En ruta por Alta Austria: la vanguardista Linz, baños termales y cerveza en una abadía
La capital del estado federado es el punto de partida de un viaje entre pueblos medievales y paisajes rurales bañados por el Danubio, con paradas en el Monumento conmemorativo de Mauthausen y el parque nacional Kalkalpen
El Danubio es el eje que nos guía para conocer Alta Austria. El río de aguas ondulantes va reflejando a lo largo de su curso bosques verdes, hileras de viñas y castillos en lo alto de las colinas del que es uno de los nueve estados federados del país. Una ruta muy agradable para hacer en camper o en coche, parando allí donde surge algo interesante, sea un paisaje o una cervecería inesperada. Porque el curso del río en esta parte de Austria va dejando muchas sorpresas, entre ellas la vanguardista ciudad de Linz, un monumento que recuerda la mayor barbarie humana o dos monasterios que elaboran cerveza y excelentes vinos. Este es uno de los territorios autriacos más desconocidos por los visitantes, y eso que Alta Austria ofrece una pizca de todo aquello que hace del país un destino fantástico para recorrer con tranquilidad: un río extraordinario, un rico legado musical, cafés clásicos y elegantes, poblaciones medievales, abadías agustinas magníficamente conservadas y balnearios.
Más allá de Linz, su capital, hay un territorio lleno de granjas rústicas donde pararse a degustar most (sidra) casero, con sorpresas en el paisaje como los pináculos calizos de los Kalkalpen que dan cobijo al escurridizo lince, pasando por localidades pintorescas como Steyr y Schärding, que despliegan una suave gama cromática. Las colinas se extienden normalmente envueltas en brumas hacia el norte, hacia la República Checa, y ante los campos de trigo al atardecer dan ganas de sacar las acuarelas para inmortalizar una belleza apacible.
Linz, la ultravanguardia austriaca
Linz puede ser el punto de partida para recorrer la región. Para el turista extranjero la capital de Alta Austria pasa desapercibida, pero para los austriacos “In Linz beginnt’s” (”todo empieza en Linz”), un dicho que resume el carácter de esta ciudad dinámica imprescindible para tomarle el pulso a la industria tecnológica del país: atrevidas instalaciones artísticas, una emergente escena cultural, un ciber-centro y una galería vanguardista que parece el escenario de una película de ciencia ficción apuntan a la Austria del futuro. Desde 2014, está reconocida por la Unesco como Ciudad del Arte Digital, y además de su centro urbano mantiene un casco antiguo repleto de encanto y de arquitectura barroca.
Más información en la guía Lonely Planet de Austria y en lonelyplanet.es.
En los laboratorios de tecnología de vanguardia Ars Electronica Center se puede interactuar con robots, practicar la animación de objetos digitales o viajar (virtualmente) al espacio exterior. De noche, la fachada de cristal con LED cambia de color como un caleidoscopio. Al otro lado del Danubio, la famosa galería de arte contemporáneo Linz Lentos exhibe, en un edificio de cristal y acero, obras de Warhol, Schiele y Klimt, entre otros, y por la noche también se ilumina de forma espectacular. Otro centro de vanguardia imprescindible es la Landesgalerie, un edificio del siglo XIX que expone cuadros de los siglos XX y XXI, fotografías e instalaciones. Las obras modernas de su parque de esculturas al aire libre contrastan con la arquitectura neoclásica del interior.
El arte callejero es otra de las señas de identidad de Linz, sobre todo en las fachadas industriales llenas de grafitis del Hafenviertel, junto al puerto. Allí se pueden ver obras de artistas como Roa (Bélgica), Lords (EE UU), Aryz (España) y muchos austriacos. Lo mejor para comprenderlos es unirse a uno de los frecuentes paseos guiados, talleres o cruceros.
Pero la tercera ciudad de Austria no es solo modernidad. La inmensa Mariendom, también conocida como Neuer Dom (nueva catedral), es una gigantesca iglesia neogótica que fascina por su derroche de pináculos, arbotantes y vidrieras con filigranas de tracería. Eso sí: en su trazado, a mediados del siglo XIX, tuvieron que ajustar la altura más alta del chapitel para que sobrepasase a la catedral de Viena. La antigua catedral de Linz es la Alter Dom, con dos torres idénticas que custodian este templo del siglo XVII y dominan el cielo de la ciudad. El interior está decorado con estucos, un altar de mármol rosa y pilares dorados.
