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España recupera solo un 9% de los cuerpos de los migrantes que mueren en el mar

Una investigación del Comité Internacional de Cruz Roja revela las dificultades para identificar los cadáveres de los que intentan llegar a Europa y constata que el rastro de la inmensa mayoría se pierde

María Martín
Personal de emergencias en el puerto de Arguineguín (Gran Canaria) recoge un cadáver recuperado del naufragio de una patera en el Atlántico el pasado abril.
Personal de emergencias en el puerto de Arguineguín (Gran Canaria) recoge un cadáver recuperado del naufragio de una patera en el Atlántico el pasado abril.Ángel Medina G. (EFE)

El rastro de la inmensa mayoría de quienes mueren en el mar en su intento de llegar a Europa se pierde para siempre. En seis años, de 2014 a 2019, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) contabilizó ―a partir del relato de supervivientes y las investigaciones oficiales― 2.440 muertos y desaparecidos en las rutas migratorias hacia España, pero solo llegaron a la costa 237 cadáveres, apenas un 9,4%. Los datos están recogidos en un informe publicado por el Comité Internacional de Cruz Roja (CICR), que insiste en señalar que faltan mecanismos, reglas y coordinación para ocuparse de quienes mueren en su camino a Europa. “¿Cuántas familias viven en absoluta incertidumbre al no saber qué paso con sus seres queridos?”, se pregunta Pablo Baraybar, antropólogo y coordinador del informe.

El estudio del CICR actualiza las conclusiones de una investigación de la Universidad Libre de Ámsterdam de 2015 que se convirtió en la principal referencia para cuantificar el desfase que hay entre la cantidad de personas que mueren tras subirse a una patera y el pequeño porcentaje de cuerpos que se recuperan. Los nuevos datos muestran la magnitud de la tragedia humana de las rutas migratorias por mar: en esos seis años, España, Italia y Grecia, los principales países de destino de la UE, solo han recuperado un 13% de los cuerpos de las 19.803 personas fallecidas o desaparecidas durante su viaje. A los cuerpos encontrados en las costas europeas se suman los encontrados en orillas africanas o turcas, de los que no hay datos.

El hallazgo del cadáver, además, es solo un hito en el tortuoso proceso que se inicia después para identificarlo. En España, la mitad de esos 237 cuerpos encontrados se quedó sin identificar. Es una tasa inferior a la de Italia, donde el 73% de los 964 muertos localizados en ese periodo sigue sin nombre, pero mayor que la de Grecia, que registró 608 cuerpos y no logró identificar al 33%. El informe analiza también los procedimientos que se siguen en la identificación de cadáveres en los tres países. No hay una conclusión sobre cuál es el mejor, pero, a pesar de todas sus carencias, se desprende que el sistema español es el más coordinado y centralizado.

El antropólogo Baraybar insiste en una demanda que lleva años repitiendo: la necesidad de crear un canal que integre la información que pueda obtenerse de los muertos y desaparecidos y que tienen las familias, las ONG o las autoridades. “Si yo encuentro un cuerpo, esos restos por sí solos no me pueden conducir a restituir su identidad, requiero otro tipo de información. Pero, ¿quién tiene esa información? ¿Qué mecanismos existen para recolectar esa información o para que sea transferida a las autoridades? No existen. Porque la migración es tratada por los Estados como un problema donde al final alguien es responsable por haber llevado a personas a otro país de manera ilegal”.

Baraybar plantea un ejemplo práctico que refleja la complejidad de identificar a los muertos. Es una hipótesis, pero pasa de forma recurrente. Una niña muere al desembarcar en España tras un viaje en patera. La niña iba con una persona que no es ninguno de sus padres. Esa persona confirma su identidad y nacionalidad. España requiere el ADN de los padres para identificar a la niña (aunque informalmente ya se sepa de quién se trata), pero ellos se encuentran en otro país en situación irregular. Las autoridades españolas solicitan entonces la cooperación con el país de residencia de los padres para obtener sus muestras genéticas. Pero el antropólogo se pregunta: “¿Cómo esperar que los padres acudan a las autoridades a dar una muestra genética estando ilegalmente en el territorio?”.

La falta de respuestas tiene graves consecuencias para las familias, recuerda el documento. “Además de la confusión emocional que experimentan, sin saber si su pariente está vivo o muerto, los familiares de las personas desaparecidas suelen enfrentarse a numerosos problemas prácticos derivados de la desaparición cuando quieren acceder a beneficios, vender o administrar bienes o herencias, volver a casarse o ejercer la patria potestad”, recoge el informe liderado por el departamento forense de CICR. Baraybar añade: “Si fuéramos capaces de dar algún tipo de respuesta a una familia, de decirle ‘podemos afirmar que su hijo estaba en la patera, pero la patera no llegó’, eso les permitiría al menos iniciar un duelo. Claramente no es una fórmula mágica y habrá quienes no lo acepten, pero si pudiéramos articular un espacio donde verter todas las informaciones disponibles y analizarlas podríamos elaborar respuestas con alguna certeza”.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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