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Orwell y Auden, ardiendo en la Guerra Civil

Un estudio disecciona el duro impacto que el paso por la contienda tuvo en la vida y la obra de los dos escritores ingleses

Carles Geli
George Orwell, hacia 1930.
George Orwell, hacia 1930.

Mientras una bala fascista atraviesa el cuello de George Orwell en el frente de Aragón, aparece publicado Spain, de W. H. Auden, quizá el poema más famoso de la Guerra Civil española. El mismo día, sí: el 20 de mayo de 1937. Ahí se cruzan las experiencias de dos de los más rutilantes nombres de las letras inglesas con el conflicto del momento. Casi estuvieron a punto de hacerlo también físicamente: el bardo pasó fugazmente por Sariñena, cerca de las posiciones donde estaba el futuro autor de 1984.

A Orwell no le gustó nada esa composición de su compatriota destinada a recaudar fondos para la Spanish Medical Aid, unidad de ayuda humanitaria al ejército republicano impulsada por el Partido Comunista inglés. Lo tachó de “amoral” porque en uno de los versos (“la aceptación consciente de culpa en el asesinato necesario”), el hombre que vivió la persecución de los militantes del POUM y la desaparición de Andreu Nin por agentes soviéticos notó el para él pútrido aliento de la doctrina comunista estalinista. Auden, que ya estaba incómodo con su papel de poeta comprometido, modificó el poema en posteriores antologías, ya marcado por el también famoso verso “Hoy, el combate” (eco del eslogan comunista que anteponía la guerra a la revolución); puso luego “el hecho del asesinato”, pero, aún insatisfecho, dio órdenes de que no volviera a publicarse jamás.

En mayor o menor grado, ambos pasaron por la Guerra Civil española y ninguno de los dos salió indemne. Parafraseando unos versos precisamente de Auden de 1935, el profesor de literatura inglesa de la Universitat Pompeu Fabra Miquel Berga lo analiza en Quan la història et crema la mà (Tusquets; también en castellano), por su justa erudición y claridad anglosajonas, inusual ensayo donde entrecruza vida y obra de ambos a través del cristal de aquella contienda.

En diciembre de 1936, Orwell va a París para recoger los papeles que le permitan entrar en España. Se encuentra con Henry Miller, que cuando sabe de sus planes de alistarse voluntario para luchar contra el fascismo, le llama “boy scout idiota”, si bien le regala un buen abrigo de pana. Pero el inglés, ya mayorcito (33 años), está en el tercero de sus “viajes expiatorios” como los bautiza Berga, tras escribir sobre la marginalidad en París y Londres y convivir con los mineros del norte industrial de Inglaterra, de donde saldrán textos que anticiparán el documental realista. Purga así su exquisita educación en Eaton y el demonio de ser hijo de funcionario inglés en la India, instrumento de la explotación imperialista.

Cuando el Fets de Maig de 1937, está en Barcelona, con su primer permiso tras cuatro meses en el frente: quiere ver a su mujer, Eileen, que le ha acompañado, y pedir alistarse a las Brigadas Internacionales para combatir en posiciones más activas que la de Aragón. Constatar la purga del POUM por los comunistas de la línea soviética le lleva, por solidaridad, a repensarse el cambio de destino y vuelve con sus compañeros de partido al frente, donde al poco será herido. Tras salvarse de milagro y descubrir que la policía les tiene fichados por “pronunciados Trotzskistas” y “agentes de enlace” del POUM, la pareja pasará discretamente la frontera por Portbou como inocentes turistas inglesas.

