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Ibiza resucita las discotecas tras dos años de silencio

Hasta 30.000 personas se desplazan a la isla para las fiestas de apertura de las discotecas que generarán unos beneficios de alrededor de 30 millones de euros

Discotecas Ibiza
El interior de la discoteca Pacha Ibiza en la en la madrugada del sábado, en una imagen cedida por el local.

“Voy a disfrutarlo a muerte”. La malagueña Rocío Araújo y sus amigas están a la cabeza de la cola de más de 200 personas que a última hora de la noche del viernes rodea el perímetro de la mítica discoteca Pachá de Ibiza en su reapertura, tras dos años cerrada por la pandemia. Las sombras de color rojo, santo y seña de la casa de las dos cerezas, se proyectan hacia el cielo visibles desde varios metros a la redonda. Justo con el inicio del sábado, como si nunca hubiera parado de sonar en estos dos años, la música electrónica volvió a retumbar con fuerza en la pista de baile. Como Pachá, los grandes templos de la música electrónica de la isla han dado este fin de semana el pistoletazo de salida a una temporada de verano adelantada que llega después del cierre total por las restricciones derivadas de la pandemia. Las limitaciones impuestas al ocio nocturno y la imposibilidad de llevar a cabo su actividad con garantías les llevaron a mantener los locales cerrados. Hasta ahora.

Los aficionados a la música electrónica tenían ganas de volver y se nota. Lentejuelas, tacones altos, camisas ceñidas, ropa de verano a pesar del frío nocturno y algún sombrero se entremezclan en un avispero en el que se escucha hablar español, mucho inglés y sobre todo italiano. Vestida con un mono verde, coleta tirante y zarcillos de oro ha llegado Tania con sus amigas: “Venimos a jugárnosla, no tenemos entrada”. Los pases para la fiesta de apertura, con un coste de 80 euros la entrada y 17 la copa, estaban agotados desde hace semanas. “Es la gran apertura, la noche más especial emocionalmente para todos los trabajadores”, dice Paloma Tur, responsable de Relaciones Públicas. Alrededor de 200 empleados trabajan en la discoteca, en la que 3.900 personas se citaron este sábado para rendir culto a la música de Solomun, uno de los pinchadiscos más reconocidos del mundo.

El interior del local está abarrotado ya entrada la madrugada. La fauna es ecléctica y se entremezcla a cada golpe de bafle, que reverbera hasta dentro del cuerpo. Hay matrimonios mayores, grupos de amigos jóvenes, extranjeros de toda procedencia y en la pista central baila desde el heredero de un conglomerado turístico, a un exfutbolista o una estrella de telerrealidad. Junto a ellos, grupos de amigas como el formado por Ariadna, Saray, Ana y Fanny, veinteañeras gallegas que en febrero comenzaron a buscar vuelos para celebrar el cumpleaños de una de ellas. “Apetecía ya esto después del coronavirus, después de tanto tiempo con la mascarilla”, comentan. En una de las terrazas bebe Carlos, madrileño que trabaja en banca, que explica que ha venido con dos de sus amigos y que a pesar de las ganas de que todo vuelva a ser como antes tiene miedo de que se produzca un efecto botella de champán, “donde todo salga disparado para arriba y la vida se convierta en un desfase total durante unos años”.

Los trabajadores están ojo avizor. En la terraza, un agente de seguridad privada ayuda a contener la cascada de gente que se agolpa junto a las puertas para los vip, que pretenden acceder a una de las 130 mesas de los reservados. Todos quieren entrar, algunos con pase, otros sin él a ver si cuela. “Soy el mánager del dj, necesito que me ayudes porque hay dos chicas a las que quiero meter pero no tienen la pulsera” le dice un hombre al vigilante. Otra joven permanece como una estatua, custodiando un cercado con sofás para eventos en mitad de la azotea. “Es un trabajo duro, hasta las siete de la mañana aquí de pie. Soy de Ibiza, esta isla ha cambiado mucho, el tipo de gente, el turismo… no hay oferta de ocio para los ibicencos”, lamenta.

