El bombero que apaga incendios por el mundo, pero no pudo salvar su granja de Zamora
Un zamorano altruista que colabora en crisis humanitarias sufrió el fuego desbocado en su pueblo
Javier Bodego es un bombero que ha ayudado en catástrofes humanitarias de medio planeta, pero que no pudo evitar que se le quemara su granja escuela en Santibáñez de Tera (Zamora, 300 habitantes). “He encontrado la desgracia en mi puerta”, se resigna el hombre, de 47 años, que tenía un proyecto por el que pretendía enseñarle a los niños el valor de la naturaleza. Los verbos los usa en pasado. Los incendios que han arrasado la provincia se han cebado con esos suelos, esas naves, esos paisajes, esas encinas y esa forma de divulgar el valor de lo rural. Bodego no puede mostrarse optimista: “Es lo peor que le podía pasar a Zamora”.
Recorrer con él la finca es pisar sobre suelo tiznado, respirar aún cenizas y constatar que esta desgracia no se va a remediar fácilmente. La cama elástica que hacía las delicias de los pequeños es ahora un amasijo de hierros negruzcos; la riqueza natural que impulsaba el turismo rural ha sufrido una catarsis tras sendos fuegos en la sierra de la Culebra. Las 60.000 hectáreas perdidas dejan a la zona sin un impulso económico troncal, que a este brigadista le ha hecho perder unos 30.000 euros y, sobre todo, un plan vital.
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Al menos él y su pareja tienen más ingresos, no como muchos ganaderos y agricultores de la zona. “Por un tiempo habrá mucha solidaridad, pero pronto se olvidarán e irán a otras zonas, ¿Quién va a querer visitar unos pueblos quemados?”, reflexiona el afectado, que poco pudo hacer para que las llamas no se cebaran con sus terrenos. Él trabaja para la Diputación zamorana y durante estos días de infierno ha visto una “enorme descoordinación” que provocó que cuadrillas permanecieran paradas por fallos de comunicación entre la Diputación (PP) y la Junta de Castilla y León (PP-Vox).
“Nadie se hace responsable de dos muertos y tantos heridos y hectáreas quemadas, pedimos coordinación”, reclama el hombre, que censura que un plan de la Junta de desbrozar caminos o cuidar bosques no se llegó a ejecutar en esos pueblos. Ahora han constatado las consecuencias. El bombero, con los ojos aún rojos de tantas horas entre el humo caliente, reprocha que la gestión del medio ambiente la ejerzan “políticos que no saben lo que es un fuego o un bombero” y reclama más implicación desde las Administraciones. Su experiencia internacional le hace ver que lo ocurrido en Castilla y León “nos deja en mal lugar”. En Portugal, donde ha colaborado muchas veces, no ha notado estas carencias de organización. En los incendios del Amazonas en Bolivia existía tal falta de materiales y recursos “por ser el tercer mundo”, explica, que el desafío era formidable, pero Bodego se sorprende de que “en el primer mundo” pasen estas cosas.
Un bombero que ha participado altruistamente en crisis de refugiados como en Lesbos e Idomeni (Grecia) o en el Sáhara, que ha asistido a los damnificados por la invasión rusa sobre Ucrania y que ha visto de todo en Serbia o Nicaragua se ha encontrado con que su propia parcela ha quedado devastada. Al menos se salvaron Coco, un mastín que intimida a los lobos, pero que adora los mimos y que se quedó el último en el lugar hasta que se fueron sus dueños; las dos ovejas que enamoran a los niños y dos gatitos que maúllan ante los visitantes. “La madre tiene las patitas quemadas y creemos que otro de los pequeños murió atrapado por el fuego”, lamenta el zamorano frente a una parte carbonizada de ese inmueble.
“El cambio climático existe y estos incendios lo demuestran”, expone Bodego, que ruega aprender de estas desgracias para actuar con prevención y atenuar futuros episodios similares. “No se puede apostar por el medio ambiente sin cuidarlo”, afirma. Ahora toca que Sanabria y Carballeda, dos entornos naturales prodigiosos de Zamora, se preparen por si ocurre algo similar. El horror ya está en casa.
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