sagrada Familia renegocia con el Ayuntamiento el pago de las compensaciones a la ciudad

La Junta Constructora del templo alega la caída del turismo para rebajar la aportación de 2020

Blanca Cia
La Sagrada Familia la semana antes del confinamiento en marzo de 2020.
La Sagrada Familia la semana antes del confinamiento en marzo de 2020.Carles Ribas

El templo de la Sagrada Familia está renegociando con el Ayuntamiento de Barcelona el pago de las compensaciones acordadas en el convenio suscrito en julio de 2019 por el impacto que tiene su actividad en la ciudad y de forma especial en el entorno inmediato. El acuerdo establecía que la Junta Constructora abonaría 36 millones de euros al consistorio a lo largo de 10 años. En 2019, el templo aportó 1,77 millones de euros, cantidad que suponía el 100% de lo que correspondía en esa anualidad. La de 2020 es la que se quiere renegociar y ajustar al número de visitantes en un año de pandmia.

Desde la Junta Constructora de la Sagrada Familia se apunta a que el pago de las compensaciones a la ciudad está ligado al “número de visitas” que recibe el templo y que esa era una de las condiciones que fijaba el convenio firmado. Lo que prevé el citado acuerdo, cerrado al tiempo de aprobarse el plan urbanístico de la Sagrada Familia, es que las aportaciones referentes al mantenimiento del transporte público “son revisables en función de la evolución del número de visitantes y de la disminución del déficit del transporte público, como consecuencia de una reforma del sistema tarifario o de cualquier otra circunstancia análoga”.

El Ayuntamiento de Barcelona reconoce que “la voluntad del gobierno municipal es concretar próximamente como se continúa desarrollando el convenio en diálogo con el templo”. El convenio estipula otras partidas a satisfacer por la Junta Constructora que no tienen que ver con el número de visitantes, sino con la ejecución de mejoras urbanísticas en el entorno —cuatro millones de euros— a la contribución por los gastos que la ciudad asume por la actividad del centro —300.000 euros anuales— y siete millones de euros como máximo cuando se ejecute una salida del metro dentro o en las inmediaciones del templo para descongestionar las existentes.

De los 1,77 millones aportados en 2019, 1,47 se destinaron al déficit del transporte público y 300.000 a gastos derivados de la actividad del centro, según precisa el consistorio. En lo que va de año, el templo ha recibido 680.000 visitantes, nada que ver con los 4,5 millones que tuvo en 2018. El ritmo empezó a disminuir paulatinamente en febrero, a la par que la pandemia iba avanzando en el mundo.

Las visitas se retomaron a partir de verano pero solo en las mañanas de los fines de semana. Además, la Sagrada Familia abrió sus puertas el 8 de noviembre en una polémica ceremonia de beatificación que le valió al arzobispo Juan José Omella un expediente de la Generalitat por convocar ese acto religioso

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Los responsables del templo vinculan las aportaciones a la vuelta a la “normalidad” de las visitas. Esto es, a la recuperación del turismo. Mientras eso no ocurra, la Sagrada Familia seguirá cerrada, aseguran portavoces de la Junta Constructora. El mínimo para cubrir los gastos diarios con el templo abierto requiere 600 visitantes que paguen la entrada. Los números de la Junta Constructora se han reajustado y del presupuesto inicial para 2020 que se había fijado en 103 millones de euros se ha pasado a otro de 17 millones. De hecho, ante la ausencia de ingresos la Sagrada Familia quiere mejorar su página web para hacer más visible el apartado de “donativos” y que los que quieran “expiar” sus pecados puedan hacerlo online.

El otro efecto del parón es la ralentización del ritmo de las obras que, de momento, solo siguen en los terrenos que tiene la Junta Constructora en La Galera, el recinto situado en el municipio de Gaia (Bages), donde se trabajan las grandes piezas que posteriormente se ensamblan en los talleres del templo. De hecho, los pocos trabajadores de la Sagrada Familia que siguen en activo son los que lo hacen en esos terrenos, además de un núcleo muy pequeño de otras áreas que se han ubicado en las dependencias de la sacristía, ya que las oficinas están cerradas. El 80% de los 110 trabajadores siguen en ERTE, según precisan portavoces de la Junta Constructora. También se ha producido alguna salida de miembros del equipo.

Las obras en el propio templo se iniciarán este enero con el ensamblaje de las piezas que acabarán conformando la Torre de Maria, la segunda más alta con 138 metros. De entrada, la Sagrada Familia prevé terminar esa torre y el remate que la coronará —una estrella de siete metros de altura formada por doce puntas de acero y cristal— a finales de 2021.

El parón forzado por la pandemia y la incertidumbre del reinicio del turismo hacen impredecible el final de la obra que hace solo un año se había planeado para 2026, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Antoni Gaudí. La masiva afluencia de visitantes en los últimos diez años había marcado un acelerado ritmo de las obras.

Pese a que las grúas están paradas desde hace meses, los vecinos afectados por la expansión del templo han reclamado al consistorio que convoque una reunión telemática de la comisión de seguimiento: “No entendemos por qué no se puede seguir con la discusión del futuro de la zona”, apunta Joan Itxaso, de la asociación de vecinos de la Sagrada Familia. La primera reunión de esa comisión —y única— se celebró el 5 de marzo, una semana antes del estado de alarma. En este sentido, el consistorio apunta que tiene la “voluntad” de recuperar el diálogo. De momento, sin fecha en el calendario.

Tampoco ha tenido ninguna noticia la asociación de afectados de la Sagrada Familia —los residentes en el tronco central de la calle de Mallorca frente a la fachada de la Glòria amenazada con ser derribada— del consistorio y no se ha producido ningún pronunciamiento del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) que admitió el recurso presentado contra el plan urbanístico.

Tiendas de ‘souvenirs’ en un barrio sin turistas

El barrio de la Sagrada Familia se sigue resintiendo de la ausencia del turismo aunque inexplicablemente casi todas las tiendas de souvenirs están abiertas. “Hay días que hacemos seis euros de caja pero abrimos porque es mejor estar aquí que en casa”, explica Anil, detrás del mostrador de uno de esos comercios de la calle de Mallorca. Como él, todos los comercios de recuerdos y un sinfin de camisetas con la silueta de la obra de Gaudí son casi los únicos que están abiertos en la parte de la calle de Marina más próxima a la basílica.

Por el contrario, gran parte de la restauración de la zona cuyo público consumidor era el turista de paso sigue con las persianas cerradas. Desde septiembre han abierto unos cuantos y algunos de los que han reabierto recientemente, como el restaurante Los Porxos, frente a la fachada de la Glòria, apuntan que han cambiado —y abaratado— los menús de mediodía para captar a los residentes y paseantes que, no obstante, se ven con cuentagotas.











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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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