También merece una visita el castillo de Linz. Lo ha visto todo: romanos, emperadores Habsburgo, incendios y demás. Merece la pena disfrutar de la panorámica de la ciudad antes de hurgar en los tesoros de su museo, una colección de objetos de abadías y palacios reunida durante siglos.
Abajo, el arte sigue en las calles, como en todas las ciudades austriacas, en la Hauptplatz (plaza mayor), donde los artistas callejeros entretienen a los transeúntes, pasan los tranvías y los vecinos se relajan en los cafés custodiados por edificios barrocos y casas renacentistas de colores pastel.
Una nota dulce: la Linzer Torte
Aparte de por el arte de vanguardia, Linz es famosa por su tarta: la Linzer Torte, una receta clásica de 1653 a base de avellanas, especias y mermelada ácida de grosella. Con múltiples capas, es la mayor rival de la famosa Sacher vienesa. Se puede probar por ejemplo donde nació, en el célebre Café Jindrak, que hoy es una cadena con nueve locales en la ciudad que producen más de 100.000 unidades al año de su famosa Torte, elaborada según la receta familiar.
Otro lugar para escapar por un momento del cristal, el acero y las tendencias de vanguardia y regresar a los tiempos del Imperio es el k.u.k. Hofbäckerei Café, un delicioso café detenido en el tiempo que ocupa un edificio de 1371. Fritz Rath hornea allí algunas de las mejores Linzer Torte de la ciudad: ricas, especiadas y con una masa que se deshace en la boca. En verano se pueden degustar en un sombreado patio con mesas.
Los más gourmets deberían completar la visita a Linz curioseando los puestos del Markthalle: un antiguo almacén de sal color albaricoque acoge este espectacular emporio que vende solo artículos nacionales de pequeños productores, entre los que destacan ginebras, licores y vinos de Salzkammergut; mermeladas, chutneys, sal y hierbas alpinas de la zona de Innviertel; mostaza y cervezas del Mühlviertel; quesos del Tirol y Carintia y embutidos de Linz. Además, cuenta con una buenísima cafetería ecológica.
Y la nota más amarga: Mauthausen
El nombre de Mauthausen ya nos dice demasiadas cosas. En esta pequeña localidad de la orilla norte del Danubio, a una media hora en coche de Linz, durante la Segunda Guerra Mundial los nazis transformaron sus canteras en un campo de concentración. Los prisioneros fueron obligados a trabajar en la cantera y muchos perecieron en la Todesstiege (escalera de la muerte). Unas 100.000 personas murieron o fueron ejecutadas entre 1938 y 1945. Hoy el campo se ha transformado en el emotivo Monumento conmemorativo de Mauthausen, que narra su historia y la de otros campos de concentración no muy lejanos.
Los visitantes pueden pasear entre los restos de los barracones en los que se hacinaban los prisioneros y ver las inquietantes cámaras de gas. Es un crudo y emotivo recuerdo de una página negra de la historia, cuya dura visita no se aconseja a menores de 14 años o a espíritus demasiado sensibles.
Una abadía imponente y barroca
La sencilla localidad de St. Florian, a unos 20 kilómetros al sur de Linz, esconde una de las abadías agustinas más extraordinarias de Austria, la dedicada a San Florián, que, según dicen, está enterrado debajo. Era un funcionario romano que se convirtió al cristianismo y por ello fue torturado y ahogado en el río Enns en el año 304. Patrón de los bomberos y de Alta Austria, cuenta la leyenda que salvó un pueblo en llamas con solo un cubo de agua y en muchas iglesias austriacas se le representa como un soldado romano que sofoca incendios valiéndose de un cubo.