Homenaje a Cataluña se publicará el 25 de abril de 1938, embrión literario y político de 1984, para siempre obras ya de denuncia de un sistema totalitario que sólo busca la destrucción del espíritu humano y la igualdad fraternal, gritos de alarma sobre la gestión de la verdad que hacen las dictaduras, de Hitler a Stalin. Orwell regresará de una Cataluña que marcará su vida y su obra literaria posterior y su posición como intelectual “convertido en pacifista, un antimilitarista”, sostiene Berga, que cree que solo rompe esa que habrá escrito… en mayo de 1937. Las dudas íntimas se difuminan. “Pasadas las calenturas del marxismo y el freudismo”, cree Berga, Auden reencontrará la fe cristiana y buscará en los años 50 cómo ayudar con su poesía a la regeneración moral de una sociedad que ha de reconstruirse tras el horror de la IIª Guerra Mundial. Orwell y Auden pasaron por la España de 1936 y no solo se quemaron la mano, sino también el espíritu.

W. H. Auden.
W. H. Auden.

La caída de Barcelona, el 26 de enero de 1939, pilla al matrimonio Orwell en Marruecos porque el escritor requería un clima seco (y económico: los 1.500 ejemplares iniciales de Homenaje… no se agotaron hasta 1950, cuando ya estaba muerto) para curar su tuberculosis. Auden tampoco está en su país, sino entrando en el puerto de Nueva York, donde ha acudido con su amigo y amante ocasional juvenil Christopher Isherwood. Huye para cerrar la brecha entre lo que siente, su poesía, y su necesidad de ser un intelectual engagé, el deber de participar en todo debate público en la convulsa Europa de los años 30. “Probablemente seré un soldado desastroso, pero ¿cómo puedo hablar de ellos o para ellos sin serlo?”, se pregunta en una carta a una amiga para justificar que quiere ir a la Guerra Civil española por las mismas fechas que Orwell, en diciembre de 1936.

El frente, tras hablar con sus padres y amigos, será sustituido por la conducción de ambulancias, labor que tampoco llevará a cabo. En realidad, Auden no verá ni oirá casi una bala: estará en España apenas dos meses, entre el 13 de enero y el 2 de marzo de 1937. En el frente de Aragón, el punto de pulsión suicida, de querer la muerte, desaparece: las imágenes de las iglesias quemadas en la zona republicana le quedarán en la trastienda de la memoria y reforzarán la incomodidad posterior de los versos militantes de un Spain que habrá escrito… en mayo de 1937. Las dudas íntimas se difuminan. “Pasadas las calenturas del marxismo y el freudismo”, cree Berga, Auden reencontrará la fe cristiana y buscará en los años 50 cómo ayudar con su poesía a la regeneración moral de una sociedad que ha de reconstruirse tras el horror de la IIª Guerra Mundial. Orwell y Auden pasaron por la España de 1936 y no sólo se quemaron la mano, sino también el espíritu.

Fumadores y poco duchos en el amor

De la lectura de 'Quan la història et crema la mà' también puede desprenderse que George Orwell y W. H. Auden tuvieron vidas paralelas en lo íntimo. Ambos fueron, según Miquel Berga, fumadores obsesivos de aquellos que contaminaban su olor corporal y su ropa. Y tampoco fueron muy duchos o felices del todo en la vida sentimental. El creador de '1984' quiso mantener un matrimonio abierto con Eileen O’Shaugnessy, licenciada en literatura inglesa y en psicología, con tutores como C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien. En esa relación abierta que quería su marido, en una demostración de la compleja vinculación con las mujeres toda su vida, sólo consiguió que ella mantuviera un romance con un belga, Georges Kopp, del POUM, jefe de Orwell en el frente. Apenas estuvieron casados nueve años y solo pudieron disfrutar juntos uno de la adopción de un hijo, ya que Eileen falleció en un quirófano: era alérgica al cloroformo. Ella le ayudó en la redacción de 'Homenaje a Cataluña' e informa Berga que el título de '1984' respondería a un poema de juventud de Eileen.

Auden encontraría el amor de su vida en EE UU en la figura de aire andrógino de Chester Kallamn, quien siguió flirteando siempre con todo el que se le cruzara, por lo que el poeta mutó, “en resignación cristiana”, como dice con humor el autor, su amor y su vocación matrimonial en un rol paternalista tipo Pigmalión.

 

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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