Adiós a nuestro Luis Racionero
El escritor supo vivir en plenitud. Hombre del Renacimiento,poliédrico, visionario, culto y ensayista
Nos ha dejado en primavera Luis Racionero. El contraste entre el Cadí nevado con los prados esmaltados de violetas, ya conmovía a Cercamón —un pseudónimo del autor —, que persiguió siempre el sentido profundo de un mundo que recorrió sin olvidar nunca el reclamo ancestral de nuestras montañas. Nació en la Seu d’Urgell el 1940, hijo de militar y de la joven de Ca l´Andria, familia propietaria del hotel del mismo nombre.
Luís Racionero ha sabido vivir en plenitud. Hombre del Renacimiento, poliédrico, visionario, de vastísima cultura, escritor y ensayista. Esteta de mirada inteligente y pícara. Escéptico, contradictorio y hedonista, de amena conversación que no rehuía nunca la polémica. Espíritu libre, poseía una personal escala de valores y, claro, una singular visión del mundo. Un mundo y una sociedad, la catalana y la española, que enriqueció con vigorosas pinceladas fruto de su peculiar fusión de las corrientes contraculturales que bebió en Berkeley y de las filosofías hindú y china.
El año 1988 pasó un mes en China visitando templos taoístas y buscando su personal iluminación. Se identificaba con la filosofía china, que no persigue la verdad a través de la lógica y la metafísica, sino por el conocimiento de la vida. Recordaba al gran Lin Yutang como un hermano mayor, cuando cuestionaba todo el pensamiento europeo: “Las grandes filosofías de Occidente ni han empezado a comprender qué es la vida”. Y vio que si hay un país capaz de hacer la síntesis de capitalismo y socialismo, como ya hizo de budismo y taoísmo —el budismo “chan”, o “zen”— es la China, anclada aún en la unidad de contrarios, el yin y el yang. No hay principio de contradicción, norma básica de la lógica aristotélica, sino que una cosa deviene la contraria: “La noche empieza a mediodía”, como recordaba a menudo Luís.
Tenía también una sólida formación técnica: era ingeniero industrial, economista y urbanista. Precisamente como urbanista dejó profunda huella en La Seu d’Urgell. Redactó el estudio económico del Plan General de Ordenación Urbana encargado al arquitecto Balcells Gorina, que aprobó el nuevo ayuntamiento democrático el 1980 y fue el primer plan de urbanismo con el visto bueno de la Generalitat restaurada. Sus líneas básicas son aún vigentes: el respeto al Plan de Ensanche de 1927 del arquitecto Bergós, la alta calidad de las nuevas extensiones urbanas, y la preservación de los terrenos agrícolas y forestales y, por lo tanto, del bello paisaje de montaña.
Concibió también el claustro moderno del Parc del Valira conocido por su nombre. La idea fue genial: construir una versión contemporánea del claustro de la catedral, contraponiendo los mitos positivos (y negativos) del año 1000 esculpidos en los capiteles románicos, con los mitos del año 2000. Él y el escultor Cusachs dejaron para la posteridad en los nuevos capiteles las figuras de Woody Allen, los hermanos Marx, Rita Hayworth, Sofía Loren, Bach, Beethoven, los Beatles, Freud, Gaudí, Josep Pla, etc. El Claustro Racionero es una inesperada y refrescante sorpresa para los visitantes.
Desde el balcón más alto de su vieja casa de Estamariu pasaba horas contemplando el Cadí, donde percibía la que consideraba la verdad más profunda: “La sabiduría no viene de los libros, sino del gozo y la sumisión apasionados a la Naturaleza”.
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