Castigos para el turista incívico: ni cocinar en el Obradoiro ni hacer la colada en la playa
El aluvión de visitantes empuja a varias ciudades a regular bajo amenaza de multas las visitas guiadas, el comportamiento en los arenales o las despedidas de soltero
Un día cualquiera de finales de julio. El tiempo es desapacible en la plaza del Obradoiro y varios peregrinos envueltos en chubasqueros no se cortan: despliegan un hornillo portátil y se calientan una sopa. No son los únicos visitantes que se comportan en el casco histórico de Santiago de Compostela, Patrimonio de la Humanidad, como si fuera un camping. Las imágenes se han viralizado este verano de aluvión turístico. Se han visto sacos de dormir, alguna tienda de campaña sobre el empedrado o caminantes pintando con tiza las losas para presumir de kilómetros quemados con sus botas. Eso por no hablar de los cánticos religiosos de madrugada, con megáfono o a voz en grito. Los desmanes de algunos turistas han hecho saltar las alarmas no solo en la capital gallega. Gobiernos de distintos colores políticos han aprobado o preparan medidas para castigar estos comportamientos en Málaga, Ibiza o San Sebastián.
Ante las crecientes quejas vecinales, el Ayuntamiento de Santiago aprobó en julio un código informativo sobre lo que pueden o no hacer los turistas y la Policía Local lo ha estado difundiendo este verano. Los agentes han tenido que instar a los peregrinos a no montar picnics en el Obradoiro o a no apoyarse en columnas centenarias. El gobierno local de Goretti Sanmartín (BNG) se propone potenciar lo que llama “turismo consciente”, para que la ciudad “pueda mantener e incluso aumentar” el número de turistas pero “concienciando” a los visitantes para “minimizar las acciones que afectan negativamente al patrimonio o al día a día del vecindario”. De cara al próximo verano, elaborará un reglamento de usos del entorno de la Catedral que ya recogerá sanciones.
A diferencia de Santiago, en San Sebastián el problema aún no ha estallado pero se ha decidido actuar antes de que sea tarde. La nueva estrategia turística del Ayuntamiento no busca crecer en número de visitantes, sino “cuidar la calidad de vida de las personas que habitan la ciudad”, explica Jon Insausti (PNV), concejal de Cultura, Euskera y Turismo. Por eso este ha sido el primer verano en el que ha estado vigente un decálogo de buenas prácticas de las visitas guiadas. Aconseja limitar los grupos a 20 o 25 personas, mitigar el ruido y realizar los recorridos sin prisa. “Ha funcionado bien”, asegura Insausti, y se ha logrado erradicar el uso de altavoces por parte de los guías, que ahora solo se dirigen a sus clientes a viva voz o a través de un pinganillo. Para el próximo año, esas recomendaciones se convertirán en obligaciones y, por tanto, su incumplimiento conllevará multas. Las restricciones, que incluirán una franja horaria limitada para los recorridos guiados, han sido consensuadas con las empresas donostiarras del sector. “Que el espacio público esté regulado también les viene bien [a estas compañías], para que no les vengan guías freelance de fuera con grupos de 50 personas”, esgrime el concejal.
Barcelona ha endurecido un 55% este verano las multas contra los comportamientos incívicos. El gobierno del socialista Jaume Collboni sanciona ahora con el pago de 300 euros a quien orine en la calle y con 600 el consumo de alcohol que “afecte gravemente la convivencia”. En Torrevieja (Alicante), principal destino de la Costa Blanca y donde la población se quintuplica en temporada alta, han empezado a sancionar a los viandantes que compren en el top manta. La localidad, gobernada por el popular Eduardo Dolón, modificó hace solo unas semanas su ordenanza de convivencia para multar con 200 euros a quienes compren productos falsificados en la calle. Dénia, por su parte, sanciona hasta con 750 euros el uso en las playas de “aparatos sonoros o instrumentos musicales” que molesten a los bañistas “por su volumen de sonoridad”. Muchos municipios costeros andaluces también han implantado medidas específicas para favorecer la convivencia en las playas. En Motril (Granada) los bañistas no pueden utilizar altavoces para escuchar música si no quieren ser sancionados con 300 euros. En Tarifa tampoco se permite utilizar jabón para ducharse ni detergente para quien tenga la tentación de hacer la colada bajo los grifos.
Alicante, por su parte, aplica a los turistas una polémica ordenanza cívica que contemplaba en un principio sanciones de hasta 3.000 euros por el ejercicio de la prostitución o la mendicidad en la calle hasta que la justicia impuso cambios. La norma prohíbe bajo sanción de hasta 750 euros “ir desnudo o desnuda o con el torso totalmente desnudo por la vía pública” salvo en lugares autorizados como playas. Su aplicación, sin embargo, no es demasiado estricta. Isabel Ferrándiz, adjunta de la farmacia situada justo enfrente de la entrada a El Postiguet, la playa urbana de Alicante, lo ilustra con una anécdota. “Un día vino una chica con el top del bikini y tanga. Fue en la época en que aún era obligatoria la mascarilla y dijo que se la había olvidado. Lo que pensé yo es que también había olvidado vestirse”, bromea la farmacéutica.
