El rastro del abuelo miliciano que fue a Mallorca
La Generalitat busca a familiares de los catalanes muertos en la expedición del capitán Bayo durante la Guerra Civil
Àngels Regàs nunca supo qué le ocurrió al avi Joan. “En casa decían que, durante la guerra, se había subido a un barco rumbo a Mallorca”. Lo sensato era pensar que había muerto, claro. Pero nadie lo sabía con seguridad. “Como nunca volvió…”, murmura. Tuvo que conformarse entonces con los retazos de vida que le contaron del abuelo: que había nacido en el barrio de Horta de Barcelona, que trabajaba en La Maquinista (ahora un centro comercial), y que dejó viuda y tres hijas; una de ellas, su madre, que entró a los once años en la Fabra i Coats: “Era tan bajita que tenían que ponerle un cajón para llegar al telar”, sonríe Regàs.
El destino borroso del abuelo se convirtió para Àngels en una obsesión cada vez más poderosa. El año pasado superó un problema de corazón y se jubiló. Y se propuso seguir su rastro. Ni siquiera sabía el segundo apellido cuando se plantó en la sede de la dirección general de Memoria Democràtica de la Generalitat y, ¡bingo! “El funcionario venía temblando para decirme que lo había encontrado. Y yo me puse a llorar… Vaya escena montamos”.
Àngels supo entonces que su abuelo, Joan Farrès Borràs, fue un afiliado de Estat Català y de la UGT. Que se embarcó en una expedición militar que pretendía recuperar Mallorca para la República. Que murió en el desembarco en Porto Cristo el 16 de agosto de 1936. Y que, con toda probabilidad, fue enterrado en una fosa común. “Al menos sé que está muerto. A veces me angustiaba pensar que su barco se había hundido y estaba en el fondo del mar”.
Gonzalo Berger, historiador de Barcelona que ha estudiado esa fallida expedición de reconquista, consulta la ficha del avi Joan. “Por las fechas, veo que murió muy al principio”. El 16 de agosto, las tropas al mando del capitán Alberto Bayo desembarcaron al este de la isla. Con la toma de Mallorca, los milicianos pretendían “asegurar el control marítimo en el Mediterráneo” y desactivar la amenaza de un ataque aéreo; un temor que se confirmó, poco más tarde, con los intensos bombardeos con los que la Aviazione Legionaria de Mussolini castigó Barcelona.
Las tropas de Bayo, que acabada la guerra se convertiría en instructor de ilustres guerrilleros -entre ellos, ni más ni menos que Fidel Castro-, se desplegaron en un frente de 15 kilómetros ente Porto Cristo y la sierra de Son Servera. Pero que nadie imagine un desembarco al estilo de Normandía. “Al principio había poca intensidad de fuego [mosquetones, algo de artillería, cuatro hidroaviones] y las fuerzas estaban equilibradas”. En uno de esos primeros combates murió, con toda seguridad, Joan Farrès. Tenía 32 años y era uno de los integrantes de la Columna Zapatero, compuesta según los estudios de Berger por “tres centurias de Estat Català, una de ERC y seis del PSUC”.
La expedición fue un rotundo fracaso. Bayo y sus milicianos recibieron la orden de retirada del Gobierno de Madrid y el 3 de septiembre, “en cuestión de horas y en plena noche”, tuvieron que subir a los barcos bajo la amenaza de quedar a merced del enemigo: 45 milicianos (cinco de ellos, mujeres) no llegaron a tiempo y fueron fusilados. Los combates dejaron entre 200 y 300 muertos, probablemente enterrados en fosas comunes: en una de ellas, a pie de playa (la del Riuet de Porto Cristo) es posible que estén los restos del avi Joan. Gonzalo Berger advierte de que la señalización de hasta cuatro fosas en la costa oriental es una conjetura que no se ha podido verificar porque “aún no se ha excavado”.
Las esperanzas de hallar las fosas son escasas. Pero hasta que no se abran, es difícil saberlo”, admite Gemma Domènech, directora general de Memoria Democràtica. La Generalitat busca familiares que estén dispuestos a someterse a pruebas de ADN para que, si más adelante se ejecutan los trabajos de excavación, sea posible identificar los restos. Se han hallado 13 familiares de los 192 milicianos plenamente identificados hasta ahora. Serán citados en el hospital Vall d’Hebron cuando pase la emergencia sanitaria. “Recuperar los huesos es de nota, pero saber lo que pasó, poner luz a las historias familiares… eso ya da mucha tranquilidad”, insiste Domènech.
Àngels se da por satisfecha, pero ahora que ha empezado a saber quiere más. Iba a comprar un billete de avión a Mallorca para pisar la tierra donde luchó su abuelo. El virus le frenó. “Tengo curiosidad. Puede que más adelante…”
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