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“¡Salto, salto... en Barrio Chino!”. Así vieron los guardias civiles la tragedia del 24-J en la valla de Melilla

Las imágenes grabadas y el testimonio de agentes reflejan la difícil situación a la que se enfrentó el instituto armado en el límite fronterizo durante la tragedia que costó la vida a al menos 23 personas

Fotograma de los vídeos grabados por un dron y un helicóptero de la Guardia Civil el pasado 24 de junio, durante la tragedia de la valla de Melilla.

Pasan nueve minutos de las ocho de la mañana del 24 de junio. Ya es de día. El dron de la Guardia Civil que sobrevuela el límite fronterizo de Melilla con Marruecos capta imágenes de una columna de migrantes dirigiéndose a la zona del perímetro conocida como Barrio Chino. El helicóptero del instituto armado ya lo había hecho casi media hora antes. Aunque numeroso, en un primer momento parece estar compuesto por bastantes menos personas de las 1.700 que finalmente se congregaron. La Guardia Civil sabía desde el día anterior que había movimientos importantes de migrantes en los montes cercanos, tras registrarse fuertes altercados en los bosques vecinos a Nador entre ellos y la Policía marroquí, que pretendía desalojarlos de allí. Sin embargo, nadie esperaba que al día siguiente se acumulara tan elevado número de personas para, de manera coordinada, intentar entrar en España. “En gran medida nos pilló desprevenidos”, admite uno de los agentes que formó parte de aquel operativo, que detalla que por ello en aquel momento solo había en el perímetro una docena de agentes, la dotación habitual. “¡Salto, salto... en Barrio Chino!” fue la alerta que lanzaron los primeros guardias civiles que vieron los primeros instantes de lo que sería una tragedia que costaría la vida a, la menos, 23 personas, la mayoría refugiados sudaneses.

Eran las 8.17 cuando la cámara del dron captaba las primeras imágenes de guardias civiles al otro lado de la valla. Son tres. Poco después, en el encuadre, se ve llegar a otros dos. Parecen desconcertados. Se mueven de un lado a otro. Un minuto después están ya en las instalaciones del puesto fronterizo de Barrio Chino, que lleva más de dos años cerradas por las restricciones de movilidad a causa de la pandemia. Los migrantes entran en el patio de la infraestructura y se agolpan en dos puertas de entrada. Los que han conseguido subirse a la valla comienzan a lanzar palos a los guardias civiles que intentan evitar que crucen la frontera. Se ve a un guardia civil rociar con un gas naranja (Interior ha reconocido que durante los incidentes se utilizaron 41 aerosoles lacrimógenos grandes y 12 de otros tipos) a los que se agolpan ya en la cancela y logra momentáneamente que se retiren. Otros, sin embargo, siguen golpeando con una maza las puertas para forzarlas. A las 8.22, la Guardia Civil lanza varios botes de humo desde el lado español. A lo largo de toda la jornada fueron 86 lacrimógenos y 28 de gas, entre otro material antidisturbios.

Dos agentes sufren en el puesto el impacto de objetos y quedan conmocionados. Sus compañeros, ante el cariz que están tomando los hechos, deciden evacuarlos y replegarse fuera de las instalaciones a la espera de que lleguen los refuerzos que han pedido. Eran únicamente una docena de agentes ante más de 1.000 migrantes. “No sé cómo consiguieron sacarlos [a los heridos] porque les llovían piedras y palos”, señala José María Benavente, portavoz en la ciudad de la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) y que ese día estaba destinado en la frontera. El propio jefe de la Comandancia de Melilla, el teniente coronel Arturo Ortega, reconoció a los ocho diputados de la delegación parlamentaria que visitaron la zona el pasado lunes que se vieron “desbordados” y que su prioridad fue que los cientos de migrantes “no pasaran”, detallan fuentes presentes en aquel encuentro. Uno de los agentes que participó en el operativo, y que pide mantenerse en el anonimato, recalca que “no fue un salto como otros anteriores” por el número de participantes y su “organización”. Otro recalca que, “desde el primer minuto” vieron que no eran “suficientes”.

