Paisajes urbanos del odio en Euskadi
Varios alcaldes de la izquierda ‘abertzale’ se niegan a retirar murales de terroristas que se exhiben en espacios públicos de propiedad municipal
Alberto Muñagorri se acuerda todos los días del atentado que sufrió. Lo rememora cada mañana, cuando se coloca la pierna ortopédica que sustituye a la que perdió el 26 de junio de 1982, en Rentería (Gipuzkoa), su pueblo. Tenía 10 años cuando le estalló una mochila bomba que ETA había abandonado junto a un almacén de Iberdrola. Pero aquello ya no le duele. Lo que lamenta es que después de una legislatura de avances en un relato compartido por todos tras el fin de la violencia, se esté dando marcha atrás en su pueblo hacia un discurso de odio que devalúa todos los esfuerzos por avanzar en la conciliación y en la ética pública que puso en marcha el anterior alcalde, también de EH Bildu, Julen Mendoza. En 2018 Mendoza, entre otros gestos con las víctimas de ETA, participó en el homenaje a la familia del policía nacional asesinado por la banda, también en 1982, Antonio Cedillo Toscano, y dijo: “Teníamos una deuda pendiente con vosotros”. La actual primer edil, Aizpea Otaegi, también de la izquierda abertzale, se ha negado a retirar del espacio público de propiedad municipal una serie de murales y pintadas que recuerdan a los asesinos.
“Ya no me da rabia, estoy acostumbrado desde pequeño”, recuerda Muñagorri. “Me produce pena porque el espacio público es de todos, no solo de ellos”, asegura casi 40 años después de sufrir el atentado.
El caso de Rentería no es aislado, ni Muñagorri la única víctima que se topa con la imagen de quienes atentaron contra ellos o contra sus familiares o amigos. La asociación Gogoan, por una memoria digna, se ha dirigido a los ayuntamientos de Rentería, Hernani y Oiartzun, todos gobernados por EH Bildu, para pedir a sus responsables que eliminen esos murales, al menos de los espacios públicos de titularidad municipal. La respuesta ha sido negativa.
Alberto, acompañado por varios miembros de Gogoan se entrevistó con la alcaldesa Otaegi para contarle en persona los sentimientos que despierta pasear por la plaza de su pueblo y ver que junto a la ikastola de niños hay dos murales que ensalzan la imagen de los terroristas. “Nos dijeron que había un proyecto para transformarlos en otra cosa, pero ahí siguen”, lamenta, dolido porque cree que en realidad le dieron largas. Los responsables municipales tampoco han querido responder a las preguntas de EL PAÍS. “Es de una pedagogía terrible para los niños que estudian allí y para la convivencia”, explica.
El exparlamentario navarro Joseba Eceolaza, miembro de Gogoan —asociación puesta en marcha por antiguos miembros de Gesto por la Paz, impulsores del movimiento pacifista contra el terrorismo—, explica que la calle tiene que ser un “espacio de transmisión de valores, no algo asfixiante”. Y constata que en esos pueblos, y en Oñati (Gipuzkoa) o Etxarri Aranatz (Navarra), entre otros, los ayuntamientos no están contribuyendo a generar esos espacios. “Tenemos que construir paisajes urbanos que recuerden a las personas agredidas, que ayuden a deslegitimar la violencia, y que lleven acerquen a las plazas y a la escena pública a las víctimas, no a sus victimarios”.
Txema Urkijo, —exasesor de la Oficina de Víctimas del Gobierno vasco—, y su hermana Isabel, el periodista Gorka Landaburu y el exrector de la Universidad del País Vasco (UPV) Pello Salaburu, entre otras personas, pidieron al alcalde de Hernani la retirada de las fotos de los presos de ETA que están ubicadas en el frontón del pueblo y la banderita con el lema Euskal Presoak Etxera (Los presos vascos a casa) que ondea en lo alto de un mástil colocado en la plaza del pueblo. El propio alcalde, Xabier Lertxundi, de EH Bildu, comunicó a la asociación a través de una nota que no iba a retirarlo.
“Compartimos la reivindicación del fin de la dispersión, de que los presos de ETA se acerquen a Euskadi”, coinciden Muñagorri y los miembros de Gogoan, “pero eso no tiene nada que ver con que salgan a la calle”, aclaran.
En Oiartzun se mantiene un mural en el polideportivo municipal en el que se menciona al preso de ETA Joanes Larretxea, el asesino del empresario Inaxio Uria, mientras que en Rentería la solicitud de retirada se refiere al enorme mural ubicado en los soportales, junto a la escuela infantil. Todo esto ocurre 10 años después del último atentado de ETA, casi tres desde que la banda terrorista anunció su disolución, y cuando en estas fechas se está produciendo un acercamiento de presos etarras a cárceles próximas al País Vasco.
Hace dos semanas Eceolaza se reunió con el presidente de la Asociación de Municipios Vascos, Eudel, el alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran (PNV), para trasladarle sus inquietudes y temores de que esa práctica se pueda extender y retroceder en la lucha “por extender mentalidades de paz en Euskadi”. Unas mentalidades que están en las antípodas de quienes “hacen homenajes en el espacio público a los presos de ETA cuando salen de la cárcel, o llenan de carteles las calles vascas”. En opinión de Eceolaza “relativizar los crímenes de ETA y ensalzar a sus autores transmite unos valores que en nada contribuyen a desarmar el discurso de la violencia”.
“Les pido valentía a los dirigentes de EH Bildu, es muy sencillo, solo tienen que dar un paso al frente y poner fin a estas actitudes”, reclama Alberto Muñagorri, “está en sus manos”.
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