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Ocho presos de ETA contrarios al fin de los atentados amagan con una huelga de hambre por tener que compartir celda

Uno de los reclusos había hecho acopio de jamón y patatas fritas en el economato penitenciario antes de anunciar el ayuno

El etarra Jon Kepa Preciado, "Oier", durante el juicio en la Audiencia Nacional por un delito de estragos terroristas, en julio de 2013.
El etarra Jon Kepa Preciado, "Oier", durante el juicio en la Audiencia Nacional por un delito de estragos terroristas, en julio de 2013.Fernando Villar ((EPA) EFE)
Óscar López-Fonseca

Ocho presos de ETA han abandonado en apenas 24 horas la huelga de hambre que iniciaron el lunes, en lo que suponía la primera protesta colectiva de reclusos de la organización terrorista desde que el Ministerio del Interior pusiera fin a la política de dispersión, el pasado 24 de marzo. Se trata de Garikoitz Etxebarria, Josu Etxeberria, Dani Pastor, Mikel San Sebastián, Orkatz Gallastegi, Jon Kepa Preciado, Aitor Cotano y Patxi Ruiz. Buena parte de ellos fueron expulsados hace tiempo del autodenominado colectivo de presos políticos vascos (EPPK en sus siglas en euskera) por su posición contraria al fin de los atentados. En su mayoría son internos que llegaron a cárceles del País Vasco entre enero y febrero de 2023 y que tienen pendientes largas condenas de cárcel tras ser condenados por delitos cometidos en los últimos años de actividad terrorista de ETA.

La protesta se inició después de que uno de ellos, Garikoitz Etxebarria, preso en la cárcel de Zaballa (Álava), mostrara el miércoles de la semana pasada su rechazo a la decisión del centro penitenciario de que hacerle compartir celda con otro interno. Etxebarria, que llegó la prisión alavesa el pasado 14 de abril procedente del Centro Penitenciario de Dueñas (Palencia), se negó a ello y obligó al centro penitenciario a trasladarlo al departamento de ingresos (donde los reclusos recién llegados a la cárcel permanecen unos días hasta que se les estudia y se decide donde se les aloja) y, con ello, que se le aplicaran algunas restricciones en el régimen de vida ordinario propio de esta zona de la prisión.

Etxebarria interpretó que la medida suponía la aplicación de un régimen de aislamiento ―algo que las fuentes penitenciarias niegan― y ese mismo día comunicó el inicio de una huelga de hambre y de patio (permanecer en la celda las horas en las que los internos pueden salir a las zonas al aire libre del recinto penitenciario). Desde entonces, el preso etarra era sometido a controles diarios de salud por los servicios médicos penitenciarios, que este martes constataron que daba las primeras muestras de deterioro físico y de cansancio. Tras mantener una comunicación con su mujer, el recluso comunicó que abandonaba el ayuno. El Departamento del Gobierno vasco ha informado que, cuando se quede libre una celda individual en un módulo de vida ordinaria de la cárcel de Zaballa, Etxebarria abandonará el módulo de ingresos.

La protesta de Etxebarria fue apoyada este lunes por los otros siete reclusos (seis de los cuales están en la misma cárcel y el otro, en la de Pamplona, esta última gestionada por Interior) con el anuncio de que se sumaban a la huelga. Según fuentes penitenciarias, algunos de ellos detallaron a la dirección que su protesta solo incluía la renuncia a las comidas dispensadas en el centro penitenciario, pero que seguirían adquiriendo alimentos en el economato de la prisión. De hecho, uno de ellos, Josu Etxeberria, había hecho acopio de comida en la tarde del lunes con la compra de tres paquetes de “jamón curado”, cuatro refrescos de cola, dos bolsas de patatas fritas, otra de frutos secos y un paquete de galletas saladas.

Finalmente, este martes, menos de 24 horas después de su inicio, los presos comunicaban formalmente a la prisión con escritos que ponían punto final a su protesta “en solidaridad con Garikoitz Etxebarria” al considerar que la dirección de la cárcel de Zaballa se había comprometido con su compañero a ingresarle en una celda individual de un módulo ordinario. Fuentes del Gobierno vasco insisten en que en este caso está actuando de acuerdo a la legislación penitenciaria.

No es la primera vez en los últimos años que el sector de reclusos de la organización terrorista contrario al fin de los atentados organiza una protesta colectiva, aunque hasta ahora el número de presos que se sumaba había sido menor. La última iniciativa de presión de cierta relevancia se produjo en mayo de 2020 y la protagonizó uno de los internos que ahora también ha participado, Patxi Ruiz. Este etarra, ahora encarcelado en la prisión de Pamplona y que entonces estaba en el centro penitenciario de Murcia II, inició una huelga de hambre también por un traslado de celda. En su caso, tras ser cambiado de módulo por haber encabezado un plante contra la gestión de la pandemia en prisión.

Ruiz, condenado a 30 años por el asesinato de concejal de UPN Tomás Caballero y que fue expulsado de la organización terrorista a finales de 2017 por llamar “liquidacionistas” al sector que dirigió su disolución, estuvo 30 días en ayuno y tuvo que ser ingresado en un centro hospitalario. Su protesta, que provocó un rebrote de la kale borroka en Euskadi que incluyó el lanzamiento de pintura a sedes del PNV y la casa de la dirigente socialista vasca Idoia Mendia, fue apoyada, como ahora, por otros internos contrarios al fin de los atentados, pero a la vez también recibió críticas de los presos aún encuadrados en el EPPK, que incluso pusieron en duda que Ruiz hubiera hecho una huelga de hambre real.

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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