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La esposa del marinero gallego retenido en Yemen pide la intervención del Defensor del Pueblo

La familia reclama la repatriación urgente y alerta de que tanto él como la tripulación a su cargo están “abocados a la mayor degradación física y personal que puede soportar un ser humano”

Marinero gallego Yemen
El marinero gallego Pablo Costas, pasea por el 'Cobija', en Yemen, en una imagen reciente.

Diez kilos de harina, agua de las letrinas hervida hasta seis veces y algo de azúcar. Esos son los únicos alimentos de los que disponen para una semana los 31 hombres del Cobija, el barco capitaneado por el marinero gallego Pablo Costas, que llevan retenidos desde hace un año en el puerto yemení de Al Mukallah por una acusación de pesca ilegal en Australia.

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La esposa de Costas, que pide que no se haga púbica su identidad, ha acudido al Defensor del Pueblo para instar a esta institución a que reclame del Ministerio de Asuntos Exteriores su repatriación, “a la mayor brevedad posible” y que colabore para la del resto de la tripulación. Junto a ello, solicita que se pongan los hechos en conocimiento del Ministerio Fiscal. “Mi esposo nunca ha contado con asistencia jurídica conforme a Derecho y esto a pesar de haberlo solicitado a los Consulados de España en Riad [Arabia Saudí] y en Mascate [Omán]. Llama poderosamente la atención que dichos consulados, antes, y ahora el ministerio justifiquen la imposibilidad de repatriar a mi marido porque el Fiscal ha apelado la decisión de la Corte de apelación”, protesta la mujer en su escrito al Defensor, en el que alerta de que tanto Costas como la tripulación se ven “abocados a la mayor degradación física y personal que puede soportar un ser humano”.

La situación de la tripulación del Cobija se agrava por días, señala el representante de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) Manuel Caamaño, que permanece en contacto con Costas, y que advierte de la “extrema gravedad” de la situación física y anímica del marinero gallego. “Es insoportable”, precisa.

“Este lunes les quedaban 10 kilos de harina y considerando que son 31 hombres, ya no pueden hacer pan, harán papillas. Sobrevivirán con ello y con una especie de suero que hacen hirviendo hasta seis veces el agua de las letrinas a la que añaden azúcar, que aún les queda algo”, relata Caamaño sobre lo extremo de la situación. No se trata solo el deterioro físico: tras un año de dura supervivencia en el barco la convivencia se complica. “Menos mal que Pablo tiene mucha mano izquierda y es respetado por la tripulación”, aclara el representante sindical.

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