El policía, juez y sacerdote de confianza del Vaticano salpicado en la trama del espionaje a Bárcenas
Este cura amigo de Jorge Fernández Díaz y enviado de choque de la Iglesia para casos de pederastia, aparece como sorprendente intermediario entre los implicados del escándalo
El día de julio de 2018 que arrestaron al comisario que era el topo de Villarejo en la policía, el comisario Enrique García Castaño, alias El Gordo, estaba con un cura, Silverio Nieto, según consta en el escrito de la Fiscalía del caso Kitchen conocido este lunes. El propio funcionario declaró que el sacerdote era “persona de su confianza”. Este curioso personaje secundario de la trama vuelve a aparecer en 2020 como intermediario en el intercambio de mensajes entre el ex número dos de Interior, Francisco Martínez, a punto de tirar de la manta, y el resto de implicados. Porque Nieto, descrito en los medios desde hace siete años como confesor personal de Jorge Fernández Díaz, aunque el sacerdote ahora niega que lo sea, es alguien muy cercano al exministro, tanto como para mezclarse también en sus asuntos más delicados, como refleja el informe de Anticorrupción.
En realidad, este cura nacido en 1947 en Almendralejo, Badajoz, es muchas otras cosas. Su biografía es muy peculiar: fue marino mercante; policía de la Brigada de Información franquista en los setenta; luego juez por oposición, con una sólida formación jurídica, y magistrado en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, según publicó El Confidencial. Allí fue tutor de prácticas de Carlos Lesmes, actual presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial. Nieto ha precisado hoy miércoles a EL PAÍS que no estuvo en la Brigada de Información, sino en la Comisaría de Ventas, en Madrid, y en Interpol. Después se hizo cura con 51 años, en 1999, y ha sido fontanero de confianza en la Conferencia Episcopal y para el Vaticano. Ha estado al frente de los servicios jurídicos civiles de los obispos españoles, así figura en su web, y en la actualidad es miembro del comité asesor de la comisión de Asuntos Jurídicos. Llegó a aspirar a ser obispo castrense, aunque en los últimos tiempos ya está en horas bajas dentro de la Conferencia Episcopal. Pero sobre todo estos años ha sido el detective oficioso enviado a algunos de los casos más conocidos de abusos de menores en la Iglesia española, para aclarar el asunto. O, según acusan algunos afectados, para taparlos, extremo que él niega. Es uno de los artífices de los protocolos para afrontar los abusos en el clero y forma parte de la comisión contra la pederastia de los obispos. Hasta ahora se sabía que se movía en las cloacas de la Iglesia resolviendo problemas, pero las últimas revelaciones desvelan que también lo hacía en las del Estado.
“Es un personaje que hizo las veces de fontanero de una parte del Vaticano y de la Conferencia Episcopal de aquel momento para engañarnos, sonsacar información y destruir la legitimidad del crédito de mi hijo, que era la víctima”, afirma con contundencia Juan Cuatrecasas, padre del menor que sufrió abusos en el colegio de Gaztelueta, del Opus Dei, en Leioa (Bizkaia), y ahora diputado del PSOE. El agresor fue condenado a 11 años, a la espera de la sentencia definitiva del Supremo. La forma de trabajar de Nieto salió a la luz cuando esta familia se enfrentó con los obispos por su intervención. El sacerdote fue enviado a reunirse con la víctima en junio de 2015, después de que la víctima escribiera al Papa contando su caso. “Al principio fue muy dicharachero, nos contó su vida. Luego se transformó y nos interrogó, sobre detalles extraños, la descripción de los lugares de los hechos... Al acabar se largó corriendo. En el juicio salió que después se fue al colegio y cambiaron todo en base a lo que habíamos contado para que no coincidiera. Hicieron obras, cambiaron el suelo, la puerta, las cortinas…”, relata Cuatrecasas. Recuerda una frase que Nieto le dijo a su hijo: “En la vida hay que ser un poco malote”.
La versión de Nieto de su papel en aquel caso es distinta: “Mi único encargo por orden del Vaticano fue ir a entrevistar al antiguo alumno que acusaba de abusos a un profesor, una entrevista cordial, sin problemas y amablemente atendido por sus padres de los que me despedí también cordialmente, y oír al profesor. Ambos se ratificaron en su versión. No tenía por misión investigar, no había medios para ello”.
Nieto, siempre bronceado y que da misa en la céntrica basílica de la Concepción de la calle Goya de Madrid, tuvo una vocación tardía similar a la conversión de Fernández Díaz. El exministro ha contado cómo tras una vida disipada tuvo una revelación en Las Vegas, que le transformó en un creyente ultraconservador. Como titular de Interior, condecoró vírgenes y contó que un ángel de la guarda llamado Marcelo le echaba una mano: “Me ayuda en pequeñas cosas, como aparcar el coche. Y también en las grandes, siempre ayuda”. Silverio Nieto también ha ayudado al exministro. En el informe de Anticorrupción que pide la imputación de Jorge Fernández Díaz y de la exministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, emerge que Silverio Nieto es la persona a quien el ex número dos de Interior manda un mensaje antes de declarar ante el juez para transmitirle sus inquietudes: “La defensa exige entregar en el juzgado las actas notariales en las que constan los mensajes recibidos a lo largo de 2013 y 2014, con instrucciones muy claras y explícitas sobre los supuestos operativos policiales de las que trata todo esto”. Martínez, que teme que le dejen “tirado”, según el relato del fiscal, advierte al sacerdote que esas actas “necesariamente conllevarán la citación de Jorge y probablemente de Rajoy”. “Desde luego nada más lejos de mi deseo”, concluye. Lo que hizo Nieto a continuación fue rebotar el mensaje a sus dos amigos: el exministro y García Castaño.
Nieto, que niega haber sido el confesor de Fernández Díaz y se define solo como amigo suyo, explicó anoche a EL PAÍS que conoce a este grupo de agentes de sus tiempos de policía: “Éramos compañeros. Conozco a muchos policías porque fui policía y a muchos jueces porque fui juez. Lo único que hice en este caso fue reenviar un mensaje, quizá Paco pensó que el ministro a mí me haría caso, y sería más receptivo, pero no tengo nada que ver con estas historias”. La Conferencia Episcopal no ha querido valorar las informaciones publicadas.
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