Antes de la pandemia la industria del ocio aportaba alrededor de 770 millones de euros a la economía de la isla. Según un informe realizado por los economistas Carles Manera y Vanessa Rosselló en 2019, el impacto económico del negocio de las discotecas representa el 35% del PIB de la isla y ocupa al 35% de los trabajadores, con una media de 300 empleos directos en los establecimientos más grandes. El gasto del turista musical duplica el efectuado por toda una familia media de turismo de sol y playa, algo que constata el presidente de la Agrupación de Ocio Nocturno de Ibiza, José Luis Benítez, que cree que la repercusión del posicionamiento internacional de Ibiza como templo mundial de la música electrónica “es millonaria” y sólo el fin de semana de las fiestas de apertura dejará alrededor de 30 millones de euros en la caja y el desplazamiento de unas 30.000 personas.

La expectativas están altas de cara al verano y aunque el sector es consciente de que no podrá recuperar las pérdidas provocadas por dos años de cierre total esperan situarse en niveles de negocio “similares a los de la temporada de 2019″. “La frase que decía que seríamos los últimos en abrir la tengo todavía grabada. Al final, si abrimos, es porque las cosas están muy bien. A pesar de todo hay que seguir siendo responsables”, advierte.

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Maratón musical

Durante el día el paisaje cambia. Reinan los caftanes coloridos para tapar los últimos modelos de biquinis, los pantalones cortos con deportivas y los maquillajes en colores vivos entre quienes pasan los controles para entrar a la fiesta de apertura del hotel discoteca Ushuaïa Ibiza, que arranca al mediodía del sábado, con una maratón musical hasta la medianoche, cuando cede el testigo a su vecina Hï Ibiza hasta el mediodía del día siguiente. “Venimos cada año. Esperamos buena música y buenas vibraciones”, dice Francesca, italiana que llegó el jueves con su amiga Anabella. Junto a ellas, otro grupo de cuatro chicos italianos pide hacerse una foto delante del cartelón luminoso de la entrada que anuncia la fiesta “Better Together” (mejor juntos, en inglés). Son del sur de Italia, llegaron el viernes por la tarde y se marcharán el domingo, tras participar en la maratón de música disco para la que, dice Marco, llevaban “meses” esperando a que las entradas salieran a la venta.

Asistentes a la fiesta del domingo en la reapertura de la discoteca Ushuaïa en Ibiza, en una imagen cedida por el establecimiento.
Asistentes a la fiesta del domingo en la reapertura de la discoteca Ushuaïa en Ibiza, en una imagen cedida por el establecimiento.

Ushuaïa Ibiza se erige en torno a una enorme piscina y un escenario al aire libre alrededor del cual se despliegan en ambos laterales las habitaciones del hotel, con grandes balcones en los que los clientes se asoman a bailar copa en mano. Con capacidad para 7.500 personas el aforo está completo en la fiesta de apertura, a 60 euros la entrada y alrededor de 20 la copa, con el cliente nacional como uno de los baluartes este año. Desde la organización del evento se confiesan” satisfechos” por la acogida y “aliviados” por poder poner en marcha una maquinaria que permite traer de regreso este año grandes figuras de la música electrónica internacional como David Guetta, Calvin Harris o Martin Garrix.

A la vorágine de selfies y vídeos cortos que es la zona de baile junto a la piscina llegan Andrea, Miriam y Marga, tres amigas que aterrizan desde Mallorca con ganas de “disfrutar, pasarlo bien y abrazarnos” en su primera expedición a la isla vecina. Hace meses que habían pensado celebrar la vuelta a la normalidad con un fin de semana de fiesta y creen que con la vacunación masiva cambian las reglas del juego con respecto al verano pasado. Las amigas se zambullen en la marea de gente que a las seis de la tarde se congrega frente al escenario con movimientos estáticos. Ni siquiera el ruido de los aviones que casi acarician los tejados de los hoteles poco antes de aterrizar logran apocar la atronadora música que inunda la discoteca. En mitad del éxtasis el disc jockey hace una pausa musical, después acelera el ritmo y el público silba y levanta las manos gritando. Como Lázaro, la fiesta ha resucitado en Ibiza dos años después.

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