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INMIGRACIÓN
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

El jefe de la Armada que desmontó en directo el discurso de Vox: no se envían buques contra pateras

Antonio Piñeiro deja “claro” que la respuesta a la migración irregular debe salir de la política y no de los militares, que siguen la Ley del Mar y sufren por no poder salvar a todos los inmigrantes náufragos de morir ahogados

La Ley del Mar está por encima de las ideologías. El almirante jefe de Estado Mayor de la Armada (Ajema), Antonio Piñeiro, el máximo cargo militar de la Armada, salió a la palestra este viernes para hablar claro y, a preguntas de Vox, negar de plano las reiteradas pretensiones de la formación ultra para que las Fuerzas Armadas bloqueen las pateras. El almirante general mentó ante Vox la norma sagrada que rige para todo marinero, civil o militar. Pero también esgrimió un puro elemento humano. Al mando de un barco, Piñeiro se ha visto en situaciones en las que ha tenido que priorizar entre náufragos para sacar del agua al mayor número de personas, sin alcanzar a salvarlas a todas de morir ahogadas.

En un foro de defensa, a Piñeiro Javier Ortega Smith, concejal en Madrid de la formación ultra y a la sazón abogado, le preguntó a quien dirige la Armada desde 2023 si había que incrementar la presencia permanente de las embarcaciones militares en aguas del Estrecho, Ceuta, Melilla y Canarias “ante el permanente acoso de naves extranjeras y presiones de las mafias del tráfico de personas”. “Yo voy a ser muy claro”, le replicó tajante el almirante general. “Es un mandato que dice la Ley del Mar: la Armada, si se encuentra un cayuco en la mar, su principal misión es salvar a la gente si están en peligro. Y no hay más”. Antes de escuchar a Piñeiro, Ortega Smith le había agradecido al militar su “servicio leal a España”. Sin embargo, tras su respuesta contraria al marco de Vox, el partido insinuó en sus redes sociales que el militar se ha dejado influir, y “fácilmente”, por “el Gobierno de Sánchez”.

Pero Piñeiro, que tiene tras de sí una trayectoria de más de 40 años en la Armada, dijo precisamente este viernes que las directrices para combatir la inmigración ilegal no tienen que salir del Ejército, que está para otras cosas, sino de la política, del Gobierno. Aunque —según precisó en el Foro de la Nueva Defensa y el Espacio, organizado por Nueva Economía Fórum— los militares pueden y de hecho ayudan a los países de procedencia de los inmigrantes en labores de vigilancia. Las palabras del almirante, sin ser las primeras de un alto cargo militar contra las pretensiones de militarizar la lucha contra la inmigración irregular, corrieron como la pólvora en las redes sociales, y eso, asegura una fuente conocedora de la Armada, “no ha sentado bien por arriba”.

Nacido en Mugardos (A Coruña) en 1960, Piñeiro ingresó en las Fuerzas Armadas en 1979. Cinco años después ascendió a alférez y fue ganándose los galones hasta el de almirante en 2021 y almirante general en 2023, con su nombramiento —por el Gobierno a indicación de la ministra de Defensa, Margarita Robles— para ostentar el mayor cargo dentro de la Armada. Es conocido por su carácter disciplinado, propio de un alto mando militar, pero quienes lo conocen también lo describen por otras cualidades más específicamente suyas: aseguran que le gusta hablar claro, sin engolamiento, como ha mostrado este viernes ante la pregunta del concejal ultra Javier Ortega Smith. Para sus próximos es, además, una persona de enorme simpatía y gran determinación.

