Cambio de clima en la crisis entre Argelia y España
Gestiones diplomáticas intentan avanzar en el deshielo sin resultados a la vista
Después de un periodo en el que cundió el desánimo, la diplomacia española se está empleando a fondo para rehacer los puentes rotos con Argelia al rebufo del giro imprimido por el presidente Pedro Sánchez a la política de Estado en relación al conflicto del Sáhara Occidental. “Me encantaría ser yo el que fuera a Argel”, declaró esta semana Sánchez en un guiño. Los gestos de buena voluntad no solo son públicos, sino también privados. Ahora bien, nadie espera resultados sustanciales en el corto plazo, sino que más bien este es el inicio de un largo camino hacia la reconciliación.
Este cambio en la dinámica bilateral se empieza a abrir paso en ambas capitales. Fuentes cercanas a La Moncloa aseguran que hay gestiones en marcha, y se respira un ambiente de renovado optimismo respecto al futuro de las relaciones entre ambos países, que habían mantenido un productivo partenariado durante décadas. También en Argel se abre una tímida puerta al menos hacia la distensión. “Se percibe un cambio de actitud por parte de Madrid”, desliza una fuente diplomática argelina, que prefiere mostrarse cautelosa a la hora de evaluar las opciones de éxito de los esfuerzos españoles.
Este nuevo clima representa una mejora en comparación con la situación a principios de junio. En aquel momento, un mes y medio después de haber retirado su embajador de Madrid, el Gobierno argelino decidió suspender el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación, que había regulado las relaciones bilaterales durante dos décadas. En la práctica, ello significó la congelación del comercio bilateral, con la excepción del sector del gas natural. Entonces, desde la legación diplomática de Argel se reconoció abiertamente a las empresas españolas perjudicadas que “estaban rotos” todos los canales de comunicación.
La normalización de las relaciones comerciales podría ser el primer fruto de la mejora en las relaciones, si acaban de cristalizar las gestiones mencionadas. Ahora bien, el retorno al statu quo anterior a la crisis se antoja complicado. “Para volver al nivel de las relaciones anterior, España debería hacer marcha atrás en su giro incomprensible en la cuestión del Sáhara Occidental, un asunto de seguridad nacional argelina, y que representa un apoyo claro al makhzen [el Estado profundo] marroquí”, comenta Abdessalam Bashaga, miembro de la Comisión de Exteriores del Parlamento argelino. “Los recientes intentos de Madrid solo podrán conseguir una mejora relativa”, sentencia.
“Argelia no tiene ningún incentivo para pasar página. La guerra de Ucrania ha realzado su posición en el escenario internacional y se siente fuerte”, asevera Miguel Larramendi, catedrático en Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Castilla-La Mancha. El hecho de que una mayoría parlamentaria rechazara el cambio de política hacia el Sáhara creó la expectativa en Argel de que el nuevo Ejecutivo surgido de las urnas el año próximo podría revertir la apuesta de Sánchez en favor de Marruecos.
Según Larramendi, el haber situado el conflicto del Sáhara Occidental en el centro de la política española hacia el Magreb es delicado porque “es un juego de suma cero”. Ahora bien, era una situación que no era fácil de evitar, ya que Rabat ha aplicado en los últimos dos años una política más agresiva, basada en el principio de “estás conmigo o contra mí”. Argelia y Marruecos mantienen una dura pugna por la hegemonía regional desde hace casi seis décadas, pero sus tensiones llegaron a un punto de ebullición el verano pasado, cuando Argel decidió romper relaciones diplomáticas.
Con los cofres llenos gracias al aumento del precio de los hidrocarburos, y la sensación de ser objeto de deseo de las potencias europeas, no está claro qué puede ofrecer España a Argel para cicatrizar una herida que fue profunda. “Algunas declaraciones, como las que acusó a Argelia de seguidismo de Rusia no ayudaron”, recuerda Larramendi. El diputado Abdessalamn Bashaga comparte esta idea: “Hubo declaraciones provocativas por parte de Madrid contra el presidente [Abdelmajid] Tebún y el Gobierno de Argelia que han dificultado más las cosas”.
Las instituciones argelinas tienen fama de orgullosas y de no tomarse a la ligera las afrentas. Por ejemplo, a diferencia de sus vecinos norteafricanos, Argelia aplica una política de estricta reciprocidad en la concesión de visados. Por lo tanto, no es fácil para los ciudadanos europeos obtener un permiso de viaje al país, como tampoco lo es para los argelinos visitar la UE.
“Un posible canal de apertura puede ser a través de la historia, ya que España ha ayudado a Argelia en momentos difíciles, como en la guerra de liberación nacional. O también estimular la cooperación entre las sociedades civiles de ambos países”, sugiere Larramendi. La celebración el pasado 5 de julio del 60 aniversario de la independencia de Argelia representó una oportunidad perdida, ya que la diplomacia española envió una desangelada y tardía felicitación.
Mañana sábado, las autoridades argelinas tendrán la oportunidad de responder públicamente a los gestos enviados desde Madrid. Se inaugura el nuevo año parlamentario y se espera que varios miembros del Gobierno comparezcan ante la prensa. Las relaciones con España han ocupado recientemente los titulares de los medios argelinos, por lo que seguramente los reporteros preguntarán por este tema. Habrá que ver si deciden contestar, y cuál será el sentido de su respuesta.
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