La presión española y europea frena la crisis en Ceuta pero cientos de menores quedan en el limbo
Marruecos vuelve a controlar el flujo migratorio después de recibir mensajes en público y en privado de Bruselas y de cancillerías europeas
La presión diplomática española y europea parece haber hecho efecto en Marruecos, que ha optado por controlar el flujo migratorio hacia Ceuta, lo que ha disminuido drásticamente la entrada de ciudadanos a través del mar. El Gobierno español no quiere aún dar por concluida la crisis porque el país vecino sigue siendo imprevisible, pero los últimos movimientos hacen pensar que al menos se ha mitigado de forma clara. El gran problema ahora es la atención a los menores que han entrado y siguen en la ciudad autónoma —se han contado ya unos 740 y la cifra final puede llegar a 1.000— y que el Ejecutivo intenta repartir por varias comunidades.
Qué está pasando en Ceuta: claves de la crisis migratoria entre España y Marruecos
La peor crisis diplomática que ha sufrido el Gobierno de Pedro Sánchez parece en vías de solución, salvo que Marruecos quiera darle una nueva vuelta de tuerca. Las imágenes de miles de jóvenes y niños cruzando a nado una de las fronteras más delicadas y desiguales del planeta han marcado las portadas de varios medios internacionales y provocó el miércoles un duro enfrentamiento en el Congreso de los Diputados entre el presidente Pedro Sánchez y el líder de la oposición, Pablo Casado. Pero mientras los jefes políticos discutían en público, en privado se multiplicaban las gestiones discretas y los resultados empezaban a verse en la frontera. Aunque el miércoles entraron más personas por el mar, cada vez lo hicieron de forma más esporádica —algunas decenas en diversos grupos durante todo el día— y con recorridos más largos para evitar a la gendarmería marroquí, que finalmente recibió la orden de volver a controlar la frontera como había hecho hasta ahora sin mayores dificultades.
5.600 inmigrantes, muchos de ellos habitantes de zonas cercanas a la frontera, han vuelto a Marruecos. Unos fueron devueltos de forma forzosa por las autoridades españolas y otros se han ido por su propio pie al comprobar que en Ceuta no había trabajo ni alojamiento ni grandes oportunidades para ellos.
El Gobierno tuvo varias fases de acercamiento a esta crisis. El lunes, en un primer momento, el equipo de Sánchez no centró su foco en Ceuta. Llegaban noticias de unos centenares de nadadores que habían entrado, pero en ese momento toda la realidad política estaba concentrada en el acuerdo en Cataluña. Todas las declaraciones del Ejecutivo iban en esa línea. Ya por la tarde, mientras se producía una reunión del equipo más cercano del presidente, llegó la noticia: “¡Han pasado más de 1.000!”. Ahí saltaron las alarmas, pero la cosa empeoraría aún mucho más. A media tarde se decidió enviar un comunicado público duro y después desplegar al Ejército. Pero la jornada clave fue la del martes, cuando Sánchez y su ministra de Exteriores, Arancha González Laya, multiplicaron las llamadas y las gestiones, en especial en la Unión Europea, para convencer a sus socios de que debían presionar a Marruecos, en público y en privado —hubo llamadas de varias cancillerías europeas y comisarios al Gobierno marroquí, según fuentes del Ejecutivo—, y convencerle de que enfrente no tiene solo a España, sino a toda la UE.
El Ejecutivo español respira ahora más tranquilo después de un martes angustioso, que incluyó un delicado viaje a Ceuta y Melilla de Sánchez en el que sufrió las protestas de unas decenas de ciudadanos, pero no acaba de fiarse de Marruecos. El país ha demostrado que no tiene reparos en utilizar a su propia población y asumir que adolescentes y niños pongan en riesgo su vida para lanzar una ofensiva diplomática con la intención de cambiar la posición española sobre el Sáhara Occidental.