La abadía que domina St. Florian es el siglo IX, y desde 1071 está habitada por monjes agustinos. Su imponente fachada amarilla y blanca es barroca y su interior es una sucesión de salas decoradas con ricos estucos y frescos. Pero, probablemente, lo más impresionante son las 16 habitaciones imperiales que se usaban para alojar a los papas y a los miembros de la realeza que visitaban el monasterio y la biblioteca, con más de 150.000 volúmenes. En la habitación del príncipe Eugenio hay una curiosa cama con tallas de soldados turcos, lo que se podría considerar una versión antigua de Durmiendo con su enemigo. Hay muchas otras curiosidades como la basílica, todo un derroche: su altar está tallado a partir de un bloque de 700 toneladas de mármol rosa de Salzburgo, y el voluminoso órgano dorado del siglo XVIII, con 7.343 tubos, fue en su día el mayor de Europa. En la cripta, aparte de la sencilla tumba del compositor y organista Anton Bruckner, la gran figura local de Alta Austria, se hallan los restos de 6.000 supuestos romanos desenterrados en el siglo XIII. Los huesos y calaveras, colocados en filas tras una verja de hierro forjado, forman una espeluznante obra de arte.
La otra gran abadía de Alta Austria está muy cerca y merece la pena un desvío: Kremsmünster sería otra población austriaca de clase trabajadora de no ser por su majestuosa abadía benedictina, que asoma imponente sobre el fértil valle de Krems. Aunque la colosal construcción es del siglo VIII, fue reformada en estilo barroco en el XVIII, como ocurre con otros muchos edificios medievales austriacos. Ricos estucos y frescos decoran la larga biblioteca y el Kaisersaal, salón del emperador. Y no hace falta recorrer toda la abadía para asomarse a su recargada iglesia barroca, cubierta por estucos y tapices flamencos.
Traunviertel y Steyr: una escapada rural
Recorrer las carreteras austriacas es, sobre todo, disfrutar de un paisaje que aquí adquiere un aire bucólico y tranquilo. El paisaje de Alta Austria está salpicado de pueblos de fábula como Steyr, tranquilas granjas aisladas y balnearios como Bad Hall. Además, se puede recorrer el recóndito paraje calizo del parque nacional de Kalkalpen.
Tomamos las carreteras locales hacia el sur parar descubrir Traunviertel, una región en la que los ondulados y frondosos paisajes hacen que las visitas turísticas pasen a un segundo plano y que lo importante sea disfrutar del ambiente rural, paseando por el bosque, esquiando en las montañas, catando most de producción propia en manzanales o alojándose en una vierkanter (granja).
Steyr es una parada clave. Franz Schubert dijo que era un lugar “increíblemente encantador”, y fue esta localidad la que le inspiró su célebre quinteto para piano La trucha. Y es que este pueblo antiguo, de calles adoquinadas y casas barrocas, es uno de los más bonitos de Alta Austria. El Schlosspark es un tranquilo parque surcado por paseos que llevan al Schloss Lamberg, un palacio barroco en la confluencia de los ríos Enns y Steyr. Un pronunciado pasadizo con arcos suspendidos atraviesa la antigua muralla de la ciudad y sube hasta la adoquinada Berggasse y el parque. Varias iglesias góticas y barrocas ponen la nota religiosa y artística.
Bad Hall puede ser otro alto en el camino. En este soñoliento pueblo balneario, a unos 18 kilómetros al oeste de Steyr, el mayor reclamo son las Therme Mediterrana, muy apreciadas por las propiedades terapéuticas de sus aguas ricas en yodo, que manan a 40 grados de las fuentes termales. Frente al balneario, un enorme parque propone un tratamiento igual de terapeútico: un paseo entre bosques exóticos y autóctonos, jardines aromáticos, parterres floridos e instalaciones de arte que cambian con frecuencia. Hay 40 kilómetros de senderos y zona infantil. Para inhalar gratis la sal yodada del balneario, se puede ir al pabellón central, donde cada hora se filtran 1.000 litros a través de sus paredes.
Y seguimos hacia el sur para descubrir Kalkalpen. Este recóndito territorio casi virgen de escarpadas montañas calizas, altos páramos y más de un 80% de bosque de píceas, abetos y hayas sirve de hábitat al águila real y al lince. Con 208 kilómetros cuadrados de extensión, es el segundo mayor parque nacional del país. Sus valles y desfiladeros atraviesan paisajes alpinos al pie del Hoher Nock (1.963 metros). Un paraíso para senderistas, ciclistas y escaladores en verano, y para esquiadores de fondo en invierno.
