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Casado y Egea: la amistad y el poder de dos promesas novatas

El actual presidente del PP llegó al frente del partido hace tres años y medio casi de rebote y delegó toda su autoridad en García Egea, que dimitió este martes

El entonces candidato a presidir el PP, Pablo Casado (tercero por la izquierda), durante la presentación de avales en la sede del partido en Madrid, en 2018. A la izquierda, Teodoro García Egea. A la derecha, Isabel Díaz Ayuso.
El entonces candidato a presidir el PP, Pablo Casado (tercero por la izquierda), durante la presentación de avales en la sede del partido en Madrid, en 2018. A la izquierda, Teodoro García Egea. A la derecha, Isabel Díaz Ayuso.J.J.Guillen (EFE)
Javier Casqueiro

La historia de Pablo Casado al frente del PP comenzó en una boda y va camino de convertirse en un funeral. La boda fue restringida y se celebró 15 días después del triunfo de la moción de censura por la condena de corrupción que derribó al equipo de Mariano Rajoy. Se casó José Antonio Bermúdez de Castro, veterano secretario general del PP en el Congreso, y al enlace, que coincidió con un partido de la selección española de fútbol contra Portugal, acudió casi todo el PP, incluido Rajoy. Solo faltó el gallego Alberto Núñez Feijóo. En aquellos días, las primeras semanas de junio de 2018, estaba en juego la incierta sucesión de Rajoy. Un mes después, en el congreso exprés de las primarias, Casado se aupó por sorpresa con la victoria y entregó todo su poder en el aparato del partido desde el inicio a un diputado novato pero muy ambicioso: Teodoro García Egea.

En una mesa del evento matrimonial, la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, y candidata favorita, departía con su amplio equipo de ministros y altos cargos. En otra, gentes del aparato rodeaban a la exsecretaria general, Dolores de Cospedal, su gran rival. En una tercera, más apartada, Casado, que por entonces tenía 37 años, se sentó con el alcalde de Boadilla, Antonio González Terol, que ofició el enlace, con Egea, de 33, y otros jóvenes cachorros a los que entonces él coordinaba como responsable del partido “para partirse la cara en los platós” y las tertulias en defensa de un Ejecutivo muy desgastado. Ahí se fraguó una amistad, un equipo y una cadena.

En ese festejo, entre el fútbol, la cena y el posterior baile, se fueron formando corrillos de intereses. Nadie apostaba un duro en aquellos momentos por la candidatura de la tercera vía de Casado, tampoco en su entorno directo, que la veía inviable por falta de experiencia. Excepto su amigo Egea, al que no conocía de antiguo, pero con el que había trabado buena relación en esa legislatura tan complicada en el Congreso.

Jorge Moragas, el jefe de gabinete en La Moncloa de Rajoy, había comprobado que los ministros más abrasados del Gobierno apenas querían exponerse en los medios y dio orden al joven vicesecretario de Comunicación, Pablo Casado, de que buscase ardorosos guerreros dispuestos a baquetearse en cualquier trinchera mediática. Egea siempre fue un obediente voluntario.

Cuando Casado ganó el congreso, con aquel discurso más fresco y nuevo que sus adversarias, Egea y Ángel Carromero, su amigo y colaborador de siempre en Nuevas Generaciones de Madrid, fueron claves para sumar votos y apoyos. A Carromero ―ahora dimitido por la supuesta implicación en el intento de contratar espías para buscar pruebas contra Isabel Díaz Ayuso desde su cargo de coordinador de la alcaldía de Madrid―, Casado siempre le tuvo como su experto en lo que en el PP denominan como “operaciones especiales”. Egea relevó a Carromero en esa función, pero ya desde el enorme poder que otorga en el PP la secretaría general del partido.

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Cayetana Álvarez de Toledo, a la que Casado fichó como gran estandarte de la batalla cultural que quería jugar contra la izquierda, sufrió los envites de Egea desde que fue nombrada portavoz parlamentaria. En su libro, Políticamente indeseable, Álvarez de Toledo lo retrata no solo como un “buldócer” dispuesto a “limitar al máximo” su “autonomía, influencia y margen de maniobra”. También revela una reunión en el hotel Wellington de Madrid para aplacar ese fuego amigo a la que Egea se presentó con una sonrisa. Y concluye: “En dos minutos comprobé que el Profident y el puñal son compatibles”.

En ese volumen de sus memorias, Álvarez de Toledo asegura que Casado le confesó que había entregado todo el poder orgánico a Egea. Y la aún diputada, ahora baluarte del sector crítico, aprovecha para saldar cuentas con su examigo Casado, del que ha exigido estos días su dimisión tanto como la de Egea. Le llama desde “camaleón sentimental”, a “bienqueda” o “veleta”. Y se lamenta de que le pueda tanto “el miedo” como la obsesión “por agradar” a todo el mundo todo el tiempo.

Ese reproche de Álvarez de Toledo a Egea sobre sus intromisiones en nombramientos y en la disponibilidad de todo tipo de recursos para el aparato del partido se lo han transmitido a Casado barones tan importantes como el andaluz Juan Manuel Moreno y el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco. Moreno, directamente, le dio plantón a Egea en el congreso del PP de Sevilla, por cómo actuó para que ganase su candidata. Mañueco también le recriminó sus injerencias para nombrar presidentes del partido en alguna de sus provincias, como León. Casado había encomendado a Egea, nada más ganar el congreso, que renovase las estructuras del PP para pasar página con el pasado y sobre todo para preparar el aparato a su favor en caso de nuevas derrotas electorales.

Esas intromisiones han levantado ronchas en el PP por toda España. Casado ha escuchado esas quejas internas contra Egea durante estos tres años y medio, pero no ha actuado.

En la crisis con Ayuso, que en teoría comenzó por los recelos de Egea a entregar también el poder del PP de Madrid a la presidenta de la Comunidad, Casado se creyó los argumentos y acusaciones que su número dos le fue administrando desde el verano. Fue a Egea al que le llegó la filtración de un alto cargo nacional sobre la supuesta comisión que habría recibido el hermano de Ayuso por la compra de una partida de mascarillas en el peor momento de la pandemia. Pero sin la prueba definitiva.

El tándem Casado-Egea entendió, sin embargo, que la habían atrapado. La citaron en sus despachos, en sendas reuniones bilaterales y secretas, y según el entorno de Ayuso le plantearon el dilema: o renuncias a acumular más poder o sacamos el escándalo. Ayuso se mantiene en la batalla y en su cargo. Casado y Egea han conducido al PP a la mayor crisis de su historia.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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