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68 peritos y 20 testigos para sentenciar el caso de Manuela Chavero, a juicio ocho años después de su desaparición

Eugenio D., a quien piden prisión permanente revisable, está acusado de violar, matar y enterrar en su finca a su vecina en un pueblo de Badajoz. La hermana, ante el juez: “La engañó a ella y me engañó a mí”.

El acusado de la muerte de Manuela Chavero, Eugenio D., durante un juicio en la Audiencia Provincial de Badajoz, este lunes 13 de mayo.
El acusado de la muerte de Manuela Chavero, Eugenio D., durante un juicio en la Audiencia Provincial de Badajoz, este lunes 13 de mayo.Andrés Rodríguez (Europa Press)
Patricia Peiró

Manuela Chavero mira sonriente hacia el edificio en el que se juzga a su presunto asesino. Su imagen impresa sobre una lona apunta directamente a la Audiencia Provincial de Badajoz. Sus familiares y amigos la han colocado ahí como testigo del juicio que determinará si Eugenio D., su vecino, la violó, la mató y la enterró en una de su finca en el pueblo de ambos, Monesterio (4.000 habitantes). Cuando el acusado finalmente confesó el paradero del cuerpo, en 2020, habían pasado cuatro años desde la desaparición de Manuela, de 42 años. Cuatro años en los que fue testigo de la movilización del municipio para dar con la mujer. Un día, mientras comentaba el caso con su madre por teléfono, ella le dijo: “El que se ha deshecho de ella no habrá sido tan tonto de enterrarlo en su propia finca”. Él vaciló. El muro que había construido durante ese tiempo empezó a resquebrajarse.

El 4 de julio de 2016, Manuela había pasado el día con una amiga, María José, y regresó a su casa casi de madrugada. Sobre la una, chateaba tranquilamente con un chico con el que tonteaba en aquella época, cuando sus mensajes cesaron súbitamente. Desapareció en la noche. Dejó la tele y las luces encendidas y su móvil se quedó en la casa. Su familia notó rápido su ausencia y advirtió de que no era voluntaria. Manuela, todos la llamaban Manoli, era madre de dos hijos y estaba pasando sola esos días porque los pequeños estaban con su exmarido ese mes.

“Desde el principio supe que se la habían llevado”, ha asegurado su hermana mayor, Emilia, ante el tribunal en la primera jornada del juicio. La hermana ha relatado que durante el tiempo en el que Manuela permaneció desaparecida, llegó a hablar con el que este lunes se ha sentado a unos metros de ella como acusado del homicidio. “La engañó a ella y me engañó a mí. Yo me pasaba por delante de él a ver si me sostenía la mirada. Durante todos estos años, ¿habrá pensado en sus hijos? ¿Habrá pensado en sus hijos? Esto es muy cruel”. Mientras han declarado los familiares, el acusado se ha sentado tras un biombo. La madre de Manuela, Virtudes, ha contado que se pasó tres años encerrada en casa: “Las amigas me hacían los recados”. La anciana se ha mantenido serena durante su intervención, pero al levantarse para abandonar la sala se ha roto y su llanto ha inundado la estancia. La familia ha estado apoyada por decenas de vecinos de Monesterio, cuyo alcalde ha fletado un minibus para que pudieran desplazarse hasta Badajoz.

La lona que han colocado los familiares de Manuela Chavero a las puertas de la Audiencia Provincial de Badajoz.
La lona que han colocado los familiares de Manuela Chavero a las puertas de la Audiencia Provincial de Badajoz. José Luis Real (EFE)

Ese 4 de julio, el día de Eugenio fue muy parecido al de Manuela. Entonces tenía 23 años. También lo había pasado con amigos, en su caso en la playa, donde había alargado la jornada hasta casi el anochecer. Él asegura que volvió de su día en la playa con pescado. Con tanto, que no le cabía todo en la nevera de su casa, a unas manzanas de la de Manuela. Así que, justifica, se acercó hasta otra vivienda que su familia tiene en el pueblo para dejar ahí lo que le sobraba. Esa vivienda unifamiliar se encontraba en el número 29 de la calle Cerezo. En el número 26 estaba la casa de Manuela. La Guardia Civil cree que la mujer murió de forma violenta en casa de Eugenio y que antes de matarla, la violó. Los agentes sostienen que el día en el que estaban haciendo la reconstrucción, el detenido le dijo a uno de ellos: “Si hay semen, es mío”. Las acusaciones y la fiscalía se aferran a esta confesión que el acusado ahora niega, para probar la agresión sexual a Manuela.