Fuentes municipales avanzan que, de momento, no están previstas en Alicante nuevas medidas. Mientras, los turistas no dejan de aumentar. Cada vez llegan más cruceros, algo que se nota en la concatedral de San Nicolás, erigida a apenas 300 metros del mar. “Vienen sin camiseta, en bikini, en chanclas, con la sombrilla a cuestas”, se queja desde su puesto eventual en la sacristía Manuel José Pacheco, quien ha llegado a echar a un visitante “por vapear en el templo”. “Se saltan los cordones que impiden el paso a algún lugar. El otro día una persona se sentó en la silla del obispo. Y los hay que se suben a los bancos para hacer fotos desde lo alto”.
Peor es la situación que se vive en el tramo final del paseo de la Explanada, reclamo turístico alicantino situado justo enfrente de una zona de pubs y discotecas. Cuando cierra el kiosco Peret, un clásico en el que hasta Paul McCartney tomó una horchata, comienzan los problemas para el guarda de seguridad, asegura María Luisa, empleada del establecimiento: “Lo de ir sin camiseta es lo de menos, los fines de semana sobre todo, el consumo de alcohol conlleva muchos problemas”. Lo corroboran Ángel y Lucía, dueños de un kiosco de prensa: “Abrimos a las 6.30 de la madrugada y ves de todo. Parece que el que viene de vacaciones piensa que puede incumplir todas las normas”.
En Baleares, el Gobierno autonómico de la socialista Francina Armengol aprobó en 2020 un decreto para intentar frenar el turismo de borrachera. Prohíbe las excursiones etílicas o las barras libres y limita el horario de venta de alcohol en los tres puntos negros de las islas (Sant Antoni en Ibiza, Platja de Palma y Magaluf), pero el actual Ejecutivo del PP ya ha anunciado que lo modificará porque considera que no ha funcionado. “Hace mucho hincapié en inspecciones y sanciones a establecimientos. Eso está bien, pero se echa en falta ir contra el infractor que tiene el comportamiento incívico”, defienden fuentes de la Conselleria de Turisme, que reconocen que aún deben estudiar el encaje jurídico de las sanciones que quieren imponer a los turistas incívicos.
Multa a los penes de plástico
En Málaga, el gobierno local del popular Francisco de la Torre han puesto el foco en las despedidas de soltero. Penes de plástico en la cabeza, muñecas hinchables o vestir ropa interior en la vía pública son algunas de las acciones que pueden acarrear multa desde el pasado invierno. El Ayuntamiento no ha prohibido estas celebraciones, pero sí las ha limitado con el objetivo de “poner freno a algunos comportamientos incívicos que puedan perturbar la convivencia”, según explicaron entonces fuentes municipales. La nueva ordenanza fue aprobada por mayoría tras años de quejas vecinales, a las que poco a poco se fue sumando parte de la hostelería.
La normativa incluye multas a personas que transiten sin ropa o en ropa interior, así como con muñecos o elementos de carácter sexual. La Policía Local tiene indicaciones para, primero, informar a quienes incurran en incumplimientos y si persisten en su actitud, denunciarlos. La norma responde a los numerosos problemas creados por el aluvión de despedidas de soltero o soltera que vivió Málaga durante el pasado verano, aunque la Asociación de Vecinos Centro Antiguo de Málaga lleva denunciando los ruidos, problemas y suciedad que generan estas celebraciones desde varios años antes. Distintos hosteleros han restringido el paso a quienes participan en ellas. Mientras, el Ayuntamiento ha impulsado una mayor vigilancia sobre otras actividades incívicas, ya sea orinar en la calle o hacer botellón. Destaca el exceso de ruido: cada mes se ponen alrededor de 300 sanciones por ello —tanto a personas como establecimientos—, que pueden suponer el pago de entre 300 y 600.000 euros.
Conil y Tarifa, en Cádiz, fueron los municipios pioneros en poner coto a las despedidas de soltero. Tarifa dijo basta en 2016, recrudeciendo la normativa municipal para quien llevara disfraces grotescos. En 2018, Conil empezó a multar a quienes alteraban el orden público o llevaban vestimentas indecorosas. También se sanciona a los restaurantes y viviendas turísticas que albergan despedidas de soltero que incumplen las normas.
Los nuevos gobiernos municipales de Granada y Sevilla, ambos del PP, también trabajan en la modificación de sus ordenanzas municipales para prohibir comportamientos inadecuados en las despedidas de soltero. En el caso de la capital granadina, los cambios en preparación pasan por vetar que se pasee por espacios públicos sin ropa, llevar disfraces con contenido xenófobo, racista u homófobo y el uso de aparatos de amplificación de sonido o imagen sin autorización.
En Sevilla, el anterior equipo de gobierno del PSOE ya puso en marcha una campaña que bajo el lema Love Sevilla Back indicaba a los turistas qué comportamientos estaban sancionados por la normativa municipal en un intento de fomentar la convivencia entre los visitantes y los vecinos afectados por la turistificación. En trípticos distribuidos en los apartamentos turísticos y los hoteles hispalenses, se recordaba la obligación de tirar la basura en los contenedores correspondientes y en las horas establecidas, de no tender en los balcones, respetar el descanso nocturno, no orinar en la vía pública o “mantener en la intimidad tus partes íntimas”, para advertir a los turistas que no paseen en bañador. Un decálogo que, aunque iba a ser vigilado de manera estrecha por la policía municipal, solo tenía afán informativo, según explicitó el Ayuntamiento.
Con información de Eva Saiz y Jesús Cañas.
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