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Marruecos refuerza la frontera con Melilla un año después de la tragedia del asalto a la valla

Las autoridades de Rabat construyen un nuevo tramo intermedio de verja con zanjas cerca del paso del Barrio Chino, donde murieron aplastados al menos 23 subsaharianos

Sector marroquí de la valla fronteriza con Melilla que sufrió daños en el asalto de 2022, este sábado en el área de Nador.Foto: MARÍA TRASPADERNE (EFE) | Vídeo: EPV
Juan Carlos Sanz

Marruecos está reforzando en las últimas semanas la frontera con Melilla mediante la construcción de un tramo de valla intermedio, de unos centenares de metros de longitud, situado entre la verja del lado marroquí, sembrada de concertinas altamente cortantes, y el sistema de barreras de separación en zona española, que se elevan hasta los 10 metros y están coronadas por mecanismos que impiden la sujeción. La nueva estructura de seguridad, complementada por terraplenes con zanjas, se encuentra en estado avanzado de finalización, según se observaba este sábado en las inmediaciones del paso fronterizo del Barrio Chino y confirmaron fuentes de los servicios de seguridad de Rabat. En ese mismo lugar perdieron la vida hace un año al menos 23 subsaharianos, según las autoridades de Marruecos, al intentar asaltar la valla para irrumpir en territorio español.

“En Nador ya no quedan migrantes irregulares”, asegura frente a la clausurada frontera del Barrio Chino un agente de seguridad responsable de las relaciones con los medios de comunicación españoles que cubren el aniversario de la tragedia de la valla de Melilla. “La verja está siendo reforzada en un sector que resultó dañado y se han excavado también zanjas”, puntualizó, aunque sin permitir tomar fotografías en la zona. A su espalda aún resultaban visibles los tramos de altas estructuras metálicas y vallas de alambre echadas abajo durante el asalto de cerca de dos millares de subsaharianos, en su gran mayoría sudaneses, el 24 de junio de 2022. Frente a los datos de las autoridades marroquíes, ONG humanitarias locales e internacionales han elevado hasta 37 la cifra de víctimas mortales, al incluir a los migrantes supuestamente fallecidos durante su traslado forzoso a zonas alejadas del país magrebí. Estas organizaciones también dan cuenta de la desaparición, además, de 76 personas.

En el cementerio Sidi Salem de Nador reposan los restos de Mohamed Alí Adam, nacido en 1987 en Sudán, según mostró un empleado del camposanto. Su sepultura es idéntica al resto de las tumbas, con una pequeña placa de cerámica con sus datos, aunque no hay plantas cuidadas sobre la tierra que la cubre, como en muchos otros sepulcros. Es la única de las víctimas de la tragedia de la valla de Melilla que ha podido ser identificada hasta ahora mediante fotos enviadas a sus familiares. “Por allí no pueden pasar”, advirtió el mismo empleado del cementerio a los periodistas que intentaban acercarse hasta las dos docenas de tumbas excavadas y todavía vacías en un extremo del recinto. En los congeladores de la morgue de un hospital de Nador aguardan a ser identificados desde hace un año 22 cadáveres de subsaharianos muertos al intentar franquear por la fuerza la frontera de Melilla. Varios grupos de personas de ONG españolas que trabajan en la zona acudieron este sábado a la valla para mostrar su rechazo y exigir una investigación exhaustiva que aclare la tragedia ocurrida el verano pasado.

Paso cerrado del Barrio Chino desde el lado marroquí.
Paso cerrado del Barrio Chino desde el lado marroquí.

No hay africanos de raza negra en las calles de Nador, ni en la cercana Beni Ensar, colindante con Melilla. Tampoco en el cercano monte Gurugú, donde solían permanecer acampados hasta encontrar la oportunidad de dar el salto. Por la estrecha carretera que asciende se divisa a vuelo de pájaro la línea costera de la punta del cabo de las Tres Forcas, donde se reconoce Melilla, y la mar Chica, o laguna marina de Nador. En la cumbre del Gurugú, las instalaciones militares cierran el paso a los visitantes. En la falda, a un tiro de piedra de la frontera del Barrio Chino, se alza un acuartelamiento de las Fuerzas Móviles de Seguridad. Media docena de tiendas de campaña en su exterior apuntan a que ha sido reforzado con más agentes.

“Aquí ya no quedan negros”, zanja Mohamed, de 70 años, operario jubilado español residente en Melilla, mientras da de comer a sus terneros en un recodo de la carretera del monte. “Desde que me jubilé, me he convertido en ganadero para estar entretenido”, ríe componiendo una escena pastoral con sus reses cerca de barrancos donde la cábilas rifeñas del nacionalista Abdelkrim masacraron hace poco más de un siglo a 150 soldados españoles. “Antes había muchos inmigrantes. No se metían con nadie y nunca tocaron a mis vacas”, explica con aire afable, pero sin permitir ser fotografiado. “Vivían en cuevas, en tiendas, en el bosque, pero hace un año la policía los echó a todos. Los guardias vienen casi a diario a registrar la zona. Ya no quedan ninguno”, remacha.

Omar Naji, responsable de la sección de Nador de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, ha asegurado que todavía quedan unos pocos migrantes en los alrededores del monte Gurugú. “Se han ido casi todos ante una política migratoria de España y Marruecos basada exclusivamente en la seguridad. Se ocultan día y noche para no ser detenidos o expulsados a otras zonas del país”, precisaba Naji en una conversación previa a los actos organizados por la AMDH este sábado en el aniversario de la tragedia de la valla de Melilla.

La AMDH asegura haber contabilizado 27 muertos y 70 desaparecidos en su último informe, presentado en el aniversario de la tragedia. Dice haber documentado casos de violencia policial en los campamentos de subsaharianos en el monte Gurugú, como la destrucción de tiendas de campaña y la quema de reservas de alimentos, que precedieron entre el 23 y el 24 de junio de 2022, el asalto masivo a la valla.

Su trabajo de investigación sobre el terreno, señala la asociación de Nador, constata que los migrantes pudieron recorrer más de seis kilómetros, desde el monte Gurugú hasta la valla en el puesto del Barrio Chino, sin ser interceptados durante una marca multitudinaria a lo largo de una hora y media, a pesar de haber pasado junto a un acuartelamiento policial.

La organización marroquí de defensa de los derechos humanos asegura que los familiares de las víctimas, algunos venidos desde el Reino Unido, Omán o Noruega, no han podido identificar sus restos debido a las cortapisas que han interpuesto las autoridades, que nos les han permitido ver los cadáveres.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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