Mühlviertel, tierra de buenas cervezas
Viajamos ahora hacia el norte de Linz para dirigirnos a Mühlviertel, una hermosa y apartada región de colinas brumosas, bosques tupidos y valles salpicados de steinbloass (granjas) blancas, cuyo paisaje recuerda a la cercana República Checa. Este es un rincón de Alta Austria que merece la pena visitar por su arquitectura gótica y la tranquilidad que se respira. Se puede tomar de base Freistadt, a solo 10 kilómetros de la frontera checa, una de las fortificaciones mejor conservadas de Austria. Es muy agradable pasear por sus callejuelas hasta las puertas de la muralla y los jardines que cubren el foso. El castillo medieval rematado por un afilado tejado esconde un interesante museo local y su torre es perfecta para tener una vista panorámica impresionante.
El punto de reunión de Freistad es la Hauptplatz, la plaza principial, incrustada entre los antiguos muros de la villa y rodeada por varios edificios muy adornados y la iglesia parroquial gótica, coronada por una torre barroca.
Freistadt es una Braucommune, es decir, un pueblo cuya fábrica de cerveza pertenece a la comunidad. Solo hay que comprar una casa para obtener una participación. La propiedad está limitada a las 149 viviendas intramuros, así que nadie puede comprar toda la fábrica y asumir el control, pues tendría que comprar todo el pueblo. Esta distribución se remonta a 1777, cuando se fundó la cervecera. Durante los siglos siguientes, los dueños recibían su parte de los beneficios en forma de líquido, que se distribuía en barriles de Eimer Bier de 56 litros. A cada uno le podían tocar… ¡hasta 130 barriles! En la actualidad, los socios reciben su parte en dinero. Casi todos los bares del pueblo venden la cerveza local, entre ellos Freistadt Brauhaus, lo que explica por qué la fábrica sigue siendo un negocio rentable.
Innviertel, la frontera con Babiera
La que es una de las cuatro regiones históricas de Alta Austria es una zona de cultivo fértil atravesada por el río Eno (Inn, en alemán), cuyas orillas se llenan de ciclistas durante el verano. Aquí esperan preciosos ejemplos de arquitectura barroca y gótica, sobre todo en Schärding, un coqueto pueblo a orillas del Eno, con un centro barroco lleno de casas de comerciantes y edificaciones que jalonan la Silberzeile (hilera de la plata), rematadas con gabletes.
Baños termales y cerveza monacal: Geinberg y Engelhartszell
Conduciendo podemos ir a Schärding desde Linz por el Danubio a través de Engelhartszell, un camino precioso y nada transitado. Y desde Schärding es muy sencillo acercarse a Geinberg, en el corazón de Alta Austria rural para tener una experiencia realmente diferente: bañarse en las cálidas aguas saladas de una laguna de estilo caribeño, al son de la música bajo las palmeras, en Therme Geinberg, uno de los mejores balnearios del país. Las saunas, que imitan un cielo estrellado, destilan un aroma a coco. Tras un baño de vapor, la gélida ducha de aguanieve es todo un contraste. Ofrece alojamiento de lujo, todo tipo de tratamientos y cinco piscinas de agua dulce, salada y termal, que oscilan entre los 26 y los 36°C, y ocupan 3.000 metros cuadrados. Ofrecen también tratamientos específicos y tiene varios restaurantes y cafés.
Otra parada diferente y estimulante puede ser el pequeño pueblo de Engelhartszell, a orillas del Danubio, famoso no solo por albergar una de las escasas ocho cerveceras trapenses acreditadas que existen fuera de Bélgica, sino porque es la única de su tipo en toda Austria. En Stift Engelszell, una abadía fundada en 1293, venden cervezas elaboradas por los monjes, así como zumo de manzana, licores y quesos de producción propia. Al lado de la tienda se halla la bella iglesia abacial rococó, de 1764.
Suscríbete aquí a la newsletter de El Viajero y encuentra inspiración para tus próximos viajes en nuestras cuentas de Facebook, X e Instagram.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.