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Triunfa, a pesar de los recortes, el ‘Don Giovanni’ del Liceo en ‘versión Covid-19’

Josep Pons imprime fuerza a un montaje de Christof Loy defendido por notables voces y una orquesta en plena forma

Una escena del 'Don Giovanni', el sábado en el Liceu.
Una escena del 'Don Giovanni', el sábado en el Liceu.Jordi Vidal (Getty Images)

Entre las más inesperadas consecuencias de la pandemia, quedará en el historial del Liceo la versión recortada de Don Giovanni presentada el sábado con dirección escénica de Christof Loy y musical de Josep Pons. Es la primera ópera escenificada de la temporada y tenían a punto la versión vienesa de la genial ópera de Wolfgang Amadeus Mozart con libreto de Lorenzo da Ponte, pero tuvieron que podar 15 minutos de la partitura para acabar la función a las once de la noche, como marca la nueva normativa de la Generalitat. Queda raro Don Giovanni en esta versión Covid-19 que, con pena y resignación por los recortes, triunfó por su calidad musical y teatral.

La función acabó justo un par de minutos antes de la once, entre aplausos de un público que fue abandonando el teatro de forma ordenada y rápida. La pandemia también se ha llevado por delante esos cambios de impresiones que los espectadores mantenían antaño a las puertas del teatro. Toca salir pitando, y con el toque de queda a la vista la situación será peor.

Tras el estreno en Praga, en 1787, Mozart y Da Ponte presentaron en Viena en 1788 una versión retocada y ampliada de Don Giovanni, con un aria alternativa para Don Ottavio (Dalla sua pace) y otra nueva para Donna Elvira (Mi tradì). El plan de choque contra los rebrotes lo ha trastocado todo y, en su regreso al Liceo, el dramma giocoso mozartiano ha quedado seriamente afectado.

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Una vez descartada, por problemas logísticos, la posibilidad de adelantar a las siete el inicio de las funciones -el Liceo estudia hacerlo en los próximos títulos-, no quedaba otra que echar mano de las tijeras para abreviar el segundo acto y reducir la duración del descanso a veinte minutos para dejar el espectáculo en tres horas. La poda se ha llevado por delante algunos recitativos, el poco frecuente duettino entre Zerlina y Leoporello, la gran aria Mi tradì y la escena final. Un significativo sacrificio para salvar una función que, a pesar de todo, brilló en el foso y en la escena.

El barítono Christopher Maltman triunfó dando vida al obsesivo seductor con gran intensidad vocal y rotundos acentos, bien secundando por el óptimo Leoporello del barítono-bajo Luca Pisaroni, que domina todos los registros del papel. La soprano Miah Persson, que debuta el papel de Donna Anna, sale airosa con una voz atractiva y buena línea. La soprano Véronique Gens, habitual Donna Elvira en los últimos montajes liceistas, borda el retrato del personaje, pero la voz acusa el paso del tiempo.

Muy elegante el tenor Ben Bliss en el dificil papel de Don Ottavio (otra pena, no canta Il mio tesoro, que no figura en la versión de Viena) y de gran belleza vocal y expresiva la Zerlina de la soprano Leonor Bonilla, que forma una deliciosa pareja con el barítono Josep Ramon Olivé como musical Masetto. El bajo Adam Palka completa el reparto como convincente Commendatore y el coro del Liceo, con mascarillas y guardando las distancias, resuelve bien sus intervenciones.

La transparencia en las texturas orquestales, con unos efectivos reducidos en el foso, es uno de los logros de Pons en su ágil y flexible lectura, con tempi rápidos y fino equilibrio entre recitativos -magnífico Dani Espasa al clave, ubicado en un palco lateral-, arias y conjuntos. Con el foso elevado, el equilibrio es más dificil, pero la orquesta responde con precisión y sentido camerístico .

Desde la obertura, en la que vemos al libertino en un duelo a capa y espada, el montaje de Loy, procedente de la Ópera de Fráncfort, muestra un Don Giovanni en horas bajas, incapaz de culminar sus conquistas, irritado y envejecido, con la compañía de su fiel criado Leoporello, en tantos aspectos igual de crápula y misógino que el burlador de Sevilla.

Loy explora la personalidad y psicología del protagonista en un montaje con ingeniosos hallazgos y una eficaz escenografía que usa un telón rojo caído para crear espacios en un vetusto salón con portones, vigas y techo ruinoso. El vestuario de época sería ideal para montar El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, la obra que da alas al mito de Don Juan

Como los bares siguen cerrados, no hay servicio de cátering y el descanso, reducido a veinte minutos, no logra evitar las colas en los lavabos. Y eso que se invita a los espectadores a permanecer en la sala para limitar la movilidad. Como consuelo, los pacientes espectadores se pueden entretener viendo los cambios de escena a telón abierto. Otra curiosidad más en este extraño Don Giovanni, en “versión Covid-19”.

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