Pulso de Marruecos
Fuentes del Ejecutivo consideran que Marruecos lanzó un pulso pensando que iba contra España, pero midió mal y se encontró detrás a la Unión Europea, muy preocupada en este momento por la crisis migratoria que hace crecer a los partidos de extrema derecha, que utilizan las imágenes de Ceuta a su favor.
La clave es tener a la Comisión Europea movilizada, aseguran fuentes del Gobierno, porque Marruecos no puede forzar la máquina contra toda la UE, aunque acaba de demostrar que sí es capaz de enfrentarse a Alemania, con quien ha suspendido sus relaciones diplomáticas por la posición que mantiene sobre el Sáhara. Sánchez y González Laya siguen multiplicando sus contactos para garantizar que la crisis termina de resolverse. El presidente fue rotundo en la sesión de control, y habló de “una crisis inédita con Marruecos” para criticar al PP por no apoyarle. La ministra trató de rebajar la tensión y aseguró que España “no va a entrar en un ejercicio de alimentar la escalada” con Marruecos.
El Gobierno español no tiene ninguna intención de rectificar la decisión que el país africano alega como origen del problema, esto es, acoger al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, gravemente enfermo, en un hospital de Logroño. González Laya, que tomó la decisión, asegura que España hizo este gesto por su tradición humanitaria, y no pensó que fuera “ninguna agresión para nadie”.
Lo cierto es que Marruecos coloca ahí el origen del conflicto y ha llamado a consultas a su embajadora por este motivo. “Hay que reconducir esta situación”, insistió la ministra, que también aclara que España no va a cambiar su posición sobre el Sáhara Occidental por la presión marroquí. Los ministros españoles están insistiendo en cualquier caso estos días en que Marruecos es un socio con el que España “está condenado a entenderse” y confían en devolver las cosas a la normalidad pronto.
Devoluciones obligatorias o voluntarias
Los inmigrantes adultos están siendo devueltos o están regresando por su propio pie, y España confía en que ese problema estará despejado rápidamente. Pero queda el gran desafío de los menores, que es lo que dejará esta crisis cuando baje la marea. El Gobierno tiene contabilizados y registrados ya unos 740 que efectivamente son niños o adolescentes y por tanto no pueden ser devueltos y deben ser acogidos por el Estado. Pero hay muchos más por las calles que deberán ser registrados.
El Gobierno, en coordinación con las autoridades de Ceuta, está buscando un acomodo de urgencia para estos menores. Hay un campamento que se puede utilizar, pero es insuficiente y está sobre la mesa la posibilidad de desplegar carpas militares para acogerlos.
Se calcula que entre las 9.000 personas que lograron sortear los espigones, había entre 2.000 y 3.000 niños y adolescentes. Las cifras de entrada son estimaciones porque tras desbordarse la situación “era imposible contarlos”, reconocen fuentes de las fuerzas de seguridad.
Nadie es capaz de concretar el número que aún están en la ciudad. Decenas de ellos se han ido voluntariamente, otros han sido devueltos según salían empapados del agua y solo esos 740, según fuentes gubernamentales, han sido registrados. En las calles de Ceuta se ve deambular a decenas de menores de edad.
En el Ministerio de Asuntos Exteriores se está intentando fijar un protocolo con Marruecos para permitir el contacto entre los niños y adolescentes que quieren regresar y sus familias, según estas mismas fuentes.
Cuando quede claro el número final que debe ser acogido, el Gobierno empezará a repartir a los menores por las comunidades autónomas que se muestren dispuestas a acogerlos. Varias regiones gobernadas por el PP, pero donde depende de los votos de Vox, como Madrid, Andalucía y Murcia, se han mostrado reticentes. El partido ultra exige que no se acoja a ninguno.
Otras comunidades en manos del PSOE y otros partidos están más abiertas. También otras autonomías del PP, como Galicia —donde Vox no tiene ninguna influencia—, se han mostrado dispuestas a colaborar. Una vez resuelto el asunto de los menores, la crisis empezará a despejarse definitivamente a expensas de una posible sorpresa de Marruecos.
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