La Línea se planta ante el intento de los traficantes de boicotear el traslado de un grupo de mayores enfermos
La policía ya ha detenido a seis miembros de una banda conocida por sus alijos de tabaco, acusados de arrojar piedras a un autobús de mayores con coronavirus
A Kiko sus vecinos le conocen como el cabra, por su afición de pilotar de forma temeraria una moto con la que saca tabaco de contrabando de Gibraltar. El pasado martes, al supuesto traficante le dio por hacer algo más que mover cartones de cigarrillos o hachís ―“lo mismo le da una cosa que la otra”, asegura un agente― Agarró un megáfono y alentó a la docena de jóvenes que le ayudan en sus alijos a boicotear el traslado de los 28 personas mayores con coronavirus que viajaban desde Alcalá del Valle, donde no quedaban más cuidadores que el alcalde y sus concejales, hasta una residencia de La Línea. Medio centenar de personas se sumó a la vergonzosa cita en la que profirieron insultos, lanzaron piedras e incluso interpusieron un coche en el trayecto de la comitiva. Y este jueves seis de ellos han acabado detenidos.
El suceso ―contado parcialmente en redes sociales por sus propios ejecutores y narrado en la rueda de prensa diaria sobre la crisis del coronavirus― ha escandalizado a La Línea de la Concepción, una ciudad de 69.000 habitantes acostumbrada a expiar mediáticamente los pecados de la minoría de narcos que la habitan. El alcalde, Juan Franco, no dudó en tacharlos este miércoles como un “grupito de indeseables y descerebrados”. Unos vecinos han colgado un cartel en la puerta de la residencia en la que ahora se recuperan los mayores que reza “también son nuestros abuelos”. Incluso un grupo de ciudadanos ya se ha ofrecido para prestar ayuda a los auxiliares que atienden a los enfermos.
Es justo la respuesta contraria que, presumiblemente, Kiko el cabra esperaba encontrarse cuando la mañana del pasado martes comenzó a arengar a los suyos “a liarla”, explica un agente de la zona. Aunque la Policía Nacional no confirma oficialmente identidades ni antecedentes de los detenidos, ese investigador y un vecino del barrio de La Atunara confirman que este supuesto pequeño traficante estuvo envuelto en los submundos del tabaco y del hachís, donde cada vez se hace más fuerte debido al vacío de poder que han dejado los capos huidos y detenidos. “Están tiesos perdidos. Todo el día escondidos en los garajes sin hacer nada. Querían hacerse notar”, afirma el agente.
“El próximo infectado que entre aquí, la vamos a liar”, decía una voz grabada a través de un megáfono y difundida después en un audio de Whatsapp. El mensaje comenzó a circular por distintos grupos de La Línea la misma mañana del martes en la que el alcalde de Alcalá del Valle despedía entre lágrimas a los ancianos de su residencia municipal. El primer incidente no tardó en llegar. Una docena de jóvenes embozados con capuchas y mascarillas se saltaba el confinamiento impuesto por el decreto de alarma para increpar a gritos a dos policías, según puede verse en la grabación difundida en redes sociales.
“No somos solo nosotros, es por todos ‘laos’. Va a salir toda La Línea a la calle. ¿Qué nos traes a los infectados que vienen muriéndose en el autobús?”, llegó a gritar un joven a los dos agentes. En la escena, recogida desde una casa, van y vienen varios jóvenes más, hasta que aparece un hombre con la cara descubierta que les ordena disolverse. “Es la colla ―argot autóctono para referirse a un grupo que alija tabaco o hachís― de Kiko el cabra, son todos niñatos, ninguno mayor de 25 años”, explica el agente, que reconoce al supuesto traficante en el grupo .
Pero fue pasadas las cuatro de la tarde de este martes cuando la llamada a la acción surtió más efecto entre los suyos. En torno a medio centenar de personas, algunos desde los balcones de sus casas, comenzaron a increpar a la comitiva a su llegada a la residencia ubicada en la playa de El Burgo. Arrojaron piedras y cruzaron un coche en las para impedir la entrada a las instalaciones, según aseguró la Policía Nacional en su comunicado. Después, algunos de los congregados siguieron en las inmediaciones de La Atunara, donde quemaron contenedores y lanzaron bengalas y petardos, antes de disolverse.
El alcalde y los test
Las acciones no han tardado en obtener respuesta. Ese mismo martes fueron detenidos los dos implicados que bloquearon el camino con el coche. Ya este jueves la policía ha informado de que ha localizado a cuatro personas más. Mientras, a centenares de kilómetros en Alcalá del Valle, las consecuencias de todo lo vivido en ambas localidades aún colean. El traslado a La Línea estuvo motivado por la denuncia del alcalde de esta localidad de la sierra de Cádiz, Rafael Aguilera, que aseguró que debía atender él y sus concejales la residencia municipal ante la dejadez de la Junta.
Ahora fuentes cercanas a la administración andaluza denuncian que es el regidor el que se ha negado a hacerse las pruebas del coronavirus, pese haber estado en contacto con personas mayores enfermas por la Covid-19. Los epidemiólogos solo pudieron hacerle pruebas a cinco trabajadores, antes de que Aguilera se negase al llegar su turno. La Junta ha elaborado ahora un informe de lo ocurrido por si pudiesen derivarse responsabilidades de esta negativa. El edil asegura que lo ha hecho porque son 17 los empleados que también estuvieron en la residencia y prefiere que se los hagan primero a ellos. “Si yo he tenido contacto, los trabajadores han tenido más contacto que yo. El alcalde es la máxima responsabilidad y el capitán es el último que se tira del barco”, ha explicado.
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