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El Consejo de Ministros aprobó el 21 de diciembre el envío de tropas españolas al este de Europa

“España mantiene su compromiso con la disuasión y defensa colectiva” de la OTAN, dice el documento del Gobierno

Miguel González
La fragata 'Blas de Lezo', en el arsenal militar de Ferrol el viernes.
La fragata 'Blas de Lezo', en el arsenal militar de Ferrol el viernes.kiko delgado (EFE)

La participación de tropas españolas (una unidad mecanizada, aviones de combate y buques) en las operaciones de la OTAN en el este de Europa para disuadir a Rusia se aprobó en el Consejo de Ministros del 21 de diciembre pasado, como culminación de un proceso que se repite cada año. En ese momento, Washington ya había advertido de que Moscú tenía más de 100.000 soldados en la frontera con Ucrania para lanzar una invasión “a principios de 2022″.

En el acuerdo aprobado por el Gobierno, al que ha tenido acceso EL PAÍS, se afirma: “España mantiene su compromiso con la disuasión y defensa colectiva, a la vez que refuerza sus lazos con el resto de países de la Alianza, participando con unidades terrestres y aéreas en las actividades de la Presencia Avanzada Reforzada en las repúblicas bálticas [...] y en la Policía Aérea de la OTAN, asistiendo a los aliados que adolecen de una adecuada defensa aérea”, a alusión a las repúblicas bálticas y a los Balcanes orientales. “En este mismo sentido”, agrega, “proseguimos con nuestra participación en las Agrupaciones navales Permanentes de la OTAN, tanto de escoltas (SNMG) como de buques de medidas contraminas (SNMCMG), siguiendo el esquema y la asignación de mandos de las agrupaciones diseñado por la OTAN”.

Cada vez que la Alianza Atlántica pone en marcha una nueva operación, celebra lo que se denomina conferencia de generación de fuerzas, en la que los países concretan las contribuciones que están dispuestos a hacer. Cuando la OTAN lanzó en 2017 la misión Presencia Avanzada Reforzada (EPP, por sus siglas en inglés), que incluía el despliegue de cuatro grupos de combate multinacionales en las tres repúblicas bálticas y Polonia, el Gobierno español (entonces del PP) decidió contribuir con 350 militares al batallón en Letonia, y allí siguen todavía. Sin embargo, en la misión de policía aérea en el Báltico (que protege el espacio aéreo de las exrepúblicas soviéticas de incursiones rusas) y en las flotas de la OTAN (hay cuatro, dos de fragatas y dos de cazaminas), los países se van rotando y no siempre son los mismos los que aportan fuerzas. Por eso, cada año se decide qué aliados contribuyen con aviones o buques al año siguiente.

Defensa ofreció desplegar en 2022 un destacamento de cazas en Lituania durante cuatro meses (como ya hizo el año pasado y en siete ocasiones anteriores) y aportar dos fragatas, un buque de aprovisionamiento, un cazaminas y un Buque de Acción Marítima (BAM), por periodos sucesivos, a las flotas de la OTAN. Además, ofreció enviar otro destacamento de cazas a Bulgaria, como hizo en 2021 durante dos meses en Rumania. Todas estas contribuciones debe aprobarlas el Consejo de Ministros, pues son financiadas por Hacienda con cargo al Fondo de Contingencia y no por el presupuesto de Defensa.

España es uno de los países que más contribuye a las misiones de la UE y la OTAN. De esta forma, según fuentes diplomáticas, neutraliza las críticas a su escaso gasto en Defensa (está a la cola de la Alianza, con el 1% del PIB) y demuestra su solidaridad con los aliados del este de Europa, a la espera de recibir un apoyo recíproco en caso de tener problemas en el flanco sur.

La participación en cada misión concreta es voluntaria y depende de las disponibilidades y capacidades militares de cada aliado, pero, al final, es una decisión política. Prueba de ello es que España, con una batería de misiles Patriot, es el único participante en la misión de la OTAN en la frontera turco-siria, y con ello gana puntos ante Ankara. Lo que no podría hacer España, ni ningún otro aliado, es no participar en ninguna operación o inhibirse si un socio de la OTAN invocase el artículo 5º (compromiso de defensa mutua), pero no es ahora el caso.

Las flotas permanentes de la Alianza se dedicaron, tras los atentados del 11-S de 2001, a garantizar la seguridad del Mediterráneo ante la amenaza yihadista. Sin embargo, tras la anexión rusa de Crimea, en 2014, cada vez han operado con más frecuencia en el mar Negro. Por eso, aunque el acuerdo del Consejo de Ministros no detalla su singladura, era fácil suponer su destino. El único cambio ha sido que el Comité Militar de la OTAN, reunido con carácter extraordinario, ha decidido, como medida preventiva, reducir los tiempos de alistamiento de su fuerza de reacción y completar sus flotas con todos los buques ofrecidos, lo que ha obligado a anticipar la salida de la fragata Blas de Lezo.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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