“Impermeabilización de la frontera, servicio prioritario”

De hecho, se dio orden de que acudieran al lugar todos los efectivos disponibles en la ciudad. “La impermeabilización de la frontera es un servicio prioritario”, apunta un agente. También se pidió ayuda a la Policía Local y a la Policía Nacional, que enviaron cerca de 40 agentes. Finalmente, participaron un total de 120. Un número que, sin embargo, Agustín Leal, portavoz de la asociación profesional Justicia para la Guardia Civil (Jucil, la mayoritaria entre los agentes), considera “insuficiente” para este tipo de situaciones. Para Leal, la valla de Melilla deberían contar con “un contingente de 200 agentes destinados en exclusiva a su vigilancia”, una cifra que considera “imposible” de alcanzar con la plantilla actual, que ronda los 550 efectivos para atender todas las funciones que desempeña el instituto armado en la ciudad. Desde hace tiempo, agentes de los Grupos de Reserva y Seguridad (GRS, los antidisturbios de la Guardia Civil) de otras provincias están desplazados de manera permanente en la ciudad con la única función de apoyar la seguridad en el vallado. “Es el mejor síntoma de que faltan efectivos”, apuntan fuentes de la Unión de Oficiales, la asociación mayoritaria en la escala de mandos.

A las 8.45 se ve cómo un joven con camiseta blanca consigue entrar en Melilla tras saltar la valla. Le siguen otros dos. Luego 20 más. Todos corren hacia los árboles que hay al otro lado de la carretera que discurre en paralelo al perímetro en un intento de no ser alcanzados por los agentes de la Guardia Civil. Ese objetivo lo lograron aquel día 133 migrantes. Otros no tienen tanta suerte y, tras descolgarse del vallado y caer al suelo ya en el lado español, son retenidos por los cerca de 70 agentes con cascos y material antidisturbios que ya están desplegados en el lugar. Entre ellos y los jóvenes está el guardarraíl de la carretera, que algunos de estos últimos golpean con palos. Otros lanzan piedras e, incluso, prendas de ropa. Los agentes, distribuidos en grupos, se protegen con escudos y de vez en cuando apuntan con las escopetas para lanzar pelotas de goma. Algunas de estas están en el suelo (se dispararon 65). Un guardia civil, con casco y guantes negros, pasa a poca distancia de los migrantes y les hace gestos con las manos con los que parece pedir que se calmen. “Fue una actuación ejemplar”, destacan fuentes de la Unión de Oficiales, que resaltan que se empleó “la fuerza mínima imprescindible” para contener a los migrantes que entraron en territorio español.

Son las 8.51. Desde el lugar en el que están desplegados, los guardias civiles no pueden ver qué está ocurriendo dentro del paso, porque el edificio se lo impide. Para entonces, ya se ha producido la avalancha en la cancela interior en la que supuestamente fallecieron la veintena de migrantes. A las 8.58 se ve a los policías marroquíes recorriendo el pasillo que lleva a la puerta española del Barrio Chino para empezar a llevarse a migrantes. Son las conocidas como devoluciones en caliente, que Interior denomina “rechazo en frontera”. El ministerio aseguró entonces que fueron poco más de un centenar los que fueron devueltos por esta vía. Sin embargo, la Guardia Civil informó a los diputados el lunes que fueron “entre 300 y 400″. El Defensor del Pueblo, en un informe preliminar elaborado con la documentación remitida por el departamento de Fernando Grande-Marlaska, elevó esta cifra a 470.

Media hora después, el instituto armado dio como “estabilizada” la situación en la zona española de la valla. Al otro lado, sin embargo, la policía marroquí golpeaba y amontonaba a decenas de migrantes, muchos de ellos inertes, en la explanada que antecede al paso fronterizo. El recuento oficial de Rabat habla de 23 muertos. La Asociación Marroquí de los Derechos Humanos (AMDH) eleva esta cifra a 27 y más de 70 desaparecidos. Hubo dos centenares de heridos en territorio marroquí.

Pedro Carmona, portavoz nacional de AUGC, cree que los problemas que sufrió aquel día la Guardia Civil para hacer frente a la situación fue fruto del alto número de personas que participaron en el salto y de la “violencia” que emplearon (en Melilla medio centenar de agentes fueron atenidos así como 57 migrantes), pero también por “la falta de personal y medios técnicos”. Defiende que se dote a todos los agentes destinados en las fronteras de Ceuta y Melilla con cámaras “para despejar dudas sobre su actuación”. En la misma línea de manifiesta Leal, de Jucil, quien asegura que su asociación “lleva tiempo alertando de que estoy podía pasar”.

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