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Cada playa del mundo tiene su cultura propia, donde se mezclan lo natural y lo local. Una mezcla de tradiciones propias y también las que traen los turistas. De esa combinación surge su personalidad. El Bazar de Cox, una de las playas naturales más largas del mundo, localizada al sur de Bangladés, tiene claramente una imagen y una vida propia. Única e intransferible. Es un destino vacacional vibrante y, sobre todo, un crisol de sus habitantes, porque este es el único lugar de este país —azotado por las subidas de las aguas y la irregularidad de los monzones— en el que las clases sociales se mezclan. Enclavada a lo largo de la bahía de Bengala, tiene poco que ver con los rincones del ocio playero de sus vecinos, como Pattaya, en Tailandia, o Goa, en la India. Aquí los visitantes llegan con sus mejores galas y se acercan hasta el mar como un peregrino a su destino. Hay comerciantes ambulantes que venden dulces locales y todo emana una atmósfera de falta de prisa. Los niños juegan en calma y el aire huele a sal y cariño. El fotógrafo ve reflejados sus recuerdos en los bañistas recogiendo conchas, haciendo esculturas de arena o en los recién casados tomando fotos en la orilla. En la imagen, una pareja de policías para controlar el turismo.
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Bazar de Cox, viaje a una de las playas más largas, insólitas y democráticas del mundo

El Bazar de Cox tiene muchas caras. Es una población, un puerto pesquero y también un grancentro turístico en Bangladés, al sur de Daca. Con sus 120 kilómetros de longitud, su playaes de las más largas del mundo. Y también una de las más peligrosas, por la abundanciade tiburones. El fotógrafo, natural de este país, regresa a ella, a los escenarios de su infancia,para reflejar su lado humano en un país azotado por el cambio climático

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