Fin a 87 años de duelo con la entrega de los restos de 12 víctimas de Franco
El Gobierno devuelve a las familias los restos de las primeras exhumaciones de Cuelgamuros
El 20 de agosto de 1936, en los albores de la Guerra Civil, los falangistas se los llevaron maniatados y a culatazos de sus casas en Pajares de Adaja y Navalmoral de la Sierra (Ávila) antes de asesinarlos. Sus cuerpos fueron arrojados a un pozo seco del que, en 1959, fueron extraídos y llevados, sin consentimiento de sus familiares, al Valle de los Caídos —hoy de Cuelgamuros—. Ochenta y siete años después del crimen, los herederos de esas 12 personas —11 hombres y una mujer— exhumados e identificados el pasado junio en el mausoleo franquista en cumplimiento de la Ley de Memoria Democrática, recibieron sus restos. Cerraban así el duelo tras un sinfín de obstáculos jurídicos por grupos franquistas y antimemorialistas pero también por el Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial (PP), municipio donde se ubica el gigantesco monumento erigido por la dictadura para exaltar a Franco tras su muerte.
“Han sido años de ansiedad porque han sido incontables e incesantes los intentos de impedir su exhumación. Para las familias este es un acto de sanación que cierra nuestras heridas abiertas hasta hoy, es un acto de paz e invitamos a toda la ciudadanía española a que así lo considere”, valoró el nonagenario Fausto Canales, que tenía 24 meses cuando los falangistas fusilaron a su padre. Valerico Canales, jornalero agrícola de Pajares de Adaja y miembro de la Casa del Pueblo, vinculada a la UGT, tenía 29 años cuando fue secuestrado en plena noche y trasladado en camioneta a las proximidades de Aldeaseca, a 30 kilómetros. Le mataron en la carretera de Arévalo a Madrigal. El mismo destino compartieron Víctor Blázquez, Emilio Caro, Román González, Flora Labajos, Celestino Puebla y Pedro Ángel Sanz. Dos semanas antes Raimundo Meneses, Rito Martín y Gregorio Pérez, los tres vecinos de Navalmoral de la Sierra, fueron ejecutados, junto a otras dos personas no identificadas, también por unos falangistas que les secuestraron mientras trabajaban en la siega.
Años después, sin el conocimiento ni el consentimiento de sus familiares, todos fueron inhumados con otras 4.266 víctimas en el nivel 0 de la Capilla del Santo Sepulcro de Cuelgamuros, adonde fueron trasladadas 33.833 víctimas en total. El equipo multidisciplinar de expertos organizado por el Gobierno concentró sus esfuerzos en la caja 198, la que mayor número de restos contenía de 128 represaliados del franquismo reclamados por sus familiares. “Si estamos tan implicados en esta tarea es porque estamos convencidos de que sirve para reforzar los valores democráticos”, intervino en el acto de homenaje el médico forense Francisco Etxeberria, uno de los más reputados del mundo.
“Estamos aquí para cerrar un duelo, el duelo inacabado, nunca resuelto, de nuestras abuelas y abuelos, de nuestros padres y madres, de nuestros tíos y tías, el duelo de todos nosotros, el duelo que en 87 años, casi un siglo, no se pudo celebrar hasta ahora, lo que resulta inexplicable para cualquier persona cabal”, subrayó Juan Luis González, nieto de Ramón González. “Ya están aquí, ya están de vuelta para reposar con los suyos. Lo tomamos también como un acto de reparación, tardía e incompleta, pero muy significativa ante tanto desalmado que aún nos niega el derecho humano de enterrar dignamente a nuestros muertos cruelmente asesinados, profanados sus cuerpos y sepultados en una cripta siniestra y expresión máxima de la megalomanía del dictador”, abundó.
“Hoy saldamos una deuda con este acto de reparación y de justicia. La caja 198, durante décadas en la cripta de Cuelgamuros, es ya un ejemplo y un símbolo de lo que fue la España más negra. Pero también es un símbolo para la democracia, del compromiso de este Gobierno de que vamos a seguir trabajando para poder entregar los restos de víctimas a sus familias para que les den una sepultura digna”, expuso el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, en la ceremonia a la que asistieron más de 200 personas en el Parque de la Ermita de la Virgen de Rivilla. “Agradezco especialmente al presidente Pedro Sánchez su valentía y coraje para tirar adelante con una ley que permite que las familias se puedan reencontrar con sus seres queridos. Y es un acto de reparación con las organizaciones por las que perdieron la vida. Hay un nexo común, las personas asesinadas tenían una relación con las casas del pueblo, algunas eran afiliadas al sindicato”, destacó Pepe Álvarez, secretario general de UGT. Fernando Martínez, secretario de Estado de Memoria Democrática, y la delegada del Gobierno en Castilla y León, Virginia Barcones, también acudieron al homenaje. Lo mismo que Ángeles Ferriz, vicesecretaria del PSOE andaluz y amiga de Fausto Canales y que mantiene una relación muy estrecha con asociaciones de memoria (Ana López Gallego, una de las Trece rosas, nació en La Carolina, su pueblo de Jaén).
Los restos fueron trasladados al término del acto al cementerio situado a unos pocos pasos, donde familiares y asistentes depositaron claveles rojos en un memorial inaugurado en 2004. “Desde hoy sabemos que no caímos en la sima del olvido. Viajero que en mi tumba por azar te has detenido, anota mi nombre y mi apellido, anota mi ciudad, di a mis amigos que aquí estoy enterrado, pues me extraña que si lo saben ninguno haya venido”, rezaba una placa con un poema de Gabriel Celaya. A su lado, en otro monolito, se leían los nombres de las diez víctimas identificadas bajo unas palabras de Luis Cernuda: “Recuérdalo tú y recuérdalo a otros”. Los congregados cantaron Al alba, de Luis Eduardo Aute en un acto en la que la tristeza acumulada durante 87 años dio paso a una onda de “paz y liberación” según el sentir generalizado.
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