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El asesino de Manuela Chavero, condenado a prisión permanente revisable: “El acusado despreció a su víctima por ser mujer”

En el juicio resultó clave el perfil psicológico de Eugenio Delgado, al que la Guardia Civil calificó de sádico, y las heridas que dejó en los huesos de su víctima

El acusado de la muerte de Manuela Chavero, Eugenio Delgado, durante un juicio en la Audiencia Provincial de Badajoz.
El acusado de la muerte de Manuela Chavero, Eugenio Delgado, durante un juicio en la Audiencia Provincial de Badajoz.Andrés Rodríguez (Europa Press)
Patricia Peiró

Eugenio Delgado, considerado culpable por un jurado popular de la violación y asesinato de su vecina Manuela Chavero, ha sido sentenciado este lunes a una pena de prisión permanente revisable. No quedaba otra alternativa después del veredicto unánime del viernes 17 de mayo, que le atribuyó la autoría de una agresión sexual grave con penetración y de un asesinato con las agravantes de alevosía —la víctima no tuvo posibilidad de defensa—, género —la atacó por su condición de mujer— y ensañamiento —por el sufrimiento innecesario para causar la muerte—. El fallo prohíbe al acusado a volver a acercarse a Monesterio (Badajoz), la localidad de 4.000 habitantes de donde eran originarios la víctima y el homicida.

En julio de 2016 se perdió el rastro de Manuela Chavero, que tenía 43 años. Esa madrugada, una amiga suya la dejó en la puerta de su casa y no se volvió a saber de ella. Su familia y allegados presentaron una denuncia al día siguiente, cuando observaron que la mujer había dejado la televisión y las luces encendidas y la ropa preparada para meterse a la cama.

La búsqueda de Chavero se prolongó durante cuatro años, en los que hubo varios sospechosos de haber hecho desaparecer a la vecina de Monesterio. Su exmarido, un chico con el que estaba relacionada en los últimos meses y un hombre con antecedentes por agresión sexual que residía en la zona estuvieron en el punto de mira de los investigadores de la Guardia Civil.

Finalmente, las pesquisas condujeron a Eugenio Delgado, un vecino del pueblo que en el momento de la desaparición tenía 23 años. Los guardias civiles pudieron observar el coche del sospechoso pasar por una gasolinera cercana a la vivienda de Chavero poco antes de la desaparición de la mujer. También comprobaron que la casa propiedad de Delgado, a tan solo cien metros de la de su víctima, había tenido consumo de electricidad en la franja en la que ella dejó de contestar a mensajes de móvil. Normalmente, esa vivienda estaba deshabitada porque el acusado residía en otra en el centro del pueblo.

Los investigadores también encontraron material pornográfico y conversaciones con prostitutas de extrema dureza, en las que se apreciaba el desprecio por las mujeres de Delgado. Finalmente, pudieron hablar con chicas que habían tenido en el pasado relación amistosa o sexual con el hombre y que lo definieron como “violento y obsesivo”. En el juicio, fue fundamental el análisis psicológico elaborado por la Guardia Civil, en el que los especialistas concluyeron que era un “sádico” sin lugar a dudas y que no tenía tolerancia a la frustración.

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Los agentes decidieron ponerle los grilletes en 2020, cuatro años después de la desaparición y cuando consideraron que habían reunido suficientes pruebas en su contra. Tras su detención, Delgado acabó confesando que había enterrado el cuerpo de Chavero en una de sus fincas, pero desde el primer momento mantuvo que la muerte había sido accidental, que ella se había caído en su casa. El acusado aseguró que esa madrugada había pasado por casa de su vecina para devolverle una cuna que le había prestado tiempo atrás y que, al moverla, cayó y se golpeó en la cabeza. Sin embargo, las explicaciones que ofreció sobre cómo se pudo producir esa lesión no cuadraban con las heridas que se observaron en los huesos de la mujer.

“El acusado no solo se aprovechó de su fortaleza física, sino que despreció la condición de mujer de la víctima llevando a cabo su comportamiento en la creencia de que, en tanto hombre, ostentaba una posición de superioridad frente a ella por su naturaleza de mujer, que le permitía someter a esta a su voluntad”, señala el magistrado ponente de la Audiencia Provincial de Badajoz.

Todos estos elementos convencieron plenamente al jurado popular, compuesto por nueve hombres y mujeres, que tardaron apenas seis horas en validar punto por punto el relato de los hechos de las acusaciones particulares y la Fiscalía. Según esta narración, Eugenio se había obsesionado con Manuela, como le había sucedido anteriormente con otras mujeres. Esa madrugada la convenció para que fuera a su vivienda bajo cualquier pretexto y, una vez dentro, la agredió sexualmente. Ante la negativa de Chavero, él la golpeó hasta la muerte provocándole graves fracturas y pasó las siguientes horas ocultando su cadáver en su terreno. Después, continuó viviendo en Monesterio, donde se sucedieron los actos de homenaje y de recuerdo a su víctima, sin confesar a nadie lo que había hecho.

“El acusado fue llamado a declarar en dos ocasiones en calidad de testigo no reconociendo lo ocurrido en ninguna de ellas, entorpeciendo la investigación al generar dudas en torno a dónde se encontraba en la madrugada de la muerte violenta, o incluso realizando modificaciones externas en el vehículo donde trasladó su cadáver”, recoge la sentencia. La sentencia condena además al acusado a pagar a los dos hijos de Manuela, ambos menores de edad cuando su madre desapareció, 161.400 euros; a la madre de la víctima, 72.130; y a cada uno de los hermanos de la fallecida, 23.100 euros.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.
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