Una persona muy cercana a él desde sus años de juventud en la Escuela Naval de Marín (Pontevedra) lo tilda de “directo” y “franco”, un rasgo este que refuerza otra fuente consultada: “La franqueza es lo que lo caracteriza”. Como ha hecho hoy, “no evita preguntas”, sentencia. Este miembro de la Armada, que habla bien del carácter y del criterio profesional de Piñeiro, asegura que “no es el típico señor que ocupa un cargo directivo; no evita polémicas ni tiene medias tintas”. De hecho, sobre su estilo de dirigir la Armada (de los tres Ejércitos, el segundo en número de efectivos después de Tierra) dice que es “del todo diferente” a otros Ajemas. Y sostiene que “la gente está contenta con él”, no solo porque se conoce la Armada de arriba abajo sino porque también ha pasado por el Mando de Operaciones, el núcleo que dirige las misiones de las Fuerzas Armadas en el exterior. “Es un buen líder”, concluye. Otro alto cargo militar tiene constancia de que “en la Armada están contentos” con su labor. Piñeiro, dice, “no te apuñala por la espalda. Es un hombre que cuida a su gente”, afirma. Como marino, otra fuente destaca que es uno de los marinos que más tiempo ha estado en la mar, y además, “en todo tipo de misiones”. Lo ve como “una persona de equipo”. En contraste, otro militar asegura no tener buena opinión de Piñeiro “ni personal, ni profesionalmente”, sin profundizar en sus razones porque, asegura, eso sería “una traición”.

Piñeiro es piloto y como tal le preocupa sobremanera la vida útil de los Harriers estadounidenses de las Fuerzas Armadas, que terminarán por ser jubilados a finales de esta década. Y cada vez tiene ocasión recuerda que el Ministerio de Defensa debe buscar una alternativa, porque —insiste— la Armada no puede quedarse sin cazas de guerra. A esto se añade una dificultad: los nuevos aparatos que tanto ansía el militar ferrolano tienen que tener la capacidad de despegue y aterrizaje vertical porque la pista del portaaeronaves Juan Carlos I, insignia de la Armada, es demasiado corta para permitir aparatos de despegue y aterrizaje convencionales. Piñeiro teme que si no se encuentra sustitutos pronto a los Harriers —que, recalca Defensa, convendría que fueran de fabricación europea para mantener la soberanía estratégica del continente— la Armada pierda prestigio y, en consecuencia, el país al que sirve. “España ha sido fuerte siempre que ha tenido una Armada fuerte”, suele repetir en sus intervenciones. Bajo su liderazgo, España mandó en abril una fragata de guerra, en el marco de un ejercicio multinacional, a aguas del Indo-Pacífico, una región de alto voltaje geoestratégico sobre todo un aliado como EE UU.

El actual almirante general, casado y con tres hijos, se ha fajado en otras operaciones internacionales en las que participó España. Estuvo destinado en el golfo Pérsico en la Operación Tormenta del Desierto, la gran campaña militar encabezada por Estados Unidos en 1991 para expulsar a Irak de Kuwait, país que había invadido un año antes. Bajo el mando de la OTAN y en aguas del Mediterráneo, también formó parte de la Operación Esfuerzo Activo, una enorme patrulla naval en el Mediterráneo contra el terrorismo.

Este veterano militar conoce a fondo la estructura humana de la Armada, en la que fue ocupó cargos relacionados con el personal desde 2018 hasta su nombramiento como jefe del Estado Mayor, hace dos años y medio. En esas atribuciones le ha tocado escuchar los testimonios de militares que “psicológicamente han salido afectados” tras ejecutar, Ley del Mar mediante, tareas de rescate de migrantes náufragos en el marco de la Operación Sophia de la UE en el Mediterráneo, que concluyó en 2020 y fue una de las operaciones que “más ha impactado” a su “gente”, dijo este viernes. Él mismo da fe de ello, por la “impotencia” que sintió “de tener 250 o 300 personas en el agua, que no saben nadar, que se van a ahogar”. “Y tú con una RIB o dos RIB [lanchas neumáticas de casco rígido] en las que puedes meter a 10 o 20, y que tengas que escoger entre uno y otro sabiendo que, en el tiempo que vas y vuelves, el que ibas a recoger ya no está... Eso es muy duro”.

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