Un intérprete afgano que trabajó para la misión española en su país: “Pedimos a España que nos rescate lo antes posible; si no, nos van a degollar”
Tras haber colaborado con las fuerzas armadas españolas de 2007 a 2013, el traductor relata la difícil situación en la que se encuentra con el avance de los talibanes
Amal (nombre ficticio por razones de seguridad) huyó de su casa en la provincia afgana de Badghis de madrugada con su familia. Subió al coche de uno de sus amigos y partió rumbo a la vecina Herat. Escapaba de los talibanes que se habían apoderado de la provincia. Pero no tardaron en alcanzarlos de nuevo. La tercera ciudad más grande del país ha sido tomada este jueves. Cuando él salió por la mañana oculto observó la barbarie: “Los talibanes pillaron a dos personas, a dos supuestos ladrones que robaron algo de una tienda, y en público les cortaron las manos”, narra en una videollamada desde la casa de unos amigos donde se esconde.
Este traductor de 34 años, que trabajó con las fuerzas armadas españolas de 2007 a 2013, narra el terror que viven él y sus compañeros —quienes prestaron servicio a los ejércitos de los países de la OTAN— mientras caían una a una las ciudades del país en manos de los talibanes. “Le pedimos al Gobierno de España, al Ministerio de Defensa, al Ministerio de Exteriores que nos rescaten de Afganistán lo antes posible; si no, estoy seguro de que como a los intérpretes de Estados Unidos nos van a degollar”, implora.
Los talibanes ya se han hecho con nueve de las 34 capitales de provincia de Afganistán, entre las que se encuentra Qala-i-Naw, la ciudad donde se asentaba la base militar de la misión española. Por ello, el personal que trabajó tanto con las unidades civiles como militares de España ha solicitado que en la retirada se les tenga en cuenta dado el grave peligro que corren sus vidas y las de sus familias. Amal permanece escondido con su esposa, sus dos hijas y sus dos hijos, ya ha recibido tres amenazas por teléfono y tras cada una de ellas ha tenido que cambiar su número. “Me decían: ‘Tú eres traidor, de los españoles’. A la mayoría de los intérpretes nos han dicho: ‘Sois los traidores de los españoles, de las fuerzas extranjeras, fuisteis sus ojos y les habéis traducido’”.
Por ello ha enviado una carta a la Embajada de España en Kabul. A ella, dice, se adhiere el personal que ha trabajado con las fuerzas armadas y las unidades españolas en Afganistán. “Hay al menos 180 personas que han trabajado tanto con civiles como militares, como limpiadores, en la cocina... Ellos también se han sumado a este listado, pero ahí los intérpretes son muchos: de Kabul, de Herat y de la provincia de Badghis. En total yo creo que eran 38”, afirma.
El Ministerio del Interior y el CNI ya se encuentran cribando estas solicitudes. Se trabaja en la delimitación de tres grupos: el primero, integrado por afganos que trabajaron para las fuerzas armadas españolas, que mantuvieron un contingente en el país hasta el pasado 13 de mayo, cuando regresaron los últimos 24 soldados; el segundo, formado por los contratados por la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID), que ejecutó proyectos en Afganistán entre 2006 y 2013; y, el último, correspondiente al personal local de la Unión Europea.
Durante la noche y gran parte del día no hay electricidad en las casas donde se encuentran escondidos algunos de los intérpretes, colegas de Amal. Algo que les dificulta enterarse de cómo avanza la tramitación de sus peticiones. “Yo conozco a algunos compañeros que están aquí en Herat, pero sus teléfonos están apagados. De momento aquí en sus casas no tienen luz. La mayoría no me contesta”, relata.
También este traductor afgano reconoce que su situación puede complicarse, ya que no ha llevado documentos consigo. “Nosotros hemos escapado de nuestra provincia y hemos venido aquí sin pasaporte, ni identificación, todo lo hemos dejado en nuestra casa. Ya hemos pedido estos papeles a la capital, Kabul, pero yo creo que esto tardara como mínimo un mes. La mayoría de nosotros [intérpretes] no tiene papeles”, confiesa preocupado.
Hace siete años Amal no pudo dejar Afganistán con las otras 41 personas que salieron con las fuerzas armadas españolas con protección internacional y entraron como asilados a España. Su padre estaba enfermo y se quedó con su familia a cuidarlo. “Después de 2014 yo empecé a trabajar con una ONG noruega de ayuda a los refugiados. Con los ejércitos de la OTAN veíamos que la situación mejoraba, pero desde que EE UU anunció su retirada del país la situación empeora cada día”. Ahora, este traductor que trabajó “codo a codo” con los soldados españoles, traduciendo del darí al pastún y al español en los frentes más peligrosos, pide que no los dejen atrás en un país que se derrumba.
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