Buscar la verdad con distintas reglas
En lugar de un tribunal de justicia a veces esto llega a parecer el jurado de un premio de periodismo


Miguel Ángel Campos, de la Cadena Ser, es el primer periodista que reveló, en el programa Hora 25, la existencia del mail del abogado de González Amador en el que se pedía un pacto con la Fiscalía para que su cliente no fuese a la cárcel por sus presuntos delitos fiscales, y no al revés, como había extendido Miguel Ángel Rodríguez. Habla Campos del mail, del cual entrecomilló partes del escrito para citar en la radio. Explica en el juicio el delicado proceso de publicar una información de ese calibre, algo ya contado el pasado jueves por José Precedo, de elDiario.es, que reveló la exclusiva de la investigación fiscal: que saber algo de una fuente no implica poder contarlo al momento, del mismo modo que abrir Twitter y publicar lo primero que se te ocurra en tu beneficio o en el de tus jefes no lo convierte en noticia.
Así, Campos revela que una de sus fuentes lo llamó para contarle que existía ese documento, y ante su incredulidad la fuente le dice que vaya a su despacho y lo compruebe. Un taxi depositó a Campos en ese lugar pasadas las 15:30 horas de la tarde, seis horas y media antes de que ese documento lo tuviera el fiscal general, y, cuenta él, puede ver el documento que desmentía el bulo de Miguel Ángel Rodríguez: “Me muestra en la pantalla de su ordenador ese correo del 2 de febrero. Ahí leo la frase de que ciertamente se han cometido dos delitos fiscales”. Campos dice: “Le pido que me lo reenvíe, me dice que no. Le pido que me lo imprima, me dice que no. No va a dejar ningún rastro físico de todo esto. Pero me deja tomar notas”. Campos desglosa así los obstáculos que incluso una fuente de confianza, para protegerse, pone a la publicación de una noticia. Que va a más. Porque de camino a la radio con sus notas, la persona que le facilitó a Campos ver el mail le llama asustada: quiere que mejor no que publique nada, la información contiene datos personales y no sabe cuántas personas podrían haber tenido acceso a ella. Así que el periodista sabe que existe una noticia bomba, pero por esa vía no puede publicarla. Y dedica las siguientes horas a buscar otras.
Se juzga en el Supremo una grave filtración que se achaca al acusado, fiscal general del Estado, y en el juicio se explora con profundidad, mediante varios testigos que son periodistas de investigación, una manera de hacer periodismo (la manera, concretamente). Cuesta, desde fuera, pensar en una conspiración de varios periodistas de distintos medios pactando haber conocido antes el contenido del mail que el FGE para salvarlo, pero esto ya se sabía en la instrucción.
Al principio de su testimonio, Miguel Ángel Campos ofrece a las partes una breve lección. “Una fuente no es alguien que pasa por ahí y te cuenta una cosa sin más. Es algo que un periodista trabaja meses o años estableciendo una profunda relación de confianza. Si no existiesen fuentes blindadas capaces de proporcionar información valiosa, los periodistas seríamos solamente voceros del poder”, dice. Y pone un ejemplo. De una fuente a Campos le llegó hace poco una grabación que implicaba al socialista Santos Cerdán en el cobro de comisiones. Llamó al PSOE y todos se lo desmintieron: es mentira, allá tú. Pero la cadena Ser confió en su periodista y en sus fuentes labradas con el tiempo que, además, nunca le habían fallado. Y se soltó la bomba. Que a la mañana siguiente se confirmó. “Las fuentes”, acaba Campos, “no es tanto un derecho del periodista como de la sociedad”.
Hay un momento, como hubo hace días, en que parece que se mueve el foco. Y en lugar de un tribunal de justicia, eso llega a parecer el jurado de un premio de periodismo, tratando de encontrar contradicciones y agujeros negros en las investigaciones de los reporteros. A veces produce cierto estupor las reacciones a hechos elementales, como que por supuesto las noticias se guardan si no están debidamente contrastadas o se respeta, por mucho que duela, los deseos de las fuentes. Se entiende la colisión: son dos oficios distintos, periodistas y jueces y abogados, que coinciden en buscar la verdad pero con distintas reglas.
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