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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El sueño de ERC es la pesadilla de Junts

Las dificultades para recomponer la alianza independentista abren la expectativa de un gobierno de izquierdas con hegemonía republicana, con los posconvergentes en la oposición

Enric Company
Pere Aragonès (izq.), Laura Borràs y Quim Torra, ante el Supremo el pasado mes de septiembre.
Pere Aragonès (izq.), Laura Borràs y Quim Torra, ante el Supremo el pasado mes de septiembre.Eduardo Parra / Europa Press

A la derecha nacionalista le está entrando el pánico a unas elecciones en las que puede quedar fuera del gobierno de la Generalitat. La recomposición de la actual mayoría independentista se hace cada día más difícil, si se ha de juzgar por el tono con el que los tres partidos que la forman desde 2012 se increpan entre sí y se acusan mutuamente de traidores a la causa. Si a Junts per Catalunya (o a sus fragmentos), Esquerra y la CUP les resulta imposible repetir la ya rota alianza de gobierno de 2017 y ERC se convierte el 14 de febrero en la primera fuerza parlamentaria ¿en qué posición queda la derecha independentista?

Borràs quiere evitar que ERC se empareje con el PSC y los comunes, y les deje en la oposición en el Parlament

Esta pregunta la respondió en parte Laura Borràs, la flamante candidata de Junts, el partido de Carles Puigdemont, cuando poco después de ser nominada anunció que tras las próximas elecciones al Parlament sus diputados apoyarán para la presidencia de la Generalitat al aspirante del partido independentista más votado. Si es el de ERC, se tragarán el sapo y le votarán. O sea, votarán al mismo Pere Aragonès a quien ahora le niegan el reconocimiento como presidente en funciones. Eso dijo Borràs sin añadir qué espera obtener a cambio de este eventual apoyo, salvo la preservación de su objetivo primordial: la mayoría parlamentaria independentista.

Pero la respuesta de Borràs no agota todos los aspectos de la cuestión. Si ERC sale de las elecciones la noche del 14 de febrero como primera fuerza parlamentaria, tal como apuntan los sondeos, deberá escoger entre las varias mayorías aritméticamente posibles. Una es la mayoría independentista, compuesta por los mismos partidos que ahora se declaran incapaces de seguir gobernando juntos. Otra es la mayoría de izquierdas. No es fácil, pues implica aceptar una oposición independentista, algo que desagrada profundamente a los republicanos. ¿Qué escoger? Para alcanzar la presidencia de la Generalitat y formar un gobierno de izquierdas al candidato de ERC le bastaría sumar los diputados del PSC y de los comuns a los de su propio partido. Resulta obvio que el objetivo perseguido por Borràs al ofrecer su apoyo incondicional a ERC es no quedar fuera de juego. El mal menor sería para Junts apoyar desde el Parlament a un gobierno de ERC en minoría, pero anclado en el campo independentista. Es decir, evitar que ERC cambie de aliados, se empareje con el PSC y los comuns y les deje en la oposición.

En este punto es donde las elecciones del 14 de febrero adquieren un carácter singular, pues ofrecen una perspectiva inédita desde 1980. Esta es la primera ocasión en que la derecha nacionalista catalana puede ser apeada del gobierno de la Generalitat por una alternancia crecida a su propia sombra. El sueño dorado de ERC: volver a ser la izquierda de gobierno en Cataluña, tras haber sido socio secundario tanto con la derecha como con la izquierda. Si se parte de lo que los sondeos señalan desde hace meses, la combinación política aparentemente más fácil sería la de un gobierno de ERC en minoría con apoyos parlamentarios pactados en la investidura del presidente de la Generalitat. Puede ser un gobierno de uno, dos o más partidos. Dada la inmediatez del precedente en el tiempo y en el espacio se le puede denominar “fórmula Pedro Sánchez”.

La combinación política aparentemente más fácil sería la de un Ejecutivo de Esquerra en minoría

Imaginar este escenario es una pesadilla para los exconvergentes. El nacionalismo catalán se ha caracterizado desde 1980 por una fuerte patrimonialización de la Generalitat y su administración. Los pujolistas se sentían en el gobierno catalán como en su casa y ese sentimiento ha perdurado en las derivaciones de CiU que, a fin de cuentas, es lo que mejor define a Junts. Para ellos, perder el gobierno es como si les echaran de casa. De ahí el pánico que se entrevé en sus dirigentes cuando hablan de si la pandemia impedirá o no que se celebren elecciones el 14 de febrero. Estas elecciones son el cáliz que no desean beber.

La experiencia de los gobiernos de izquierdas con los presidentes Pasqual Maragall y José Montilla mostró que ERC tiene enormes dificultades para aguantar la presión ejercida sobre ella por la derecha nacionalista desde la oposición. Esa presión ya ha comenzado otra vez, sobre todo a raíz de la decisión de los republicanos de votar, hace casi un año, a favor de la investidura de Pedro Sánchez y, aumentó de volumen la semana pasada cuando apoyaron en el Congreso los presupuestos del Estado para 2021. Crecerá. Es la última carta del expujolismo.

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