48 horas entre las llamas de Sierra Bermeja
Emilio del Pino, miembro de la Brigada contra Incendios de Granada, relata los dos primeros días de lucha contra el incendio y describe su comportamiento errático
Es jueves 9 de septiembre por la mañana. Los dos focos que comenzaron a arder apenas 10 horas antes ya se extienden por los montes de la Sierra Bermeja. A vista de pájaro, desde el helicóptero Superpuma que lleva a los 18 miembros que forman la Brigada de Refuerzo Contra Incendios (Brica) de Granada, de la que él forma parte, Emilio del Pino —bombero forestal con tres décadas de experiencia―, ya sabe que el incendio al que se enfrentan no es uno más. “Vimos que el comportamiento era virulento, que había puntos y focos dispersos por toda la orografía”, recuerda.
Los vecinos del valle del Genal cuentan que Sierra Bermeja es hija del fuego. Su complicada orografía, abrupta y rocosa, complica la extinción de cualquier incendio y Del Pino y su equipo lo tienen bien presente antes de ser helitransportados hasta la zona de mayor avance, en el flanco cabeza. “Siempre que nos ha tocado ir a esta sierra lo hemos hecho con mucho respeto”. Las llamas donde trabajan alcanzan los tres y cuatro metros de altura, avivadas por la cantidad de matorral convertido en un implacable combustible. La energía y el calor que desprenden hacen que sea imprescindible la colaboración del helicóptero que con la descarga de agua permite que baje la flama y que los bomberos puedan acercarse a extinguirlas.
“En un incendio como este, que desprende tanta energía, es muy complicado atacar el fuego de manera directa. Nosotros llegamos a hacerlo, pero con la ayuda de los medios aéreos. Es imprescindible ese apoyo para avanzar con rapidez y asegurar tu espalda”, explica Del Pino. La coordinación entre los bomberos que se fajan en tierra y el helicóptero que los tutela por el cielo es vital para que en esa brega entre el agua y el fuego se imponga la primera. Pero a veces se complica y en ese escenario entra un tercer elemento, el viento, que, como en el caso de Sierra Bermeja, altera el equilibrio de fuerzas.
Los movimientos en el interior de un incendio deben ser precisos. “Tienes que tener un pie en el negro y otro en el verde”, advierte Del Pino para referirse a la importancia de contar siempre con una vía de escape de la que huir de las llamas. Para ello, los responsables de las brigadas que integran las Bricas siguen las instrucciones que los técnicos analistas les dan al arrancar su turno, en función de su evaluación del comportamiento y el avance del fuego.
La conducta agresiva, errática e imprevisible de este incendio, sin embargo, dificulta acertar con las previsiones y obliga al equipo de Del Pino a cambiar de estrategia. “Estábamos trabajando en la parte más alta. Estuvimos observando su comportamiento y vimos que aquello no era seguro. Salimos de allí y al cabo de un rato se produjo una reacción explosiva justo donde habíamos estado”, relata. Ese día, acaban reubicados en el flanco izquierdo.
Este tipo de episodios da una dimensión de lo importante que es mantener la guardia y la sangre fría en todo momento. Con temperaturas que oscilan entre los 200 y 300 grados, Del Pino sabe que es esencial que transmita tranquilidad a sus compañeros. “Ellos están trabajando con la cabeza agachada, no pueden estar pendientes de su seguridad, tienes que estarlo tú”. Las horas compartidas frente al fuego y la experiencia hacen que una vez que el jefe marca la estrategia no sea necesario intercambiar muchas palabras. Toda la concentración debe dirigirse en domar a un fuego traicionero durante un máximo de ocho horas —sus turnos tienen un máximo de 14 horas, de las que solo ocho pueden ser de ataque directo―. “Esto que supone un esfuerzo y un desgaste descomunales”, afirma.
Un cansancio al que, en este incendio, se suma la frustración que supone trabajar a destajo en una zona que en cuestión de minutos puede volver a convertirse en pasto de las llamas, relegando a la nada horas de esfuerzo. La celeridad las carreras del fuego también esconden trampas mortales. “Pasa tan rápido que puede no dejar bien quemada una zona, lo que significa que si vuelve a pasar puede quemarse de nuevo y poner en peligro a quien esté allí pensando que estaba en tierra calcinada”, explica.
No es el único engaño que guarda el incendio traicionero de Sierra Bermeja. “Cuando baja del monte y parece que es más fácil atacarlo, topa con un barranco, coge fuerza hacia arriba y se vuelve inaccesible”, describe. Del Pino entró en el Infoca en 1992 y este es uno de los peores incendios a los que se ha enfrentado, pero se muestra cauto a la hora de calificarlo ya como de sexta generación. Él, que ha estado dentro de sus entrañas, sabe que es muy virulento y que se expande de manera descontrolada, pero hay características, como las tormentas que pueden formarse en su interior al margen de las condiciones atmosféricas externas, o su vorágine destructiva -capaz de calcinar 3.000 hectáreas en pocas horas- que no se han apreciado todavía en los montes de Málaga. “Siempre se aprende con cada incendio, pero hay que esperar a las conclusiones”, sostiene.
“Todos nos derrumbamos”
En su primera jornada de batalla contra las llamas, el equipo de Del Pino, trabaja varios metros sobre el retén de Dalías, perteneciente al Centro de Defensa Forestal de Alhama, en Almería, donde se pugnan contra el incendio Carlos Martínez y sus seis compañeros. El primero acabó engullido por el fuego en otro de sus extraños comportamientos. “Cuando se produce un atrapamiento es muy difícil que pueda escapar el resto del grupo y en este caso es lo que pasó”, relata el bombero. “Todos nos derrumbamos, pasamos momentos muy duros, por el compañero fallecido, por sus compañeros. Es un chasco muy grande que te recuerda que este tipo de situaciones se puede producir en cualquier momento y que todos estamos sometidos a ese riesgo”, se lamenta.
El segundo día forcejeando con el fuego reafirma a Del Pino y los suyos en lo difícil que será acabar con él. “Los bomberos decimos que los incendios se apagan de noche”, explica, “y hasta la de este domingo, en ninguna se han dado las condiciones para atacarlo”. La previsión de lluvia puede ayudar a domeñarlo, pero no servirá para extinguirlo, vaticina. “Va a determinar que su comportamiento sea otro”. En definitiva, en eso consiste la tarea a la que están dedicados casi 1000 profesionales estos días en Sierra Bermeja: en domar por tierra y aire y con la ayuda de la lluvia, el carácter salvaje de este incendio. Con un pie en el negro y otro en el verde.
Ese frágil equilibrio para mantenerse a salvo de las llamas evidencia la importancia de su valor. Un epíteto que a menudo acompaña a la descripción de las gestas heroicas. Del Pino huye de ese símil y reivindica por encima de todo la dignidad de su trabajo: “No somos héroes, somos profesionales que nos dejamos todo en nuestro trabajo. No solo somos bomberos forestales, también estamos para actuar en el medio rural y forestal, pero no se nos dan medios”. “Desgraciadamente, tienen que ocurrir desgracias como esta para que se visualice nuestra labor”, se lamenta.
Del Pino y su equipo se encuentran cumpliendo con los días de descanso obligado que les marca su cuadrante laboral. Se han ofrecido a regresar a Sierra Bermeja debido a las circunstancias excepcionales del incendio. Quieren volver a poner los pies en el negro y en el verde de su escarpada orografía para domesticar a un fuego tan complicado como ella.
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