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Abdel Bary, el enigmático rapero británico acusado de sucumbir a la yihad y a la ‘dark web’

La Fiscalía pide nueve años de cárcel para el presunto combatiente del ISIS retornado de Siria, uno de los “terroristas” más buscados de Europa durante años y encarcelado en aislamiento en España desde que la policía lo capturó en 2020 tras llegar en patera

A la izquierda, Abdel Bary. A la derecha, una fotografía del grupo del ISIS al que pertenecía, según los investigadores.Vídeo: EPV
J. J. Gálvez

Abdel-Majed Abdel Bary aguarda en una celda de aislamiento a que la Audiencia Nacional dirima su futuro. A sus 32 años, este rapero británico de origen egipcio, que llegó a firmar canciones bajo el alias de L Jinny, afronta un complicado horizonte judicial. La Fiscalía ha pedido que se le condene a nueve años de prisión y a 10 años de libertad vigilada por encabezar una supuesta célula yihadista itinerante, que formó después de abandonar Siria —adonde viajó presuntamente para combatir con el ISIS— y que se dedicaba, entre otras tareas, a las estafas bancarias a través de internet para “financiar sus actividades terroristas”. “Su objetivo final era consolidar un califato islámico regido por el Corán y la sharía [ley islámica]”, lo acusa el ministerio público.

Sin una fecha de juicio todavía fijada por el tribunal, Abdel Bary permanece encerrado de forma provisional en una prisión española desde que la policía lo arrestase en 2020 en Almería. En aquel momento, se le consideraba uno de los terroristas más buscados de Europa y las fuerzas de seguridad del continente lo señalaban como objetivo prioritario, “tanto por su trayectoria criminal en las filas del ISIS como por su alta peligrosidad”, apunta el Ministerio del Interior. Según los investigadores, el británico había dejado atrás sus canciones en 2013 para integrarse en el ISIS como foreign fighter (combatiente extranjero), pero abandonó Siria dos años después con el objetivo final de volver a Europa. Una salida que no pasó desapercibida: los retornados han constituido una de las grandes preocupaciones de los agentes de la lucha antiterrorista.

En estos tres últimos años, la Audiencia Nacional ha tratado de reconstruir sus pasos. Un enigmático camino plagado de interrogantes y sombras: ¿A qué se dedicó desde que supuestamente salió de Siria y durante los años que permaneció fuera del radar de las fuerzas de seguridad? ¿Quién le ayudó a entrar en España? ¿Hacia dónde se dirigía cuando lo capturaron? Los investigadores creen que han dado con algunas respuestas. La jueza María Tardón lo procesó el pasado verano y la Fiscalía ha presentado ahora en enero el escrito de acusación contra él: le atribuye un delito de integración en organización terrorista.

Un ataque mortal con dron

El sumario de la Operación Altepa, que permitió la detención de esta supuesta célula yihadista en abril de 2020, reconstruye la última década de vida de Abdel Bary, hijo de Adel Abdelmajed Abdelbary, un histórico terrorista de Al Qaeda extraditado a EE UU en 2002 por participar en los atentados perpetrados contra las embajadas estadounidenses de Kenia y Tanzania. Según los investigadores, el exrapero británico abandonó el Reino Unido en 2013 para emprender un viaje a las entrañas del autodenominado Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). El sospechoso se trasladó hasta Siria “junto a su amigo Junaid Hussein y ambos se integraron en el Ejército de Al Furqan”, destacan las pesquisas.

Los efectivos de la lucha antiterrorista atribuyen a Abdel Bary, recluido en la cárcel de Puerto III (Cádiz), una “extrema violencia”. “En agosto de 2014, realiza la publicación [en sus redes sociales] de una fotografía de él mismo sosteniendo la cabeza de una persona en una plaza de Raqqa (Siria)”, ejemplifica la magistrada María Tardón, jueza de la Audiencia Nacional, en el auto de procesamiento de la célula, fechado el pasado julio y al que tuvo acceso EL PAÍS.

Según la Policía, imágenes de Abdel Bary subidas a sus redes sociales donde "porta fusiles de asalto tipo 'kalashnikov' o ametralladoras".
Según la Policía, imágenes de Abdel Bary subidas a sus redes sociales donde "porta fusiles de asalto tipo 'kalashnikov' o ametralladoras".

En Siria permanecerá hasta mediados de 2015, según la policía, cuando su amigo Hussein muere en un ataque con dron de EE UU. La instrucción apunta que entonces decide salir del país y, tras pasar primero por Turquía y después por Argelia, llega a Europa en la primavera de 2020. Abdel Bary desembarca en una España confinada y con las fronteras cerradas por la pandemia del coronavirus. Pero él se las arregla para entrar por Almería en patera —en la noche del 13 al 14 de abril, toca tierra en “algún punto del Parque Natural de Cabo de Gata”, dice el sumario— y alquilar un piso turístico. Allí, a los seis días, es detenido junto a sus dos supuestos compañeros de célula: Abderrezak Siddiki y Kossaila Cholluah, argelinos de 30 y 27 años, respectivamente.

