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Urnas en plena incertidumbre

Expertos en filosofía, ciencia política y comunicación prevén que el miedo condicionará las elecciones vascas y gallegas

Un grupo de pensionistas se concentró este lunes en Bilbao para reclamar mejores residencias públicas. L. TEJIDO (EFE)
Un grupo de pensionistas se concentró este lunes en Bilbao para reclamar mejores residencias públicas. L. TEJIDO (EFE)Luis Tejido (EL PAÍS)

Galicia y el País Vasco irán a las urnas el 12 de julio en medio de una crisis sanitaria y socioeconómica de una complejidad sin precedentes. Mientras las autoridades estudian medidas para minimizar los riesgos de contagio durante la campaña y la jornada electoral, los ciudadanos se sobreponen a semanas de confinamiento y a las dudas que sobre su salud y su futuro laboral está generando la crisis. La cuestión es cómo van a procesar todo lo que está pasando y cómo lo van a traducir en una papeleta el día de la jornada electoral.

Cinco especialistas en filosofía, ciencia política y comunicación coinciden en que las preguntas superan a las respuestas, pero también creen que los candidatos de los partidos gobernantes, Iñigo Urkullu (PNV) en el País Vasco y Alberto Núñez Feijóo (PP) en Galicia, pueden partir con una ligera ventaja debido a que han centralizado gran parte de la información derivada de la pandemia, y apuntan a que puedan beneficiarse de un voto que busque la seguridad en una coyuntura en la que domina lo desconocido.

Pese a ello, Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política y Social de la Universidad del País Vasco e investigador de Ikerbasque, sostiene que, si hasta finales de febrero la carrera hacia la mayoría absoluta de la coalición del PNV y PSE en Euskadi parecía que iba a ser un paseo —la del PP en Galicia, más ajustada según las encuestas—, la noche electoral puede deparar ahora sorpresas. “Va a ser la noche del Lexatín”, bromea muy en serio Innerarity, augurando que el domingo de los comicios la ansiedad y el nerviosismo en los dos extremos de la cornisa cantábrica van a acampar en las sedes de los partidos.

El filósofo cree que a las incertidumbres en torno a cómo va a operar el miedo, si va a haber un voto de rabia o un voto refugio, se suma que Galicia y Euskadi están ante unos comicios en los que va a costar movilizar a los seguidores de cada partido. “La gente está en modo mascarilla más que en modo elecciones”, dice. Y va a tener que analizar una “crisis multifactorial, sanitaria, social, económica, medioambiental” que puede dar lugar a interpretaciones diferentes a la hora de votar.

Si en los últimos años se han visto comportamientos de los votantes condicionados por hechos de última hora, en este caso los 50 días que restan hasta el 12-J son un universo en el que un mal gesto en el último debate televisado de campaña, un repunte de contagios o el impacto de la política nacional, como el polémico acuerdo entre el PSOE, Unidas Podemos y EH Bildu en el Congreso, pueden hacer cambiar las cosas.

“Esta campaña será más emocional que las anteriores”, augura Erika Jaraiz, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Santiago, quien explica que “la percepción del riesgo” incrementa ese factor del voto, tanto en los electores “identificados” con un partido concreto como en los “volátiles”. El politólogo Arturo González incide en la idea de que la batalla del 12-J se librará en “un mal momento para la reflexión”: “Todo está copado por el coronavirus y va a ser difícil hablar de lo que pasó hace dos años o de lo que pasará el año que viene”.

Tragedias locales

El golpe de la covid-19 ha borrado del mapa algunas de las polémicas autonómicas que daban aire a la oposición. “¿Alguien se acuerda ya del cierre del paritorio del hospital del Verín o del acuerdo [de investidura de Pedro Sánchez] que consiguió el BNG?”, ilustra González sobre dos asuntos que marcaron la agenda política gallega justo antes de la pandemia. En Euskadi, los dos trabajadores enterrados en el vertedero de Zaldibar siguen en el recuerdo de los ciudadanos, pero la tragedia se está convirtiendo, cada vez más, en un hecho de impacto local, frente a las dudas generales de qué puedo o qué no puedo hacer en cada fase de la desescalada, o cómo voy a salir económicamente de esta crisis.

La catedrática de Comunicación Política de la Universidad Complutense de Madrid María José Canel defiende que el miedo, por ejemplo, a un crecimiento de la ultraderecha o a un Gobierno populista, que pudieron influir en otros comicios, ha dado paso a la inseguridad sanitaria y económica. “Puede darse un movimiento de votos que buscan seguridad, y eso beneficiaría a los candidatos Feijóo y Urkullu”, sostiene, aunque advierte que la abstención entre los mayores, un voto mayoritariamente conservador, puede afectar negativamente a ambos.

“El miedo está ahí y afectará sobre todo a la gente mayor”, coincide Jaraiz. Ella considera que las consecuencias económicas van a pasar factura al PSOE y de rebote al PSE-EE en Euskadi. Jaraiz, González y Elba Maneiro, esta última profesora de Ciencia Política en la Universidad de Santiago, tienen claro que, haciendo balance de todo, el momento elegido por Feijóo y Urkullu para las autonómicas les beneficia. “El PP continuó en campaña en Galicia y gestionó la crisis con una estrategia electoral y un tremendo trabajo de comunicación; la oposición, no”, dice Maneiro.

Pero es que, además, la campaña va a tener unas características muy especiales. En Euskadi los partidos empiezan a debatir cómo hacer una campaña más barata e incluso más corta. Las dos comunidades coincidirán en la reducción de actos presenciales, y probablemente en una menor presencia de líderes nacionales. “Esto perjudica a los candidatos menos conocidos [como el socialista Gonzalo Caballero y Antón Gómez-Reino, de Galicia en Común], pero a Feijóo le viene incluso bien que no venga Pablo Casado”, afirma González, quien ve tocada en el caso del BNG la movilización de la militancia a pie de calle, un punto fuerte de los nacionalistas.

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