Despliegue policial en Granada por una macrofiesta ilegal iniciada hace casi cuatro días
Los organizadores de la ‘rave’ de La Peza, con presencia de más de un millar de personas, señalan que se prolongará hasta el martes
Panadería, tiendas de ropa, varios escenarios, un establecimiento para tatuajes, otro para masajes, bares y música, mucha música. Un millar de personas procedentes de varios países celebra una fiesta ilegal a las afueras del municipio de La Peza (Granada, 1.170 habitantes) desde el 30 de diciembre. “De la noche a la mañana montaron un campamento que ha multiplicado el número de habitantes del pueblo”, afirma sorprendido y al teléfono Fernando Álvarez, alcalde de la localidad. La Guardia Civil mantiene desde el pasado viernes un dispositivo de seguridad en la zona con la presencia permanente de una treintena de agentes que controlan los accesos y vigilan el entorno. También buscan a los organizadores, ya que la rave, como se conoce a este tipo de festejos, no tiene ningún tipo de permiso para su celebración.
Fuentes del Instituto Armado aseguran que todo ha transcurrido, hasta el momento, “de manera pacífica”. La tarde de este lunes un hombre, de quien no ha trascendido datos personales, ha sido trasladado por un desvanecimiento al hospital de Guadix, a unos 18 kilómetros de la rave, tras recibir el servicio de urgencias 112 una llamada a las cinco de la tarde, señalan fuentes del Instituto Armado.
El encuentro fue convocado a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería de forma privada. Solo una vez iniciado adquirió publicidad. “La noche fue un poco fría, pero se está volviendo agradable y cálida. Si estás en España y quieres venir, envíame un mensaje y te enviaré la ubicación. ¡Feliz año nuevo!”, decía un mensaje en el perfil de Killabomb, alias del productor brasileño Rogério Dirruba, en Instagram. Lo hacía junto a una foto colgada el sábado 31, cuando la fiesta llevaba ya 24 horas en marcha, para sorpresa de los vecinos del pequeño municipio ubicado a 50 kilómetros al noreste de Granada. La pequeña carretera de acceso y los caminos de tierra del entorno quedaron tomados durante la tarde del viernes de vehículos en dirección a una explanada, propiedad municipal y a unos tres kilómetros del pueblo, donde los participantes montaban el campamento con rapidez. El espacio se dotó de varios escenarios con altavoces e iluminación. Una versión muy reducida del conocido Burning Man del desierto de Nevada, pero en Andalucía. “Dentro de la desorganización, es un evento bastante bien organizado”, matiza el alcalde de La Peza.
El mayor problema generado para los vecinos ha sido el del tráfico, porque las vías de acceso al municipio y a las casas de los alrededores no están preparadas para los entre 300 y 400 vehículos que llegaron casi de golpe a la zona. Y mucho menos para los de gran tamaño con los que cargaban los altavoces o los grupos electrógenos. Tampoco las calles del municipio soportan esa circulación. Aunque la inmensa mayoría de asistentes ni siquiera han pasado por el casco urbano, sí lo hizo un grupo de jóvenes que viajaba en un camión que quedó atascado en una de las callejuelas. Solo lo pudieron sacar de allí, ocho horas más tarde, con la ayuda de un tractor. “Los cientos de coches han causado un trastorno grave, pero más allá de eso, no ha habido ningún problema. No han ocasionado perjuicios y tampoco el ruido de la música es problema para dormir, solo hay un runrún constante, pero residual”, asegura el regidor de La Peza, Fernando Álvarez, quien destaca que 2023 ha tenido un inicio “muy sorpresivo” para la localidad.
La Guardia Civil mantiene un dispositivo en la zona formado por tres turnos de unos 25 agentes cada uno, que vigilan el entorno de la fiesta de manera permanente. Fuentes de este cuerpo de seguridad aseguran que su llegada al área poco después de que comenzara el evento ha impedido que el número de asistentes crezca más allá del millar de personas. “Creemos que había unas 4.000 o 5.000 personas convocadas, pero que nuestra presencia hizo que muchos desistieran de ir”, cuentan desde el Instituto Armado, cuya llegada tuvo efectos disuasorios para muchos de los jóvenes que se acercaban a la zona. Los comentarios en las redes sociales van en esa línea. “No iré, ayer vi mucha policía allí”, respondía uno de los usuarios a la publicación de KillaBomb.
Hasta el entorno de los terrenos donde se ubica la rave se han desplazado unidades de seguridad ciudadana de la comandancia de Guadix y de otros núcleos cercanos, que tienen el apoyo de miembros del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona), el servicio aéreo —con un helicóptero que realiza vigilancias desde el aire— así como miembros de la agrupación de Tráfico, que vigilan la conducción bajo los efectos del alcohol o sustancias estupefacientes. También se encuentran en lugar efectivos del servicio cinológico de la Guardia Civil, cuyos perros ayudan en la detección de drogas. Los agentes reconocen que el evento carece de permiso para su celebración y que, por ello, están investigando quiénes son los organizadores con el objetivo de “proponerles para sanción”. “No hay autorización, ni planes de emergencia, evacuación, extinción de incendios o seguros de responsabilidad civil, entre otras cuestiones”, enumeran desde el cuerpo de seguridad.
La Guardia Civil ha descartado el desalojo de los participantes en la celebración porque creen que es “contraproducente” y que podría poner en peligro la seguridad de las personas. “La fiesta está transcurriendo de manera pacífica, sin ningún tipo de violencia ni alteraciones del orden. Impera el buen rollo”, cuentan fuentes del dispositivo. Es una situación muy similar a la que ocurrió el año pasado, en estas mismas fechas, en Sorbas (Almería), a poco más de cien kilómetros de allí. En esa ocasión, la Guardia Civil también esperó y terminó de desalojar una fiesta similar el día 5 de enero.
Tanto las fuerzas de seguridad como los vecinos del municipio esperan que los participantes cumplan su palabra de acabar la fiesta en la jornada de mañana martes. La noche del domingo al lunes, de hecho, ya se ha vivido de una manera más tranquila, según reconocen los agentes desplegados en la zona. El cansancio se deja notar. “Nos dijeron que acababan el martes, esperamos que sea verdad, aunque del dicho al hecho… hay un trecho”, reconoce Fernando Álvarez, que espera que si mañana quedan jóvenes en la zona “sea solo algo residual y se puedan desalojar sin mayor problema”. Habrá que esperar a que amanezca.
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