Culmina con éxito la extracción del mar del barco de época fenicia hundido en Mazarrón
Los trabajos permiten recuperar también una parte de su ancla, de la que solo se conservan otras dos del mismo tipo en el mundo
Han pasado unos 2.600 años desde que una pequeña embarcación de madera, de unos 8,20 metros de eslora por 2,20 metros de manga y un puntal máximo de 0,90 metros, cargada de lingotes de plomo, se hundiera en la costa de Mazarrón (Región de Murcia). Unos buceadores la encontraron a unos 50 metros de la playa de La Isla, a apenas dos metros de profundidad, en 1995. Este mes de noviembre, 30 años después, marcará un antes y un después en el futuro de la nave: el Mazarrón II, como se ha denominado al barco, ha sido extraído del mar. Por delante quedan ahora al menos cuatro años de trabajos para consolidarlo, recuperarlo y restaurarlo. Y todo el tiempo del mundo para usarlo como fuente de conocimiento sobre las técnicas de construcción naval y de navegación de los fenicios.
La extracción del barco fenicio como tal comenzó el pasado 13 de septiembre y terminó este 7 de noviembre. Han sido 40 jornadas de trabajo en total, en las que un equipo de arqueólogos especializados en yacimientos subacuáticos, liderados por el especialista de la Universidad de Valencia Carlos de Juan, han seguido sin incidencias el cronograma en el que llevaban años trabajando, porque la decisión de mover el pecio de su ubicación original estaba tomada en firme desde 2022, cuando una comisión de expertos de la Unesco corroboró que el barco corría el riesgo de desaparecer si continuaba debajo del mar. “Hicimos una tormenta de ideas para redactar la metodología de extracción, poniéndonos en situaciones casi imposibles y proponiendo soluciones para ellas. Al final, no ha sido necesario utilizarlas, porque todo el procedimiento ha transcurrido sin incidencias. Ha sido un trabajo delicado, pero mecánico. Lento, pero equivalente al llevado a cabo en otros escenarios en los que ya había trabajado antes todo el equipo”, explica De Juan a EL PAÍS, el mismo día de la extracción del último de los fragmentos, una parte de la caña del ancla de la embarcación.
Este ha sido uno de los hallazgos más “inesperados” de todo el proceso de extracción, ya que se pensaba que todos los restos del ancla habían sido ya excavados. En el año 2000, antes de proteger la embarcación con una caja metálica en el fondo del mar, se extrajo su cargamento, compuesto principalmente por más de dos toneladas de mineral de plomo en lingotes. En aquella prospección se rescató también una ánfora, un molino de mano, diversos útiles de navegación y lo que se consideraba que era el ancla completa, y que actualmente está expuesta en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena, el ARQUA.
En el verano de 2023, el mismo equipo que ha extraído ahora el pecio hizo una campaña de estudio para comprobar el estado real del barco y advirtió de la presencia en el entorno de la caja metálica protectora de un elemento que consideraron podía ser el cepo del ancla. “La sorpresa ha sido que estaba aún en el yacimiento la mitad del ancla, con el cepo, parte de la caña e incluso fragmentos de la cuerda que la unía al barco. Ha sido un escenario totalmente inesperado, y han sido las últimas piezas que se han extraído”, subraya el arqueólogo. Esta ancla, explica, es muy singular por su tipología, y solo se conservan otras dos similares de la misma época, ambas halladas en el Mediterráneo oriental. Está hecha entera de madera y el cepo está compuesto por un cajetín que se rellenó de plomo vertido en caliente, por lo que generaba un “engaño” a la vista, pues la parte metálica que la hacía hundirse quedaba oculta.
Técnicas de construcción fenicias
La extracción del barco por porciones, que se han separado aprovechando las fisuras y grietas que ya presentaba la madera, ha permitido también a los arqueólogos localizar nuevas juntas de arquitectura naval que se desconocían y que han salido a la luz durante el proceso de “desmontaje” del pecio. Para De Juan serán “de gran interés” en el posterior estudio de las técnicas de construcción naval que hacían los fenicios y permitirán avanzar en el conocimiento sobre cómo manejaba la navegación este pueblo del Mediterráneo. También aportarán información al respecto los trozos de cabos hallados en el yacimiento, que conservan nudos de la época fenicia.
Todos los elementos extraídos serán tratados a partir de ahora en ArquaTec, el laboratorio especializado en arqueología subacuática del ARQUA, que es puntero en Europa, donde se llevará a cabo el proceso de conservación, que es el más largo, y se prolongará al menos durante cuatro años. Todo el procedimiento a seguir, señala De Juan, es “muy fiable” porque hay “muchísima experiencia” previa con otros restos de madera arqueológica, pero es muy lento. Comienza por desalar cada una de las piezas, lo que puede demorarse unos seis meses, para después tratarlas con resinas especiales que rellenarán las cavidades donde la madera ha perdido su estructura de celulosa. Después se secará cada pieza con el método denominado liofilización, que consiste en congelar la madera para hacer que el agua pase del estado sólido al gaseoso sin pasar por el líquido, evitando así roturas y deformaciones. Cada porción tardará unas tres semanas en ese proceso de secado, lo que significa que aplicar esta técnica a las 22 porciones llevará aproximadamente un año y medio.
La consejera de Cultura y Turismo de la Región de Murcia, Carmen María Conesa, ha puesto en valor el “trabajo en equipo” de las administraciones durante años para lograr recuperar el pecio fenicio, “uno de los barcos antiguos encontrados enteros más importante de todo el mundo” y que es, por lo tanto, “un patrimonio de todos los ciudadanos”. Su departamento ha financiado las labores de extracción, que han supuesto una inversión de 350.000 euros, mientras que el Ministerio de Cultura, del que depende el ARQUA, costeará los trabajos de recuperación.
De Juan asegura que todo el equipo se siente muy satisfecho con el trabajo realizado y cómo ha discurrido la extracción. Al barco fenicio, que está datado entre los años 610 y el 580 antes de Cristo, le queda aún un largo futuro formando parte de la historia.
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