Ivo el Búlgaro, el mafioso que nunca se mancha las manos
Rafi Beyham Remzi, detenido ahora por una supuesta extorsión a un directivo del Sevilla FC, controló la noche de Madrid durante años tras hacerse con los locales de moda
La reunión era en un restaurante de un conocido centro comercial de Las Rozas (Madrid). Rafi Beyham Remzi, más conocido como Ivo el Búlgaro, me citó a media tarde en 2007 con la única condición de que tenía que acudir solo y, por supuesto, sin fotógrafo. Me esperaba en una mesa él solo al final del local. Nada más entrar, lo reconocí. Empezamos a hablar y en todo momento quiso darme a entender que él no hacía nada malo, que simplemente dirigía a un grupo de jóvenes ―hombres enormes de gimnasio, ciclados y a los que no les importa meterse en peleas― para garantizar la seguridad de los locales. Lo que no contaba y que sí decían investigaciones de la Policía Nacional es que Ivo, pese a esa fachada de niño bueno y con un marcado acento al hablar español, se había hecho con todos los locales de Madrid y que su función no era la vigilancia de la noche. Más bien quería hacerse con la droga que se movía en esos ambientes.
“Si realmente fuera un matón de la noche o manejara drogas, ¿iría con este utilitario de segunda mano?”, me dijo aquel día.
Yo comencé a tomar notas, ya que tampoco podía grabar la conversación. Él iba dándome detalles y siempre utilizó un tono de que él no hacía nada y que tan solo se dedicaba a dirigir una red de porteros y que todo era legal. Que tenía una mujer y que evitaba los problemas con las autoridades. “No soy un tipo problemático. Si tienen algo contra mí, que me lo digan, que me detengan”, se obstinaba en decir, seguro de que la policía no podría detenerle. Meses más tarde, fue arrestado.
En un determinado momento, levantó la mano e hizo una señal a un hombre muy fuerte con unos brazos enormes y un cuello tan grande que no se podía coger con dos manos. Le dijo que se sentara junto a nosotros. Sin yo saberlo, estaba siendo vigilado y me temo que esa persona no habría dudado en actuar en caso de que las cosas fueran mal o regular para su jefe.
La conversación duró cerca de una hora y en ella Ivo me invitó a quedar una noche, la que yo quisiera, para presentarme a sus empleados y ver que era todo mentira lo que me habían contado y lo que decía la policía de él. Así lo hicimos pasados unos días, junto con otras dos compañeras de EL PAÍS.
La segunda vez que hablé con él fue cuando mataron de un disparo a Catalin Stefan Craziun, Cata, la madrugada del 12 de enero de 2009, en la discoteca Heaven, en Ópera, en pleno centro de Madrid. El lugarteniente de Rafi Beyham Remzi recibió un disparo en el cuello que le costó la vida casi en el acto. Ivo se acercó rodeado de cuatro tipos de gran envergadura. Yo me dirigía hacia ellos y uno me apartó para que no caminara más. Ivo le dijo que me dejara pasar, que era conocido. Pude hablar con él cinco minutos.
“Así es como nos ganamos la vida nosotros. Nos jugamos el tipo todos los días y encima nos tienen por delincuentes. Ponednos bien, porque no tenemos ninguna culpa de lo que ha pasado”, afirmó a este periódico mientras miraba el cadáver de su compañero. “Nunca he tenido problemas serios con la policía. Siempre contratamos a gente muy profesional, que tenga más de 30 años para evitar problemas. La diferencia entre un chaval de 25 años de gimnasio y otro mayor es muy importante para evitar problemas”, añadió. Lo que no decía es que detrás estaba el negocio de la droga en estos locales de ocio y las extorsiones que cometían, según la policía.
Meses más tarde, fue arrestado por dirigir un grupo de unos 50 hombres dedicados a dar palizas, a mover los estupefacientes en los locales de ocio, por conspiración para el asesinato y por dirigir una organización criminal, entre otros delitos. Así es Ivo, un hombre de 1,70 metros y unos brazos descomunales.
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