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Caravana de secuestros en la Costa del Sol

Los delitos con violencia se suceden en el litoral malagueño como parte del ecosistema criminal ligado al narcotráfico

Malaga (España) 07/12/2022 Reportaje en la localidad de Estepona (Costa del Sol). En la fotografia, ambiente por el paseo maritimo.
Foto: Garcia-Santos
Malaga (España) 07/12/2022 Reportaje en la localidad de Estepona (Costa del Sol). En la fotografia, ambiente por el paseo maritimo. Foto: Garcia-SantosGarcia-Santos (El Pais)

El primer secuestro fue un susto. Varios hombres se llevaron a otro a la fuerza en un bar de Estepona. Lo trasladaron de madrugada a un lugar apartado en la sierra. Le golpearon, le amenazaron con una pistola y pidieron 5.000 euros al mes. Cuatro horas después, lo soltaron. Él se negó a pagar, y, días más tarde, la operación se repitió. En el segundo secuestro que vivía en menos de una semana ya sufrió extrema violencia: cortes por arma blanca, golpes con cinturones y puñetazos durante una larga noche. La víctima era un empresario y “estaba hecho un Cristo”, resumen fuentes del caso, que acabó con siete personas detenidas por la Policía Nacional. Es solo uno de los muchos hechos similares que se han registrado en el último año en la Costa del Sol. La mayoría, con los mismos ingredientes: sicarios armados, villas lujosas, narcotraficantes, enormes cantidades de dinero, torturas y la búsqueda de información para cometer nuevos delitos. Puro crimen organizado.

Tras la imagen vacacional y de turismo del litoral malagueño se esconde un ecosistema ligado al narcotráfico que pasa desapercibido para la mayoría de población. Ahí entran en juego organizaciones formadas por sicarios que se dedican “a lo que les salga”, según fuentes policiales especializadas. “Hacen lo que sea”, insisten. Extorsiones, palizas, transporte de droga o robos a otros grupos criminales forman parte de su catálogo de actividades. También los secuestros, con los que suelen tener una doble intención: información y dinero. “Las torturas y los golpes suelen ir encaminadas a saber dónde hay droga escondida o quién la tiene, con el objetivo de robarla”, señala la misma fuente. Como toda norma, hay excepciones, pero la mayoría de familiares de las víctimas no colaboran porque suelen tener antecedentes por tráfico de drogas. “Quieren que los liberes, pero no revelan a lo que se dedican”, explican. Muchas de estas situaciones, de hecho, suelen solucionarse entre los propios delincuentes, aunque hay ocasiones en los que el miedo les supera. “Solo acuden a comisaría cuando están acorralados”, añade este agente.

Su presencia en la Costa del Sol mantiene a decenas de policías alerta. Son los mismos que investigan la constante llegada de embarcaciones con hachís o cocaína a playas malagueñas, así como todos los movimientos posteriores de la mercancía. Algunas veces toma rumbo directo hacia Europa en vehículos de alta gama que recorren a toda velocidad las autovías. Y otras se esconden en pisos, villas o zonas rurales en las denominadas guarderías, a la espera de que sus propietarios las recojan.

La ubicación de estos escondites es información valiosa, como bien sabían seis hombres de nacionalidad francesa que este verano alquilaron un chalé adosado de dos plantas en Mijas. A simple vista eran unos visitantes más: iban a la playa, acudían a clubs y visitaban algunos municipios de la zona. Su hoja de antecedentes decía otra cosa —robo con violencia, narcotráfico e incluso el intento de asalto a un furgón del Banco de Francia— y sus planes eran muy diferentes al turismo. Tenían previsto secuestrar a un narco, al que vigilaban, para quitarle dinero y droga. Y pensaban asaltar una guardería para llevarse más mercancía con vehículos robados. Cuando recibieron refuerzos y todo indicaba que iban a ejecutar sus propósitos, fueron arrestados junto a otros miembros que aún permanecían en tierras francesas. En total, 11 detenidos.

“No hay compasión”

Un vuelco que sí se completó y que supuso la sustracción de 1.500 kilos de hachís fue el desencadenante de otro secuestro, esta vez múltiple. Ocurrió después de que miembros de un grupo de narcos quedaran con cuatro hombres para una transacción de este tipo de droga en una vivienda en la urbanización La Reserva de Marbella. Cuando los compradores pudieron ver la mercancía, comprobaron que era la misma que les habían robado días antes. Su respuesta fue secuestrar a los cuatro vendedores, que se cree que solo ejercían de intermediarios. Se los llevaron a una villa en la zona de La Quinta Hills, en Marbella. Los ataron a las camas de una habitación donde sufrieron torturas durante seis días: golpes, amenazas, y privación de alimentos. Solo los liberarían a cambio de cinco millones de euros. “Esto es crimen organizado puro y duro: no hay compasión ni medias tintas”, contaba un policía que participó en una compleja investigación que además iba contrarreloj: uno de los raptados era diabético y, sin insulina, moriría. Fueron, de hecho, los propios delincuentes los que, cuando supieron que la policía ya los tenía identificados, dejaron al hombre, inconsciente, frente a la casa de sus padres para evitar que les imputaran también por homicidio. Estuvo un mes ingresado en el hospital Costa del Sol, pero sobrevivió. Cuando los demás fueron liberados rompieron a llorar. “Pensaban que iban a matarlos”, relata el agente. La Policía Nacional arrestó a 15 personas por su implicación en los hechos.

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El dinero que buscan las organizaciones que se dedican al secuestro y la extorsión no tiene siempre forma de billetes o fardos. En primavera, un grupo de tres hombres secuestró en Benalmádena a un ciudadano húngaro al que pretendían robarle una cartera con 50 bitcoins y un valor de 1,3 millones de euros. Tras su desaparición, un amigo recibió una imagen de la víctima, atada de pies y manos y con una pistola en la cabeza. Había un mensaje adjunto: sus captores pedían un millón de euros por su libertad. La imagen, tomada en una villa de lujo, parte de la vista de una ventana. Fue la pista que sirvió a los agentes de la Unidad de Droga y Crimen Organizado (Udyco) para localizar el chalé. La habitación en la que estaba recluido el hombre estaba totalmente cubierta de plástico. También había una sierra. “Eso indicaba que querían realizar una rápida limpieza si le disparaban o le cortaban algún miembro”, cuenta un policía.

El agente insiste en que el narcotráfico es la causa “más típica” para los secuestros en la Costa del Sol, pero esta era una de esas ocasiones excepcionales en las que no. Pasó también meses después, en septiembre, cuando un grupo de 13 ciudadanos franceses que había alquilado en Mijas una lujosa casa —por 4.000 euros al mes— sufrió un robo en la vivienda. Joyas, dinero y unos auriculares que consiguieron encontrar gracias a la tecnología GPS. Secuestraron primero al que consideraron ladrón y, después, al que éste les dijo que les había vendido el dispositivo. Cuando se disponían a llevárselo en un coche, llegó la policía para abortar la situación. Varios de los individuos fueron detenidos allí mismo y los demás, en Puerto Banús gracias a la Policía Local de Marbella. También la víctima fue arrestada por robo.

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