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España asume el mando total de la operación contra los piratas frente a Somalia

La misión, bajo el paraguas de la UE, alerta del aumento de secuestros de buques a causa de los conflictos en Oriente Próximo

Piratas somalíes en la cubierta del buque mercante secuestrado MV Ruen, el 16 de marzo de 2024.
Piratas somalíes en la cubierta del buque mercante secuestrado MV Ruen, el 16 de marzo de 2024.Indian Navy/Zuma Press/ContactoPhoto
Belén Domínguez Cebrián

España manda ahora en toda la operación que puso en marcha Bruselas hace 15 años para combatir a los piratas que secuestran buques en el océano Índico. Al vicealmirante Ignacio Villanueva Serrano, máximo responsable de la Operación Atalanta ―que dirige desde Rota (Cádiz)―, se le suma desde junio el contraalmirante Manuel Alvargonzález Méndez que, a bordo de la fragata Numancia, ejerce el mando operativo frente a las costas del Cuerno de África, donde la piratería está aumentando, especialmente en Somalia. Y es que los piratas han vuelto, están mejor organizados, trabajan en mayor número y están bien armados y coordinados. Así de crudo alertaban comandantes de varios Ejércitos europeos más el de Estados Unidos durante unas charlas a puerta cerrada hace semanas en Madrid en las que trataron la preocupante situación en esta zona del planeta.

“La piratería está aumentando fuertemente”, anunciaba el vicealmirante Ignacio Villanueva, mandamás de Atalanta, la misión europea encargada de disuadir, prevenir y controlar la piratería, el tráfico de armas y drogas y asegurar el tránsito de alimentos por el Cuerno de África. Hasta 2019 la situación estaba relativamente en calma, pero ahora, prosigue Villanueva, los piratas, que siempre han tenido los medios, tienen el deseo de hacer más piratería.

Desde noviembre pasado, la fragata Canarias de la Armada ―relevada el 20 de junio, después de cuatro meses y medio de patrulla, por la Numancia, que tras estar atracada en el puerto de Yibuti, salió a la mar el 1 de agosto― fue testigo de 40 ataques de piratas en aguas del Índico, justo frente a las costas de Somalia. “Tuvimos un despliegue muy intenso, con mucha actividad”, describe al teléfono el capitán de la Canarias, el comandante Carlos Cordón Castosa. Son unas cifras que no se veían desde 2013. Y pese a que la situación es “complicada y difícil”, según dijo la ministra de Defensa, Margarita Robles, hace semanas durante una conversación de puesta al día con Alvargonzález, la relación con las autoridades somalíes es buena. De hecho, “quieren ser parte de la solución”, asegura Villanueva.

“[Los piratas] secuestran embarcaciones más pequeñas y se van a alta mar para atacar a los buques mercantes”, explica el comandante Cordón. Suelen secuestrar dhows ―pequeñas embarcaciones de tipo pesquero muy comunes en esta zona― para mezclarse con el tráfico marítimo habitual y acercarse a buques más grandes que transitan por el Cuerno de África. “La situación es muy, muy, muy complicada”, describe preocupado Cordón, porque, con la crisis del mar Rojo, entre el 30% y el 50% (según la fuente) del flujo que iba por la ruta del Canal de Suez (Egipto) hacia Europa ha virado al sur para atravesar el cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica), con lo que los piratas tienen ahora muchos más buques que atacar; y Atalanta mucho más que vigilar. Además, como el riesgo es mayor, las aseguradoras han aumentado considerablemente las primas a los buques que quieran atravesar el mar Rojo, lo que hace que estos cambien de rumbo hacia el sur, contribuyendo al aumento de tráfico en la zona de Atalanta. Y Bruselas, de momento, “no ha aumentado los recursos”, explica Cordón. La operación tiene un presupuesto para este año de 6,36 millones de euros, una cifra en línea con las cuentas de los ocho años anteriores, aunque inferior a los ocho millones de 2010, apenas dos años después del inicio de la misión.