La versión de Eugenio es otra y es la que ha mantenido en sus respuestas, solo las de su abogado: “Ese día vi la luz en casa de Manuela y se me ocurrió pasar a decirle que si se quería llevar la cuna que me había prestado para un amigo. Fuimos a casa e íbamos hablando. No tuvimos relaciones sexuales. Lo que le dije después a la Guardia Civil fue por el agotamiento, entré a declarar de noche y cuando salí era de día. Sí que he dicho burradas a prostitutas en redes sociales y por Whatsapp, pero solo ha sido eso, en redes se dicen muchas cosas”. Lo que asegura es que Manuela se golpeó la cabeza en su casa, murió y él, asustado, la desnudó “para que los animales no mordieran y desenterraran la ropa”, la enterró en su finca y echó piedras sobre el cuerpo.

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En el juicio declararán durante toda la semana 68 peritos y una veintena de testigos. Esta es una muestra del largo camino recorrido hasta llegar a esta acusación. El exmarido, que también ha comparecido en el juicio, fue uno de los primeros sospechosos para los investigadores de la Guardia Civil. Es algo habitual comenzar las pesquisas en el entorno de la persona desaparecida. Es una búsqueda en círculos concéntricos alrededor de la víctima. Cada anillo lo componen los nombres de varios posibles autores. La opción de la expareja pronto quedó descartada. Los agentes revisaron entonces a todos los hombres con antecedentes por agresiones sexuales que se encontraban en la zona en esas fechas. Tampoco cuadraba ninguno de ellos. O tenían coartadas, testigos que los ubicaban en otro lugar o bien sus dispositivos móviles los situaban lejos de Manuela.

Años después de la desaparición, en la enésima vuelta de tuerca de los investigadores, las miradas se posaron en Eugenio. El hombre fue entrevistado como otros cientos de personas al inicio de la investigación, pero en esos primeros pasos no resultó relevante. Fue mucho después cuando las pesquisas lo colocaron en el centro. Aunque al principio dijo que apenas conocía a la mujer, los agentes comprobaron que habían coincidido en múltiples ocasiones. La cámara de la gasolinera ubica su coche en dirección a la casa de Manuela a la hora en la que la víctima dejó de contestar mensajes. Los investigadores consiguieron autorización judicial para intervenir su teléfono y escucharon varias llamadas de interés, entre ellas esa en la que se ponía nervioso y vacilaba cuando su madre mencionó que sería de tontos enterrar un cadáver en tu propia finca.

El jurado ha podido ver parte de la reconstrucción de los hechos que se hizo con el acusado. En la grabación se escuchan de fondo los gritos de las amigas de Manuela. “Di la verdad”, brama una mujer en el vídeo de forma insistente. En esta reconstrucción, Eugenio da respuestas vagas.

—¿Cómo cayó?—le pregunta una miembro de la comitiva judicial.

—Pues... ni de lado ni boca arriba exactamente.

—¿Llamó a alguien esa noche?

—Ahora no lo recuerdo.

—¿Se duchó?

—Creo que no.

Entre las dos versiones hay un abismo, el mismo que existe entre lo que solicitan las acusaciones y la defensa del acusado. Prisión permanente revisable, por tratarse de un asesinato precedido de una violación, si el jurado apoya la versión de los abogados de la familia, de la asociación Clara Campoamor y el ministerio público. Absolución, si apoyan la del letrado de Eugenio que sostiene que todo fue un accidente.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.
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