Jugada redonda de Vox y rechinar de dientes de FAES
El triunfo de Trump confirma el acierto de Vox al apostar por Orbán y legitima su política basada en la mentira y el insulto
Champán en Vox y sonrisa gélida en el PP, que se convierte en rechinar de dientes en casa de José María Aznar. La derecha española fue transparente en su reacción a la victoria de Donald Trump. El 5-N implica para Santiago Abascal y los suyos mucho más que una oportunidad para la exhibición de euforia por el desquite de su candidato preferido. El regreso al puesto de poder por antonomasia del principal inspirador de las nuevas extremas derechas constituye un refuerzo vitamínico para el partido. Lo es en España, con una mayor legitimación de sus posiciones extremistas y de su recurso al insulto y la mentira. Y lo es en la UE, donde sella el éxito de su alineamiento con Viktor Orbán, que se perfila como el hombre de Trump en Europa. El éxito del aspirante republicano revaloriza las relaciones conseguidas por Vox con figuras trumpistas como Matt Schlapp, que comanda la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), o Roger Severino, vicepresidente de la Fundación Heritage.
La alegría exhibida este lunes por la dirigencia de Vox contrasta con la reacción tan correcta como fría del PP, que se ha limitado al mínimo esperable en una felicitación, combinada con algún comentario crítico sobre los aranceles que previsiblemente impondrá Trump. Explícito en su contrariedad ha sido FAES, el laboratorio de ideas de José María Aznar, que compite con Vox —y con la fundación de este partido, Disenso— por alianzas políticas en Estados Unidos. Con profunda influencia en el rumbo del PP, especialmente en Madrid, FAES ha publicado un análisis llamativamente duro. El resultado, señala FAES, “no es buena noticia” ni para España, ni para la UE, ni para la OTAN, ya que entroniza “un populismo adobado de planteamientos proteccionistas” y de “actitudes intemperantes” como las que llevaron al asalto de aquella turba al Capitolio. La fundación de Aznar sitúa a Trump en el grupo de los “demagogos impredecibles” y se permite una referencia a su “falta de decoro”, algo “muy de moda” y no solo en EE UU, añade FAES, un comentario que parece un pullazo a Vox. El análisis llega incluso, en un extraño juego de alusiones, a calificar a Trump como “un hombre enamorado”, en su caso de los aranceles, en una expresión que recuerda a la forma en que Pedro Sánchez se refirió a sí mismo en su carta de abril, en su caso como un “hombre profundamente enamorado” de su esposa.
Si el papel donde se imprime el balance de FAES tiene un toque amarillo biliar, en Vox todo es de color de rosa, si es que ese color es tolerable para sus mandamases. Cada gesto tras las elecciones evidencia en Vox no solo entusiasmo, sino reivindicación del rumbo y las decisiones tomadas por la dirección de un partido que tras las europeas dejó ver genuina congoja por la irrupción de Alvise Pérez. Todos los dirigentes de Vox salieron en tropel a felicitar al ganador. Abascal se apresuró a publicar una fotografía junto a Trump, que ambos se tomaron en febrero en Washington durante la reunión de la CPAC, la cita anual del ala más derechista de los republicanos. A esta sumó otra instantánea con el futuro vicepresidente, J. D. Vance. Que quede claro, subrayaba, los que ahora mandan son los nuestros.
Vox lleva años haciendo un trabajo de relaciones públicas del que ahora saca tajada. La asistencia de Abascal a la cita en Washington fue solo una de las múltiples iniciativas usadas para acercarse a Trump. Ya en marzo de 2019, antes de que Vox entrara en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros —hoy fuera del partido— viajó a Washington, Nueva York y Miami en busca de amigos y logró reunirse con dos secretarias de la Administración Trump, entre ellas Betsy DeVos, integrante de una saga de millonarios conservadores. Desde entonces, los esfuerzos han sido continuos. Y no solo desembocaron en la cita de febrero, que incluyó –según Vox– una reunión de 15 minutos entre Abascal y Trump. Más recientemente, en mayo de este año, Vox logró llevar a su festival Viva 24 a Matt Schlapp, presidente de la CPAC, a su esposa, Mercedes Schlapp –ambos integrantes del círculo de Trump durante su presidencia–, y a Roger Severino, vicepresidente de la Fundación Heritage, una de las entidades que más han contribuido a la halconización del Partido Republicano y que ha sido objeto de controversia por su Proyecto 2025, una hoja de ruta tan extremista que hasta el propio candidato tuvo que distanciarse. Vox ha usado además a la Fundación Disenso para estrechar lazos con la Heritage, incluida la incorporación –este mismo octubre– de uno de los miembros de la entidad estadounidense, Mike González, al “consejo asesor internacional” de la española.