Una vez que los piratas secuestran un barco, lo habitual es que lo lleven a la costa de Somalia y lo retengan allí mientras se entablan las negociaciones de rescate, que es lo único que buscan los delincuentes. Eso mismo le ocurrió al mercante Abdulla, cuyos 23 tripulantes estuvieron el pasado abril 32 días secuestrados por piratas armados en aguas de Somalia, aunque finalmente fueron liberados. “Recibimos un aviso de que estaban siendo atacados y cuando llegamos, los piratas ya tenían tomados a los rehenes. Eso es un problema”, explica Cordón, que vivió de primera mano aquel secuestro. La fragata Canarias esperó a que se pagara el rescate ―cinco millones de euros que volaron en paquetes desde una avioneta, según el comandante― para apoyar a la tripulación con un reconocimiento médico y con la recopilación de pruebas que puedan implicar a los piratas somalíes en un potencial juicio: recogida de ADN, rastreo de móviles... Cordón revela que en este caso, a diferencia de en otras ocasiones en las que ha habido heridas de bala y violaciones, la tripulación no sufrió violencia física. Esta vez, la dotación sufrió de estrés postraumático y tenía ciertas infecciones atópicas derivadas de las condiciones de insalubridad en las que vivieron durante más de un mes, con animales muertos y excrementos por el buque.

La volátil situación geopolítica internacional, sobre todo a causa de la guerra de Israel en Gaza (se acaban de superar los 40.000 muertos en la Franja), los ataques hutíes de Yemen ―apoyados por Irán― y la influencia de Teherán en esa región, han hecho que los piratas campen a sus anchas en esa zona del mundo, con un alto tráfico marítimo: 20.000 buques al año y en aumento por la ya citada crisis del mar Rojo. Villanueva advierte de que incluso en ciertos foros africanos algunas autoridades están empezando a alertar de la connivencia y ataques conjuntos de los piratas tradicionales con el Estado Islámico y los hutíes de Yemen. De estos últimos se están produciendo al menos uno cada tres o cuatro días, según Defensa. “Hay momentos en los que actúan [los tres] juntos. A veces pasa”, confirma un alto mando de una de las operaciones multinacionales en la zona, que asegura que se están recabando evidencias de esta relación. Según la inteligencia que maneja el Ejército, los hutíes tienen bastante material e información sobre los buques que atraviesan la zona, sobre todo la del estrecho de Adén, que da paso al mar Rojo. Están bien armados y sus objetivos suelen ser buques que de alguna manera tengan relación con Estados Unidos, Reino Unido e Israel. De hecho, para vigilar la seguridad en el mar Rojo, la UE lanzó a principios de año una misión específica: Aspides.

España, que toma ahora el mando de Atalanta, alerta de que se están cumpliendo las mismas condiciones que hace 15 años para que se vuelva a dar un aumento de la presencia pirata en esta zona: la sequía, la hambruna y la falta de recursos. “No hay vida, ni gente, ni ganado”, describen oficiales españoles desplegados en el Cuerno de África y en relación constante con la Operación Atalanta. Esto también fuerza a muchos somalíes a lanzarse al mar y convertirse en piratas, algo que se intensificará aún más a partir de septiembre, cuando mejoren las condiciones climatológicas, cree Alvargonzález.

Rescates

Otro factor que hace que esté aumentando la piratería es el “efecto llamada” de los rescates económicos, explica Villanueva. El comandante Cordón, que ha sido testigo del pago de rescates, está convencido de que es una práctica que incentiva que los piratas ―que a menudo están drogados con una sustancia que se llama khat, parecida a la cocaína― continúen con su actividad delictiva.

La Operación Atalanta se puso en marcha en 2008, cuando los ataques y secuestros de piratas se contaban por centenares. Ahora, los Veintisiete Estados miembros están en conversaciones para renovarla o darla ya por terminada a finales de 2024. El mando español en la zona se prolongará hasta el próximo otoño, cuando está prevista una de las últimas rotaciones en una operación en la que participan 20 países (16 de ellos comunitarios). “Atalanta será lo que las naciones quieran”, resume Villanueva.

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