Manuel Ludevid i Anglada, líder universitario y ensayista
El economista catalán, con una larga trayectoria de oposición a la dictadura franquista, ha fallecido a los 71 años
La tarde de este jueves enterramos en Badalona a Manuel Ludevid i Anglada, economista de muchos amigos. Manel ha fallecido a los 71 años de edad, tras una repentina indisposición que le provocó un fulminante paro cardíaco. Activísimo líder universitario de la quinta de 1969, ha sido un ensayista inquieto y precursor sobre cuestiones sindicales. Y también de cambio climático y medio ambiente, de los que fue consultor para empresas y administraciones públicas.
Ludevid estuvo a la cabeza del movimiento estudiantil en Económicas, inmediatamente posterior a la revuelta de mayo de 1968, protagonizado por unas organizaciones de base bautizadas como “comités de curso”. Fue dirigente de Bandera Roja, el movimiento creado por Jordi Solé Tura y Jordi Borja, en un agitado ambiente de renovación marxista inspirada por el estructuralismo francés y de revuelta beat, conectada a un nuevo psicologismo de liberación social y sexual alentado por el pesadísimo Herbert Marcuse. Destacó por su oratoria apabullante y precisa, y un compromiso férreo pero amable, que no estigmatizaba en clave sectaria (eso era entonces noticia) los descubrimientos de la vida.
Durante años fue protagonista en todas las movilizaciones. Fue miembro de la Assemblea de Catalunya (la de la resistencia, no la posterior ANC), que agrupó a todas las asociaciones, partidos y movimientos antifranquistas. Escapó a la segunda detención masiva de su plenario, en 1974, en una “redada” sin permiso judicial que capturó a 67 dirigentes acogidos a la solidaridad de las Escolapias de clausura de Sabadell: Manel, rápido, menudo y escurridizo, logró zafarse, refugiándose en el camerino de la virgen.
Pronto se incorporó al prolífico Instituto de Estudios Laborales de Esade dirigido por Alfonso Carlos Comín y el jesuita Juan N. García Nieto, del que sería factótum en su segunda generación: ¡tiempos aquellos en que las escuelas de negocios cultivaban esas ramas de inquietud! Publicó varios libros sobre la problemática del movimiento obrero: Cuarenta años de sindicalismo vertical (1976) o La situació del sindicalisme a Espanya (1985) y dirigió el informe de la Fundació Bofill a la Unesco El joves obrers i el seu treball (1985), un ambicioso análisis sociológico sobre los valores del trabajo entre los jóvenes de la periferia industrial barcelonesa, la denuncia de la precarización o la discriminación de género, y la crítica al sindicalismo oficial.
Luego se integró en el Consorcio de la Zona Franca como director de Promoción Económica, coincidiendo en organismos de la administración local con economistas-ejecutivos de su quinta, como Enric Crous (Damm) o Ramón Mas (Caprabo, Grupo Planeta). Desembocó posteriormente en Gas Natural (hoy Naturgy), donde se especializó en estudios precursores sobre el cambio climático y el medio ambiente. Publicó El cambio global en el medio ambiente (1996) y Un vivir distinto, cómo el medio ambiente cambiará nuestra vida (2003). Creó su propia consultoría y dirigió el programa de Gestión Ambiental de la Empresa en la Universidad Pompeu Fabra. Fue el primer director ejecutivo del Programa Dimensiones Humanas del Cambio Global en el Medio Ambiente de la Unesco.
Manel desparramó su activismo en múltiples actividades, musicales y asociativas. Cultivó círculos concéntricos, en torno al equipo barcelonés de la siempre secuestrada revista Mundo Social que dirigieron Carlos Giner de Grado y Josep Maria Puigjaner (con Antonio Ruiz Va, Enrique Arias, Joan Botella, Ricard Fernández-Aguilà, Joan Subirats…); su familia más cercana (su hermana Mariona, a la que adoraba, y su hermano Jordi, que fue decano de los Colegios de Arquitectos españoles); sus parientes Anglada, núcleo liberal-catalanista de Vic (la tía Mercè, bombonera de vanguardia); sus colegas musicales y sus amigos de siempre, quienes le echarán en falta en la copa Boadas de Navidad, que mantiene Merche Pérez-Salanova. Y tejió puentes entre tirios y troyanos durante los años divisivos del procés. Abarcó mucho y apretó a fondo en la asignatura siempre pendiente de la felicidad, durante los últimos años de su vida —no sospechábamos que lo serían—, con el impulso cómplice y agudo de su mujer, la serena y delicada doctora Assumpta Serra.
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