“Ahora en España quien tiene los contactos con Trump es Abascal, no es [Alberto Núñez] Feijóo. Además, la futura Administración Trump va a ser distinta a la de 2017-2021, cuando había figuras típicamente neocón vinculadas a las derechas mainstream europeas. Ahora es previsible un equipo mucho más radical y puramente trumpista, lo que refuerza aún más la posición de Abascal”, remarca el historiador Steven Forti, especializado en extrema derecha y autor del reciente ensayo Democracias en extinción.
El socio adecuado
Las buenas noticias para Vox se extienden a la UE. Patriotas por Europa, el nuevo grupo que integra a Reagrupamiento Nacional, de Marine Le Pen, Fidesz, de Viktor Orbán, y Vox, entre otros partidos, tenía entre sus fines crear un espacio ultraderechista “nítidamente alineado con el trumpismo”, añade Forti. Ahora todos sus miembros quedan en una posición ventajosa para relacionarse con Trump, que tiene especial debilidad por Orbán, reconocido en el grupo como una especie de paterfamilias. Así lo ve Anna López, doctora en Ciencia Política y especialista en extrema derecha: “El embajador de Trump en Europa es Orbán. Y Abascal ha estado siempre a su lado, tomando partido por él de forma clara cuando decidió integrarse en su grupo en julio”.
Los lazos de Abascal con Orbán son más que sólidos. Y no solo por los más de 9 millones recibidos por Vox de un banco húngaro. Sus encuentros han sido numerosos y el primer ministro magiar, en el poder desde 2010, pretende extender su influencia como gran referente europeo de la derecha nacionalista cristiana a través de España, donde ha abierto sede el think tank ultraconservador húngaro Centro de Derechos Fundamentales.
“Abascal hizo una apuesta clara: bajarse del carro de Giorgia Meloni y subirse al de Orbán, en un movimiento que fue acompañado por la ruptura de los gobiernos autonómicos con el PP”, recuerda Forti. La excusa de aquella ruptura fue la inmigración, el tema estrella de Trump, de Orbán, de Abascal. El 5-N bien puede ser leído por Vox como una prueba del acierto de aquella “apuesta”, que ha resultado una jugada redonda. Al menos, a escala europea. Por mucho que Meloni haya cuidado sus relaciones con la órbita trumpista a través de Elon Musk –al que eligió para que le entregara en septiembre un premio como “líder mundial”–, ni ella ni el grupo al que pertenece, Conservadores y Reformistas, ni mucho menos el Partido Popular Europeo, pueden competir con los Patriotas de Orbán en su sintonía con Trump. Sobre todo por el propio Orbán, con el que Trump prodiga desde hace años gestos de complicidad y al que recibió en julio en su residencia privada de Mar-a-Lago (Florida).
Abascal también ha hecho esfuerzos por establecer contacto con Musk, que apunta a figura importante en la segunda etapa de Trump. En diciembre del año pasado, el jefe de Vox y el dueño de Tesla y X coincidieron en Italia, dejando para la galería la foto de rigor con otro de los nuestros. Cuanto más ha ido evidenciando Musk su apoyo a Trump, más devoción le ha mostrado Abascal. Es otra de las siembras de Vox que ahora pueden convertirse en cosecha.
A pesar de que Abascal puede presumir de incluir cada vez a más hombres de poder en su álbum, para Anna López el principal rédito que Vox obtiene del triunfo de Trump no es en forma de foto, ni de alianza, sino de “legitimación”. “Esta victoria recuerda a todo el mundo que la extrema derecha gobierna, que está al mando, y al mismo tiempo valida una forma hacer política a base de bulos, mentira, desinformación e insultos”, recalca la investigadora. El 5-N tendrá el efecto de “trumpizar aún más al conjunto de la derecha española”, una parte de la cual ya tiene está de hecho –añade– empapada de discursos y prácticas propias de Trump y “tiene a la alt-right como referente“.
López pone como ejemplo un nombre y dos apellidos: Isabel Díaz Ayuso.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.