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El nuevo candidato que siempre estuvo allí

Fundador de Ciudadanos, Carrizosa será cabeza de lista después de 14 años de militancia

Carrizosa, en un momento del Pleno sobre la Monarquía de la pasada semana.
Carrizosa, en un momento del Pleno sobre la Monarquía de la pasada semana.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)
Àngels Piñol

Hace mes y medio, Carlos Carrizosa, de 56 años, aseguraba en una sala del grupo de Ciudadanos en el Parlament que no se presentó a las primarias de hace un año para ser candidato a las elecciones autonómicas porque consideró y consideraba que Lorena Roldán era un buen cartel electoral y que les representaba a la perfección. “Dio un paso adelante y estoy encantado. ¿Que qué haré la próxima legislatura?”, afirmó repitiendo la pregunta. “Estaré donde mi partido me diga”. La dirección, de la que forma parte, acordó el miércoles nombrarle candidato ratificando así la existencia de un debate interno desde hace meses sobre la conveniencia o no de mantener a Roldán en el puesto.

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Tras la marcha de Inés Arrimadas del Parlament, en febrero de 2019, Albert Rivera decidió investir a Roldán, diputada por Tarragona, ducha en las tertulias, como sucesora de la jerezana, en un intento de calcar la operación que catapultó a la ahora líder del partido. La imagen fue elocuente y Rivera apareció escoltado por las dos políticas en el arranque de la precampaña de las elecciones generales de abril de 2019 en Barcelona. Fiel escudero de Arrimadas, Carrizosa pasó entonces de ser portavoz del grupo a líder de la oposición en la Cámara, y fue extraño que no se postulara a las primarias que se celebraron ese verano. En el partido algunos dicen que renunció para no contrariar a su amigo Rivera y que ahora el orden de las cosas ha vuelto a la lógica, pese a que Roldán logró el 80% de votos en una votación que la enfrentó a una decena de militantes desconocidos.

Caricatura de Carrizosa.
Caricatura de Carrizosa.Agustín Sciammarella

Fundador de Ciudadanos y abogado, Carrizosa, que lleva desde hace años una pulsera naranja en la muñeca, es el único político del núcleo original del partido que no ha hecho las maletas para irse a Madrid, a diferencia, por ejemplo —ya al margen de Rivera y Arrimadas—, del diputado José Luis Espejo-Saavedra o en su día del exdiputado Fernando del Páramo o del que fuera secretario de organización Fran Hervías. El ahora candidato dice que se repartieron los papeles y que él asumió que su misión era quedarse en Barcelona y defender el constitucionalismo. Militante desde 2006, logró el escaño en 2012 y lleva casi ocho años siendo un airado azote del independentismo.

Con un verbo ácido y a veces muy bronco en el hemiciclo, Carrizosa es el hombre que controla el partido en la sala de máquinas, que dirige el grupo con mano de hierro, y sin duda uno de los ideólogos y estrategas de la formación. Muchos le atribuyen la idea de fraguar una alianza constitucionalista en Cataluña con PP y PSC, una propuesta inspirada en el pacto que socialistas y populares sellaron en el País Vasco en su día para desplazar al PNV del poder. Sus airadas batallas con la expresidenta Carme Forcadell, ahora en prisión condenada por sedición, o con Roger Torrent, el actual presidente, han sido tensas —llegó a ser expulsado del hemiciclo— y de alto voltaje. Con su gesto típico de abrirse las gafas por el puente, no ha tenido problema en tildar a Quim Torra de “peligro público”, de dar un manotazo y tirar al suelo un lazo amarillo de un escaño o arrancar otros colocados en la calle.

Amante del derecho y de ir en bicicleta, padre de tres hijos, la oportunidad ha llamado a la puerta de este hombre de trato amable y cercano que tiene el reto de evitar la caída de su partido en Cataluña. Suman 36 escaños y algunos sondeos apuntan a que pueden perder la mitad. Ciudadanos ha ido dilapidando su capital desde que ganó las elecciones autonómicas en 2017: solo tiene dos diputados en Madrid y ninguna alcaldía. Pese a ello, Carrizosa cree que van al alza y que las autonómicas son otra liga en la que se dirime si se quiere o no más procés. No pide al secesionismo que abjure pero sí que asuma la legalidad, mientras él alienta una complicadísima alianza constitucionalista para derrotarlo.

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