Una negociación ‘in extremis’: los ministros esperaron cuatro horas mientras el escudo antidesahucios casi tumba el acuerdo con Junts
El lunes por la noche empezó a abrirse una puerta con la propuesta de avales para proteger a los propietarios, pero costó mucho rematarlo
El edificio del Consejo de Ministros, una construcción relativamente reciente en el complejo de La Moncloa —se levantó en 1989, con Felipe González como presidente, antes las reuniones era en el palacio que ahora es solo residencia— vivió este martes un ambiente absolutamente frenético en las distintas salas que tiene, que derivó en el acuerdo con Junts. Todo empezó con un cambio de planes radical, que indicaba que algo potente se estaba tramando entre los pocos que conocían la jugada. En vez de empezar el día con el Consejo de Ministros, convocado a las 9.30, se adelantó el Consejo de Seguridad Nacional, en el que participan 13 miembros del Gobierno, algo más de la mitad, y que estaba convocado a las once. Se hace en la segunda planta, en la llamada sala internacional. Félix Bolaños participó solo un momento y salió rápidamente. María Jesús Montero ni siquiera entró. Los ministros que no son miembros de este órgano esperaban abajo, en la salita en la que suelen tomar café antes del Consejo de Ministros. A algunos les tocaría estar ahí casi cuatro horas, hasta que a las 13.15 empezó finalmente el consejo previsto a las 9.30, comiendo las tortillas que les iban poniendo los trabajadores de la casa para amenizar el retraso.
Por entonces ya era muy evidente que algo de máxima relevancia estaba sucediendo. Bolaños, Montero y Ernest Urtasun, como representante de Sumar, se instalaron en otra salita, la antesala del consejo, a negociar con Junts. Pedro Sánchez y Yolanda Díaz seguían todos los pasos desde el móvil, en la salita con los demás ministros. Aunque durante el fin de semana parecía imposible encontrar un acuerdo, el lunes, ya muy tarde, empezó a verse la luz, según fuentes de la negociación. Una vez resuelta la cuestión política que más interesaba a Junts, esto es: que el Gobierno aceptara tramitar la proposición no de ley para instar a una moción de confianza que había exigido Carles Puigdemont, algo que ya se venía fraguando desde el miércoles pasado —al final ceden los dos, el PSOE acepta tramitar, algo que dijo que no haría, y Junts aceptar redactarla de forma diferente para reconocer que no tiene valor jurídico porque la potestad es del presidente— quedaba por rematar el acuerdo del decreto. Junts estaba durísimo con el tema de los desahucios, que según ellos ayuda a los que llaman “inquiocupación”, en realidad personas vulnerables que dejan de pagar el alquiler por alguna circunstancia extrema, que es lo que protege el decreto, que incluye compensaciones a los propietarios.
El Gobierno había aceptado, como le pedía Junts, sacar todas las medidas que no fueran parte del escudo social, y llevarlas a otros decretos, aunque también dijo que no lo haría. Pero sacar el escudo antidesahucios era imposible, porque suponía perder a toda la izquierda, desde Sumar a ERC, Bildu, BNG o Podemos, que habían dicho que por ahí no pasaban. Era inviable. El decreto no salía. Por eso Sánchez insistió tanto en que no podía dejar fuera el escudo antidesahucios. Al final el Gobierno inventó una solución que planteó a Junts el lunes por la noche: dejar el escudo tal cual, pero añadir al decreto un sistema de avales para proteger a los propietarios que alquilen a personas vulnerables o menores de 35 años, siempre que lo hagan por debajo del índice de referencia que marca el Gobierno. Esto es, el Estado asume la renta si el inquilino deja de pagar por ser vulnerable. Y a la vez también se avala al inquilino para que quienes alquilan confíen y estén dispuestos a hacerlos con personas vulnerables. Es algo que anunció Sánchez el día 13 de enero, pero aún no tenía forma jurídica y Junts lo retocó.
Esto les servía a todos. La izquierda no perdía su escudo antidesahucios y Junts podía explicar que los avales darán protección a los propietarios. Pero luego las negociaciones no son tan fáciles. Y empezaron a complicarse en los detalles, con propuestas y contrapropuestas, consultas a expertos, y todo iba retrasando el acuerdo. Santos Cerdán, habitual interlocutor de Junts, también iba hablando con su contraparte, Jordi Turull, secretario general de Junts. Y el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero también estaba en la sombra, siempre hablando con todos para desbloquear, especialmente con la cuestión de confianza, que parecía un escollo imposible hasta que se encontró un punto intermedio.
Al final se incorporó también a la salita negociadora en La Moncloa, en la que Sánchez entró también en algún momento para dar instrucciones, la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, para negociar con Junts la letra pequeña de esos avales. Finalmente, después de una larga espera y unos últimos retoques, los independentistas dieron el nihil obstat definitivo. Había acuerdo. Sánchez pudo así dar comienzo al Consejo de Ministros, que fue rapidísimo. Ya pasaban las 13.15, cuando debía haber empezado a las 9.30.
Como siempre, según comentan varios en su equipo, el presidente parecía el más tranquilo de todos. Desde la semana pasada, cuando nada más caer el decreto empezaron las conversaciones discretas con Junts, que se intensificaron el fin de semana para hacerse frenéticas lunes y martes, estaba convencido de que habría acuerdo porque confía en que los independentistas no quieren romper con el Gobierno y caer así en manos del PP y Vox, que tienen un gran rechazo en Cataluña. La única duda era si sería esta semana o la próxima. De nuevo, en la última curva, la mayoría se ha salvado y un decreto fundamental está en vías de convalidación, si no hay sorpresas. Y la oposición se ha quedado otra vez con ganas de ver al presidente sin votos para avanzar. Ahora en La Moncloa disfrutan del triunfo, pero sin volverse locos: saben que la próxima curva cerrada y riesgo de descarrilamiento puede llegar en cualquier momento.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.