Pedro Sánchez confía en encauzar una compleja negociación de Presupuestos con Junts tras cerrar las carpetas pendientes
El Gobierno descarta por completo una moción de confianza y seguirá incluso sin Cuentas
Hace poco más de un año, la mayoría de las apuestas políticas y periodísticas apuntaban que sería completamente imposible que Junts apoyara la investidura de Pedro Sánchez. Después de que, en septiembre de 2023, Carles Puigdemont marcara sus exigencias para esa investidura, que incluían entonces tener la ley de amnistía aprobada antes incluso de la votación de Sánchez, en el panorama político español se instaló la idea de que esa negociación era absolutamente inviable. Sin embargo, los que la estaban protagonizando con reuniones discretas en Suiza y varias videoconferencias insistían: no va a ser fácil, pero nadie negocia al nivel que lo estamos haciendo, con papeles y mucho detalle, si no contempla al menos la posibilidad de llegar a un acuerdo. Este lunes, cuando Puigdemont ha salido en un tono muy duro, exigiendo al Gobierno que se someta a una cuestión de confianza, algunos en el Gobierno han recordado ese momento.
El Ejecutivo se quedó un tanto desconcertado inicialmente. En La Moncloa asumían que Puigdemont saldría fuerte, como una forma de subir mucho el listón en el arranque de la negociación presupuestaria, pero no estaba en el radar la posibilidad de que planteara una cuestión de confianza y, por tanto, pusiera en cuestión que Sánchez tenga una mayoría. Ni Puigdemont ni los interlocutores habituales habían avisado al PSOE o al Gobierno de que este sería su planteamiento. En un primer momento, hubo sorpresa e incomprensión, sobre todo porque el tono no responde a lo que se está viviendo en las reuniones de negociación ni al ambiente entre los dos partidos, que vienen de cerrar hace dos semanas, en una videoconferencia en la que participó tanto Puigdemont como María Jesús Montero, vicepresidenta primera, el pacto fiscal que era una especie de paso previo a los Presupuestos.
En La Moncloa y en el PSOE eran conscientes de que antes de empezar a hablar de las Cuentas y de la senda de déficit, el primer paso de los Presupuestos, Junts quiere cerrar muchas carpetas abiertas en otras negociaciones este año. En especial la “cesión integral” de las competencias de inmigración a la Generalitat. Pero precisamente por eso se había avanzado mucho en este asunto en las últimas semanas y fuentes tanto del Gobierno como de Junts coinciden en que el acuerdo está cerca. Hay otros asuntos, como el catalán en Europa, donde también se han hecho avances, aunque Junts no los considera suficientes. También en la comisión de investigación sobre los atentados en Barcelona y Cambrils, con la promesa además de una desclasificación de documentos del CNI que la semana pasada la ministra de Defensa, Margarita Robles, garantizó a Junts.
Además, el Gobierno y Junts, con el PNV detrás, vienen de cerrar un acuerdo en el que el grupo de Puigdemont ha trabajado, según analizan varios políticos consultados, como la antigua Convergència i Unió, esto es, con una estrecha conexión con el mundo empresarial y trabajando a favor de los intereses de la gran industria con fuerte presencia en Cataluña y el País Vasco. Junts y PNV lograron que el paquete fiscal no incluyera la prórroga del impuesto especial para las grandes energéticas, un asunto con el que las grandes empresas del sector, y en especial Repsol, había presionado mucho, condicionando grandes inversiones en el puerto de Tarragona a que se eliminara ese tributo.
Todos estos movimientos, y lo que se vive dentro de las negociaciones abiertas con Junts en distintos ministerios, hacen pensar a las fuentes del Gobierno consultadas que lo de Puigdemont es más un movimiento táctico, para reivindicar su fuerza y buscar protagonismo político, que una cuestión de fondo que ponga en riesgo la mayoría. En el Ejecutivo asumen que la negociación de Presupuestos será muy dura, y antes de empezarla habrá que hacer muchos gestos y cerrar varias carpetas con Junts, pero confían en que finalmente, como pasó con la investidura, se encontrará un acuerdo. Sobre todo porque creen que todos los partidos, no solo Junts, sino también los demás socios, ganan más negociando y haciendo política que tumbando los Presupuestos y buscando la caída del Ejecutivo, que abriría paso a un Gobierno del PP y Vox. Este lunes, Alberto Núñez Feijóo aseguró que la actual legislatura nació de “un inmenso error” por el pacto con el independentismo y no dio un apoyo explícito a la moción propuesta por Junts: “No puedo decirles lo que va a hacer Junts y si van en serio o no; pero el señor Sánchez va a seguir intentando engañarles a ellos como a todo el mundo”.
Sánchez está listo para hacer concesiones y gestos políticos importantes, incluida la posibilidad, que este lunes planteó Puigdemont, de una simbólica fotografía o una reunión de reconocimiento político en Bruselas, algo que ha estado encima de la mesa algunas veces, aunque nunca se ha concretado. Sería el final lógico si hubiera un acuerdo sobre Presupuestos, pero todo está aún muy verde, insisten en el Ejecutivo.
En La Moncloa también están a la espera de lo que suceda este sábado en la votación en ERC, donde se dilucida si Oriol Junqueras sigue al frente de la formación. Esa negociación de Presupuestos con los republicanos también es muy compleja, sobre todo porque la tensión con Junts complica cada movimiento, como se vio en las horas agónicas que se vivieron en la comisión de Hacienda con el paquete fiscal. Nada es sencillo para un Gobierno en minoría que necesita poner de acuerdo a ocho partidos para sacar adelante casi cualquier cosa, pero en el Ejecutivo insisten en que, al final, casi todas las votaciones importantes las sacan adelante y confían en que será así también con los Presupuestos.
Lo único que realmente preocuparía no es que Junts pida una moción de confianza, que Sánchez ya ha dejado claro que no le va a conceder porque la ve innecesaria ―sigue teniendo mayoría, como demuestra el voto reciente del paquete fiscal―, sino que se abriera a apoyar una moción de censura del PP. Pero eso no parece viable en este momento. Por eso en La Moncloa creen que ahora se abre una larga negociación de Presupuestos. Y en cualquier caso insisten: Sánchez tampoco caerá si no hay Cuentas.
Políticamente será mucho más difícil llevar adelante la legislatura sin ellas, pero el adelanto electoral está descartado incluso en ese escenario, aseguran en el entorno del presidente. El nuevo giro de Puigdemont, por tanto, no altera significativamente el panorama, según la visión del Gobierno. Lo interpretan más como un aviso, un listón alto para una negociación compleja, pero nada que indique que una legislatura a la que le quedan más de dos años y medio se haya acabado.
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