Ir al contenido
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hay tres salidas

En Madrid vas por la calle dándole vueltas a un asunto periodístico y de pronto viene hacia ti Iñaki Gabilondo sonriendo, en plan “cuénteme lo que necesite”

Manuel Jabois

El primer día del juicio salí del Tribunal Supremo en mitad de la mañana dándole vueltas a todo aquello, un poco aturdido por el encargo, cuando en la calle Barquillo me encontré a Iñaki Gabilondo. Madrid es una ciudad de locos. Le estás dando vueltas a un asunto periodístico y de repente viene hacia ti Iñaki Gabilondo sonriendo. Como cuando nos sabes qué comprar en el Zara, pero en el Zara de la actualidad política. Claro que sí. A veces pienso que estas cosas las tiene preparadas el Ayuntamiento para los que somos de fuera. Llego a tener hambre y sale de un taxi Alberto Chicote. Le conté a Gabilondo de dónde venía y lo que me preocupaba. Le hablé de la crisis institucional, de la falta de confianza del ciudadano en la justicia, de las grietas visibles en los pilares democráticos, todo estaba mal. Casi le cojo del brazo para no desvanecerme: “Perdona, es por España”. “Hay tres salidas”, dijo. Saqué la libreta azorado, sin creerme la suerte que tengo. “Tierra, mar y aire”, dijo. “Bueno, a ver”, pensé haciendo el mismo aspaviento que Rajoy cuando le soltaron una pregunta en inglés.

Quizá infravaloré el diagnóstico. De hecho, no lo conté hasta este jueves, mientras transcurre la última sesión del juicio y las partes, acusación y defensa, establecen los hechos, montan y exhiben el relato. Es tremendo ser juez. En Trainspotting, el libro de Irvine Welsh, juzgan a uno de los heroinómanos, Spud, y al juicio asiste su amigo Begbie, un violento psicópata que escucha las razones jurídicas con los ojos muy abiertos y se gira hacia Renton, el protagonista: “Hay que tener un puto seso para ser juez”. Recuerdo siempre esa frase, la leí a finales de los 90 y ahí sigue cada vez que veo a un juez. No por su lenguaje, sino por el trabajo final, el más delicado: creer. Cuando no hay pruebas de cargo, ni confesión, cuando se escuchan las dos versiones y ambas arman sus relatos con hechos probados inclinándolos cada uno a su lado, ¿a quién crees?, ¿quién te convence? ¿Tan clamorosos eran los indicios en la instrucción como para poner ahora a decidir si alguien entra en la cárcel a unos señores que tienen, básicamente, que fiarse o no de otros? Ya, eso es juzgar. Por eso hay que tener seso.

Por la mañana, los abogados de la acusación elaboran su historia. Es el momento de la elocuencia, de la persuasión. El abogado Gabriel Rodríguez Ramos, que representa al denunciante, González Amador, cuando tiene algo poderoso (el borrado del móvil por parte del FGE) gesticula admirado, en plan aquí tenemos la pistola humeante. Luego hay momentos valle, claro, esos que una tía mía describía con una expresión detestable: pichipachá. Pero son divertidos, porque el abogado tiene que mantener el ritmo acusatorio, y eleva la voz en asuntos que no merecen tal tono. Se ve mucho en las películas: “Y aquel día, después de ponerse su abrigo azul, salió a la calle”. Y todo el mundo mirando el abrigo azul, en plan “qué dice este señor”. Es brillante el abogado de González Amador, o al menos concienzudo y persistente. No era una obra fácil pero consiguió puntos valiosos, también de testigos. El abogado de Manos Limpias, que fue el tercero o cuarto que habló de la acusación, tiene ahora un papelón por delante. Curioso esto de los abogados de una parte: compiten entre ellos, como en McLaren. A ver quién se anota un gol, a ver quién encuentra una grieta, a ver quién da con la tecla. El joven letrado de Manos Limpias es listo: ve el percal y dedica con generosidad palabras a los otros abogados, los mira con respeto, se emociona tanto que casi pide su absolución. Sus compañeros lo miran entre la condescendencia y el espanto.

Por la tarde, la defensa del FGE insiste en las líneas conocidas y defiende una profesión en el disparadero por, paradójicamente, dos grandes exclusivas. Los periodistas José Precedo y Miguel Ángel Campos declararon haber tenido el email filtrado, físicamente, antes de que lo tuviese el fiscal general del Estado. También accedieron al contenido varios veteranos periodistas de investigación. Los imagino mintiendo en el Tribunal Supremo comprometiendo una carrera profesional de décadas y exponiéndose a deducción de testimonio falso, o sea penas de prisión, y me da un poco la risa. Pero yo no soy juez, ni tengo seso para serlo, y el juez no puede presuponer como presupongo yo. Si el FGE sale condenado, ¿no debería deducírsele falso testimonio a todos ellos al asumir el tribunal que han mentido?

Tres salidas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_