Estafas bancarias

Su captura no fue casual. Por aquella época, los investigadores tenían los ojos muy abiertos. En contacto con el CNI, habían recibido la alerta de que el presunto yihadista quería volver a Europa y que consideraba la costa española como posible punto de entrada. No se equivocaron. Como desveló EL PAÍS, la célula utilizó aplicaciones de móvil para pedir comida a domicilio y, tras seguir su rastro, el camino condujo a los agentes hasta un piso del número 20 de la calle Cádiz, en la capital almeriense, donde capturaron a los tres supuestos integrantes del grupo radical.

De izquierda a derecha, las fotos de Abdel Bary, Siddiki y Cholluah recogidas en informes penitenciarios.
De izquierda a derecha, las fotos de Abdel Bary, Siddiki y Cholluah recogidas en informes penitenciarios.

Los agentes les intervinieron entonces cuatro teléfonos móviles, un ordenador portátil y varias tarjetas bancarias, entre otros efectos. Y comenzaron a escudriñarlos. Según explica la Fiscalía, los datos recabados han permitido concluir que los tres acusados formaron una “estructura criminal con vocación de permanencia en el tiempo”, con un “reparto de roles” y que tenían por objetivo “cometer estafas bancarias mediante el sistema conocido como carding” —la clonación y obtención de información financiera de tarjetas de crédito o débito para vaciar parte del dinero— , lo que “les permitía financiar sus actividades terroristas”.

Criptomonedas

En su escrito de acusación, el ministerio público detalla que Abdel Bary se encargaba de contactar en páginas de la dark web (internet profundo) con proveedores de datos financieros robados previamente; a los que pagaba con criptomonedas: un informe de la policía señala que el rapero acumuló 49.812 euros en bitcoins—. Seddiki también se dedicaba presuntamente a obtener datos bancarios, “gestionando además la cartera de criptomonedas de la célula”. Por su parte, según las pesquisas, gracias a sus “contactos y testaferros”, Cholluah “lograba convertir el dinero estafado y convertido en criptomonedas por Abdel Bary y Seddiki, en dinero nuevamente utilizable (como el dólar, la lira, el yen o el euro)”.

La Fiscalía pide igualmente siete años de cárcel por pertenencia a organización terrorista para Cholluah; y ocho para Seddiki, a quien le encontraron un pasaporte falso y le atribuye también el delito de falsedad documental.

Sin embargo, el abogado de Abdel Bary, Álvaro Durán, afirma que la instrucción se encuentra plagada de “irregularidades procesales” desde el inicio de la causa, incluyendo peticiones de investigación de la policía que fueron denegadas en un primer momento por un juzgado de instrucción, pero luego admitidas por otro. Además, el letrado recalca que no consta en el sumario ni una sola prueba documental que demuestre de forma fehaciente que su cliente viajase a Siria o se integrase en el ISIS. “No existe ni una sola diligencia pericial que acredite ni un solo hecho de los que manifiesta el ministerio público”, insiste sobre la acusación de pertenencia a organización terrorista.

El rapero británico, al que el Reino Unido retiró la nacionalidad, ha defendido su inocencia desde prisión, donde habló con algunos funcionarios y les aseguró que no se considera un “radical” y que no “justifica ningún tipo de atentado perpetrado por las organizaciones terroristas”. Según él, solo entró en España en 2020 para intentar encontrar trabajo “en invernaderos o granjas recogiendo fruta”.

Documentos para "respaldar a quien buscase un papel como imán u orientador religioso"

Abdel Bary no se identificó como tal cuando fue detenido en abril de 2020 en Almería. En un primer momento, dijo que se llamaba Ahmed El Oulabi. Y precisamente, en un teléfono móvil, los investigadores le encontraron un documento de carácter religioso que les llamó la atención. Se trataba de un papel expedido en diciembre de 2019, que autorizaba al tal El Oulabi a "difundir las enseñanzas contenidas en el libro Al muqadima Al Ajurrumiya", una obra del "siglo XIII de gramática árabe escrita en verso para su mejor memorización". "Dicha autorización se emite por internet, no contiene un sesgo religioso radical y sería útil para respaldar a una persona que buscase un papel como imán u orientador religioso", remacha la Fiscalía.

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Sobre la firma

J. J. Gálvez
Redactor de Tribunales de la sección de Nacional de EL PAÍS, donde trabaja desde 2014 y donde también ha cubierto información sobre Inmigración y Política. Antes ha escrito en medios como Diario de Sevilla, Europa Sur, Diario de Cádiz o ADN.es.

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